Formación en tiempos del COVID: Superando las barreras entre lo presencial y lo virtual

Francisco Martín San Cristóbal    3 junio, 2020
Formacion

Una broma circula por las redes sociales sobre si preguntáramos a muchos consejeros cuál ha sido el principal impulsor de la transformación digital en sus empresas. Pudiendo contestar que la estrategia a largo plazo, o el liderazgo, o la presión del mercado… al final terminan contestando que el principal impulsor de su digitalización ha sido el “coronavirus”.

Hay que decir que no es así en todos los casos. Y nos encontramos desde empresas que casi ni han notado las medidas de prevención del contagio porque estaban ya preparadas hasta empresas que han tenido que digitalizarse en plazo récord o cerrar.

El caso de la formación es paradigmático y se pueden diferenciar aquellas instituciones que estaban preparadas respecto de las que no:

Instituciones preparadas

En algunas instituciones, el paso de una docencia presencial a una docencia 100% online, se ha hecho con total normalidad ya que se disponía de los medios. Pero, además, tanto formadores como alumnos, como sistema de dirección, ya los usaban desde hacía años y estaban siendo formados y evaluados de modo continuo en ellos.

Esto no se ha improvisado. Ante el confinamiento, ya se disponía en esas instituciones de las herramientas necesarias. Formaba parte de la estrategia de la institución: han inculcado desde hace tiempo la transformación digital en la empresa como parte de sus valores culturales.

La existencia de departamentos técnicos que se comunican con los profesores y alumnos para mantenernos al día y hacer seguimiento de su implantación durante años. La intensidad con la que los directores de cada departamento supervisan e impulsan el uso generalizado de los recursos digitales. Y la gran inversión en plataformas digitales… esto es lo hace que este tipo de docencia online forme parte de una cultura de la institución.

Estos valores culturales como parte de la estrategia empresarial de la institución acaban convirtiéndose en beneficios. Y así se consiguen cosas como ampliar el número de matriculados en poco tiempo, captándolos en todo el mundo. O aumentar los atributos de la marca de la institución. Y también poder captar alumnados en diferentes circunstancias de conciliación.

Pero también se consigue que el profesorado, al estar habituado a manejar estas herramientas, pueda impartir una mejor docencia adaptada a los métodos de evaluación, seguimiento, impartición de contenido y habilidades… que hoy permiten las tecnologías y que son distintos que en presencial.

En muchas instituciones educativas existía ya una mentalidad empresarial, tenían monitorizado el entorno y habían dispuesto desde hace tiempo una estrategia implantada y no una improvisación.

Es por ello que estas instituciones educativas han solventado el confinamiento de manera nada traumática, con los ajustes necesarios que nadie podría haber tenido previsto, pero con menor esfuerzo.

La brecha digital y los valores son puntos de mejora

En cuanto a la brecha digital, aquellos que disponemos de buena conexión, llega la fibra de internet, tenemos buenos equipos, y que en la familia disponemos de suficientes dispositivos y espacio adecuado para el trabajo, somos afortunados y podemos seguir la docencia, como profesor o como alumno, de un modo adecuado.

Pero hay que ser cuidadoso con aquellos que no disponen de estas ventajas: podemos tener alumnos que se queden atrás, podemos tener clases «imposibles» con interrupciones familiares, interrupciones de la comunicación, imposibilidad de hacer entregas de documentación o trabajos… Hace falta un esfuerzo de integración de aquellos en circunstancia más desfavorecida.

Hay alumnos y profesores que están desesperados con la lentitud o con la conexión, lo que dificulta el proceso de enseñanza/aprendizaje. Y no es por la falta de medios de la Universidad, sino por su propia falta de medios.

Implementar soluciones y ayudas para la brecha digital, mejoraría además la reputación de la institución.

Ya las hay que ayudan a las personas en esta situación a refinanciar deuda, a adquirir o prestar equipos, a gestionar conexiones alternativas en 4G allí donde no llega el cable… incluso financiando parte de la conexión o negociando con proveedores precios especiales para alumnos y profesores.

En lo que se refiere avalores, no entran en esta reflexión aquellos valores de la Universidad como institución, sino que en el proceso de enseñanza/aprendizaje no sólo están los conocimientos y las habilidades, sino también los valores que transmite el profesor.

Y tampoco me refiero a los valores de esfuerzo, constancia, generosidad, etc… Sino a los valores propios que cada profesor puede transmitir en su materia. Aquellos valores que empujan al alumno a movilizar los recursos específicos adquiridos/aprendidos.

Esto, aún no es posible del todo con la formación online. Aún queda camino hasta que podamos sentir la catarsis que puede producirse entre compañeros y entre alumno/profesor. En esto, aún es mejor la presencia física.

Y suplir brecha digital y transmisión de valores, está conllevando un gran esfuerzo por parte del profesorado y alumnado. Lo estamos intentando suplir con más energía, más trabajos y más tutorías. Y los alumnos lo están supliendo con su interés y constancia…

Estas instituciones Universitarias, colegios, centros de FP, institutos e incluiría a ciertas entidades deportivas que han emprendido la transformación digital hace tiempo, deben seguir en esta línea estratégica y seguir mejorando allí donde aún hay margen. Siendo referentes y líderes, pero no por tecnología, sino por cultura.

Instituciones no preparadas

No se cuestiona aquí la calidad de estas instituciones. Muchas de ellas son magníficas, con gran tradición, gran impacto en la sociedad, con grandes investigadores y con alumnos que luego fueron líderes en sus campos profesionales.

Se reflexiona aquí únicamente sobre el apartado digital. Y las hay que no estaban preparadas para una transición tan brusca de la docencia presencial a la online.

En estas no ha habido estrategia de ningún tipo. Sí disponen de medios tipo blackboard o tipo moodle. Pero las herramientas no sirven de nada si nadie las usa.

Para usarlas, como se ha hecho en las referidas en el apartado anterior, hay que implantar, hacer seguimiento, imponer acciones y evaluar su uso.

Pero nada de esto se ha hecho. Algunos profesores lo usaban por distintas razones, pero por iniciativa individual.

Así, cuando ha llegado este momento de crisis, se está recurriendo a la iniciativa de los profesores.Y algunos no están capacitados porque no se han formado nunca en esto. Y no vale con cambiar la clase que se tenía preparada en presencial y pasarla a una pantalla.

Tampoco está habiendo seguimiento del uso de las herramientas, de tal modo que los profesores pueden usar cualquier medio: blogs, zoom, teams, youtube, hangouts, jitsi, dropbox, drive… Muchos sin licencias profesionales, muchos en abierto y sin protección de datos… Despreciando mejores herramientas por ser más sofisticadas y que necesitan un periodo de aprendizaje mayor, además de más recursos informáticos o de conectividad.

Desde la alta dirección de esas instituciones no se aprecia una estrategia de transición digital global, sino quese pide a los profesores que “tiren del carro” cada uno como pueda.

Toda la docencia está poco coordinada (lógico si no hay estrategia) y ya veremos qué pasa con las evaluaciones cuando llegue el final de curso… Muchas actas quedarán pendiente de cierre.

Seguramente no pasará nada porque los alumnos nos darán una lección y serán honestos en su mayoría porque quieren dar seriedad, credibilidad y validez a sus estudios, por lo que sabrán perdonar esta situación imperdonable.

En esas instituciones no se está haciendo formación online, sino supervivencia online.

Cualquier cosa que se quiera mejorar después de esto, ya llega tarde.

Mientras que el sistema de dirección de esas instituciones esté ligado únicamente a personal docente e investigador y no haya gestores profesionales, será complicado establecer estrategias globales.

Definir un nuevo pacto social

Antes del cierre de la docencia presencial, existía un 20% de paro juvenil. Pero, además había muchos puestos que quedaban vacantes por la escasa formación de los jóvenes en los trabajos que hoy se necesita cubrir.

En virtud de esta situación, habrá que enfocar la formación no como “trabajar de lo mío”, sino como disponer de recursos (habilidades, conocimientos y valores) que uno pueda movilizar ante las incertidumbres laborales.

Este pacto implica a las familias en la gestión de sus expectativas, a las instituciones en sus modelos de enseñanza/aprendizaje, a los profesores en su liderazgo, a las infraestructuras de conectividad en el territorio, al acceso a la financiación de equipos adecuados…

Se debe buscar una sociedad justa, inclusiva y donde todos tengan cabida.

En este contexto, la formación se dará en todo el ciclo vital y no sólo en una parte de juventud. Y esto impactará en las estrategias de las empresas educativas y de formación, pero también en las empresas que se vayan modernizando y no quieran prescindir del valor que les confiere el “seniority” tendrán que fomentar la formación de sus empleados más veteranos.

Nos acostumbraremos a que el profesor no sea la única fuente de conocimiento, ni tan siquiera el más sabio, habiendo “inputs” provenientes de internet, así que el alumno será un investigador que adapte la formación a sus características y necesidades.

Concebir la formación de un modo unidimensional,en un único mundo, sin separación entre lo virtual y lo presencial.

Para ese nuevo contrato social, habrá que preparar:

  • A las instituciones con una nueva estrategia cultural,
  • A los centros con nuevos servicios, horarios e instalaciones,
  • A las empresas con modelos de conciliación y formación contínua,
  • A los alumnos de todas las edades como investigadores,
  • A las plataformas con flexibilidad de contenidos y evaluaciones adaptables a la personalización que cada alumno necesite,
  • A los docentes como facilitadores pues cada alumno requerirá de su personalización y adquiriendo las competencias digitales necesarias.
  • A las familias para que sepan ayudar a sus hijos, también tendrán que adquirir competencias digitales y habrá que ayudarles.

Próximos pasos

Una vez que se superen las restricciones provocadas por COVID 19, habrá cambios que sean revertidos, pero no todos y no pocos.

Quizás el mayor reto tenga que ver con la introducción de la IA (inteligencia Artificial). Las plataformas deberán generar una curación del contenido y ofrecerlo de forma personalizada. La IA aplicada al entorno educativo, poniendo al docente como articulación entre todos los actores.

En la actualidad ya hay iniciativas que contemplan este marco descrito:

Hay aplicaciones, plataformas y empresas que empiezan a preparar a los alumnos para los perfiles más disruptivos, aprender a aprender en competencias digitales de un modo diferente.

Muchas de estas iniciativas prescinden de la figura del docente, aprendiendo en comunidad.

Otros sistemas aplican gamificación para motivar con retos y videojuegos.

En general, estas metodologías se enfocan a la creatividad, el trabajo en equipo y la resolución de problemas complejos de un modo transversal, incluyendo cualquier disciplina y la capacidad de movilizar recursos que tiene el alumno.

En estas iniciativas la tecnología nos ayuda, pero las personas son el soporte origen de la necesidad y destinatario final.

Foto principal: Kimberly Farmer

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