Soberanía digital y empresas, ¿un buen negocio?

Jorge A. Hernández    26 octubre, 2025

En medio de una carrera tecnológica entre diferentes actores, el siglo XXI ha sido el escenario de una nueva tendencia: la soberanía digital, un movimiento que busca aumentar los controles locales sobre la infraestructura tecnológica. ¿En qué consiste y cómo está la región?

PwC define la soberanía digital como la capacidad de los Estados, las empresas y los individuos para actuar y desarrollarse de forma independiente y autodeterminada en el mundo digital. Sin embargo, poner esto en práctica es más fácil de decir que de hacer y, además, impone algunos retos logísticos y culturales.

Y es que, más allá de la independencia digital, la soberanía digital implica transformar la forma en que se invierte, se gestiona el talento y se innova. Aunque este concepto empezó a mencionarse con frecuencia a finales del siglo XX, lo cierto es que sus orígenes se remontan a otras tendencias como la de la “soberanía industrial».

El economista británico Robert M. Grant definió este tipo de soberanía como la capacidad nacional para fabricar productos críticos, desarrollar infraestructura y no depender de la importación de tecnología clave. Un tema que trató en un artículo de 1983, donde se refirió a la vulnerabilidad como la posibilidad de que otros países o actores restrinjan el acceso o uso de tecnologías.

El debate, sin embargo, no es uniforme. Mientras que en el Norte Global la soberanía digital se enfoca en la regulación de grandes corporaciones y la protección de datos, en el Sur Global, y particularmente en América Latina, el concepto se vincula con disminuir la dependencia y la búsqueda de herramientas propias.

Desafíos de la soberanía digital

Aunque la soberanía digital suene bien sobre el papel, su ejecución presenta múltiples desafíos que comienzan con el alto costo de inversión en investigación, desarrollo e infraestructura. Crear o migrar hacia soluciones propias exige recursos significativos, tanto para diseñar software y hardware como para adquirir equipos y realizar complejas migraciones de datos.

A esto se suma la escasez de talento especializado. Las empresas deben invertir en formación continua y competir por un número limitado de expertos, lo que eleva los costos laborales. Otro reto es la integración con el ecosistema tecnológico global. Las soluciones soberanas deben ser interoperables con plataformas internacionales sin perder autonomía.

Además, asumir la seguridad y el mantenimiento de los sistemas requiere capacidades avanzadas en ciberseguridad y cumplimiento normativo. Y eso sin hablar del costo de la innovación permanente. En suma, la soberanía tecnológica ofrece control y autonomía, pero demanda una visión estratégica, inversión sostenida y desarrollo continuo del talento local.

¿A qué empresas les conviene la soberanía digital?

La conveniencia de adoptar la soberanía digital depende del tipo de empresa, de su tamaño, sector, nivel de dependencia tecnológica y las regulaciones a las que se vea sometida en su nicho de mercado. Por ello, la decisión debe basarse en una evaluación estratégica de riesgos, costos y ventajas competitivas.

Para ciertos sectores —como la banca, la salud, las telecomunicaciones o la administración pública— la soberanía digital es clave. Estas empresas manejan datos sensibles y deben cumplir estrictas normativas de protección de información, garantizando privacidad, seguridad y control sobre dónde se almacenan y procesan los datos.

También es buena para organizaciones que buscan autonomía tecnológica, evitando el vendor lock-in (dependencia de un solo proveedor) y ganando flexibilidad para innovar o adaptarse con rapidez a nuevos entornos. Sin embargo, no siempre es viable. Las startups o incluso las empresas medianas suelen carecer de los recursos y el talento necesarios para sostener infraestructuras propias, y les resulta más práctico externalizar servicios.

También es importante tener en cuenta que, para algunos países y organizaciones, lograr plena soberanía en temas como Inteligencia Artificial  es casi inalcanzable por el alto costo técnico y de infraestructura. Además, una búsqueda de soberanía mal entendida podría conducir al aislamiento tecnológico, creando «países amurallados» que limiten el acceso a la innovación global.

Y, por supuesto, también está la opción mixta: sostener una infraestructura local y una internacional, colaborando con soluciones de terceros. ¿Cuál es la ideal para usted?

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Foto de Freepik

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