¿Cómo va la Web3 en 2025?

Jorge A. Hernández    22 junio, 2025

Han pasado más de 10 años desde que Gavin Wood, cofundador de Ethereum y creador del proyecto Polkadot, usara el término Web3 para hablar de una nueva generación de Internet más segura, descentralizada y basada en una economía de tokens. ¿En qué consiste? y ¿cómo se diferencia de la Web 3.0?

Hace más de 20 años, 2004 para ser más exactos, la Web 2.0 Conference de San Francisco popularizó un nuevo término (Web 2.0) describiendo una nueva era de Internet donde los usuarios eran los grandes protagonistas. En 2014, la Web3 prometió otra revolución basada en la descentralización y los contratos inteligentes a través de la Blockchain. ¿Cómo va ese cambio prometido en el 2025?

Para comenzar, empecemos evitando una posible confusión de términos. Aunque a menudo la Web3 y la Web 3.0 se suelen usar como sinónimos, ambas presentan sus particularidades. La última, acuñada por el periodista estadounidense John Markoff en un artículo publicado en el periódico The New York Times en el año 2006, y la primera, heredada de Gavin Wood, el cofundador de Ethereum, en 2014.

En términos simples, la Web3 y la Web 3.0 comparten la visión de un Internet más seguro, personalizado, descentralizado y centrado en las personas, aunque cada una lo aborda desde perspectivas tecnológicas y filosóficas diferentes. Por ejemplo, la Web3 busca la descentralización y devolver el poder de sus datos a los individuos, mientras que la Web 3.0 se enfoca en una Internet más “semántica”.

Dicha Web 3.0, web semántica o web inteligente, es una evolución de Internet que busca que las máquinas comprendan e interpreten la información de manera similar a los humanos, permitiendo una experiencia más personalizada y eficiente. Aunque también promueve la descentralización, la Web 3.0 tiene como protagonista la inteligencia artificial.

Importancia de la Web3 y sus tendencias

Mientras la Web 2.0 transformó Internet dando el poder a las personas para generar contenido, también es cierto que esto generó la creación de gigantes tecnológicos (Facebook, TikTok, YouTube) que centralizaron el poder y monetizaron los datos de los usuarios. La Web3 viene a cambiar este paradigma devolviendo a los individuos la propiedad y el control sobre su información personal, identidad y activos digitales, donde los usuarios deciden cuándo y cómo se comparte su información.

No solo eso, la Web3 es más segura al usar tecnología Blockchain, lo que cifra los datos y los distribuye en una red descentralizada. Esto reduce significativamente el riesgo de ataques cibernéticos, filtraciones de datos, y protege la privacidad de sus integrantes.

Pero tal vez más importante para las empresas, la Web3 permite contratos inteligentes eliminando la necesidad de intermediarios centralizados en transacciones y servicios. Se trata de una tendencia tan grande que, según Precedence Research, moverá más de 815.860 millones de dólares para 2034.

Tendencias para el futuro cercano

2025 se perfila como un periodo fundamental para la Web3, marcando una transición significativa de la especulación hacia una claridad regulatoria y avances tecnológicos. Como muestra, para este año existen más de 250 miembros del congreso estadounidense favorables hacia los activos digitales (pro cripto).

Otra tendencia creciente es la tokenización de Activos del Mundo Real (RWA), una iniciativa que une el mundo físico y la cadena de bloques al representar digitalmente activos tangibles. Esto democratiza las oportunidades de inversión al dividir activos como bienes raíces, arte y propiedad intelectual en participaciones más pequeñas y asequibles. El Boston Consulting Group (BCG) estima que el tamaño del mercado RWA alcanzaría los 16 billones de dólares en 2030.

Por supuesto, no podía faltar la integración de la inteligencia artificial en la Web3, dos tendencias que se complementan, pues mientras la Blockchain mejora la calidad de los datos que alimentan la IA, esta última puede automatizar y optimizar tareas complejas en el ecosistema Web3, como la gestión de criptomonedas, activos digitales o la ejecución de contratos inteligentes, entre otras.

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