La gestión de riesgos, base de la seguridad corporativa

Jorge A. Hernández    21 diciembre, 2025

Sin importar lo sofisticada que sea, la tecnología no es suficiente en labores tan complejas como la ciberseguridad, una disciplina donde las metodologías e iniciativas como la gestión de riesgos son indispensables. ¿En qué consiste y cómo aplicarla a las empresas?

¿Sabía usted que en el Código de Hammurabi, redactado hace casi 4.000 años, ya se establecían mecanismos financieros para proteger a los comerciantes cuyas mercancías fueran robadas o destruidas durante el transporte? Aunque puede parecer algo del mundo moderno, la gestión de riesgos existe desde hace siglos.

En el entorno actual, dominado por la volatilidad global y las amenazas híbridas, la gestión de riesgos ha dejado de ser una simple cláusula legal para convertirse en un imperativo estratégico que, al igual que en la antigua Babilonia, busca garantizar la continuidad del negocio frente a lo inevitable.

Para ser más exactos, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) lo define como “un proceso sistemático que implica la identificación, evaluación, priorización y mitigación de posibles amenazas o incertidumbres que pueden afectar al logro de los objetivos de la organización. Abarca estrategias y prácticas destinadas a minimizar los impactos negativos en el rendimiento, la rentabilidad y la sostenibilidad, al tiempo que maximiza las oportunidades de crecimiento y éxito”.

La gestión de riesgos, lejos de ser una lista de verificación de cumplimiento, transforma la incertidumbre en variables gestionables mediante la identificación, evaluación y priorización de peligros potenciales. Una organización que gestiona sus riesgos no espera a que ocurra un accidente para actuar; para este fin se usan herramientas y metodologías que conforman un mercado global que generará más de 51.970 millones de dólares para 2033, según la firma Grand View Research.

¿Cómo se aplica la gestión de riesgos?

La gestión de riesgos (o Risk Management) consiste en un proceso estructurado y cíclico que abarca desde la identificación de peligros físicos, químicos o digitales, hasta la implementación de una jerarquía de controles. Primero se recopila información interna y externa para anticipar amenazas y oportunidades; luego se analizan escenarios y se diseñan controles preventivos y planes de mitigación.

Posteriormente, se realiza un monitoreo constante para detectar cambios en el entorno y medir la efectividad de los controles implementados. Este enfoque permite pasar de una reacción ante incidentes a una gestión proactiva, alineada con los objetivos estratégicos y con la resiliencia organizacional.

La tecnología juega un papel central en este proceso. Plataformas GRC (Governance, Risk & Compliance) integran datos, controles y reportes en tiempo real; la analítica avanzada y la inteligencia artificial permiten detectar patrones, predecir eventos y simular escenarios complejos; mientras que la automatización y el monitoreo continuo reducen errores y tiempos de respuesta.

Además, herramientas de ciberseguridad, gestión de datos y modelos predictivos fortalecen la capacidad de las organizaciones para anticipar riesgos, responder con rapidez y sostener la operación en contextos de alta incertidumbre.

Depende del apetito

Otro elemento clave en la gestión es el apetito de riesgo, un indicador que define el nivel y tipo de riesgo que una organización está dispuesta a asumir para alcanzar sus objetivos estratégicos. Consiste en establecer límites claros —cuantitativos y cualitativos— sobre lo que es aceptable y lo que no, considerando factores como la capacidad financiera, el entorno regulatorio, la reputación y la madurez operativa.

Un apetito de riesgo bien definido guía las decisiones de inversión, prioriza iniciativas, alinea a la alta dirección y evita exposiciones innecesarias, convirtiéndose en un marco de referencia clave para equilibrar crecimiento, innovación y control.

Al integrar estos análisis en la toma de decisiones estratégicas, las compañías transitan de un modelo reactivo, basado en la investigación forense de accidentes, a uno preventivo que busca la seguridad operativa y la continuidad del negocio frente a interrupciones internas o externas.

Beneficios tangibles y desafíos estructurales

La adopción de una gestión de riesgos robusta genera beneficios financieros directos e indirectos que van más allá de la prevención de lesiones. Estadísticamente, se estima que, por cada dólar invertido en programas de seguridad y gestión de riesgos, las empresas obtienen un retorno de inversión de entre 3 y 6 dólares debido a la reducción de costos por accidentes, litigios y paradas operativas.

Además, una sólida gestión de riesgos reduce el costo de capital, ya que las agencias de calificación crediticia y los inversores valoran la resiliencia operativa, otorgando mejores tasas de crédito a las organizaciones con menor volatilidad ante imprevistos.

En el ámbito operativo, la gestión de riesgos mejora la productividad y la moral de la fuerza laboral. Entornos de trabajo donde los riesgos están controlados fomentan la seguridad psicológica, permitiendo que los empleados reporten errores o casi accidentes sin temor a represalias, lo cual es vital para la mejora continua.

Ahora el turno es para usted, ¿cómo gestiona el riesgo en su organización?

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