Lecciones de liderazgo animal

Juan Luis Manfredi    2 noviembre, 2017

Entre los dibujos animados, los documentales a la hora de la siesta y las metáforas del lenguaje, encontramos que los animales están presentes en los libros de gestión y administración de empresas. Se emplean sus modelos de organización, sus “economías” y su capacidad de relacionarse con iguales. Nos gustan, porque contemplamos a través del ojo humano su comportamiento y pensamos que es parecido al nuestro.

Algo de esto hay en la literatura científica, que nos señala el camino de la inteligencia animal con mayores o menores matices, como se lee en este bello reportaje de Guillermo Altares. Por eso, me he animado a revisar qué estilos de liderazgo conocemos entre los animales, bien sea por la defensa de sus crías, por el mantenimiento de la unidad, la distribución de las tareas para la supervivencia o las migraciones. En cada caso, observamos que la ejecución efectiva de los proyectos depende del contexto particular y –oh, sorpresa – de ciertas dotes de creatividad ante la incertidumbre. Veamos algunos ejemplos y las lecciones que se pueden extraer de sus comportamientos.

El lobo es el líder con confianza en sí mismo. Nos habían contado una historia y resulta que la ciencia ha descubierto lo contrario. El lobo que dirige la manada no actúa como un ser solitario ni como un macho alfa sin conexión con sus congéneres. Antes al contrario, Carl Safina nos descubre que el líder de la manada no es agresivo, cede su ración de comida cuando se sacia, comparte la crianza y cuida de su extensa familia. Ejerce el liderazgo desde la última posición de la fila cuando se desplazan, porque desde allí observa mejor qué avances completa la manada y quiénes tienen dificultades en el camino. Es un ejemplo de autoestima y confianza en su criterio.

La hormiga representa el orden y la distribución de funciones en los equipos complejos. En el reino animal, la hormiga demuestra cómo la capacidad de trabajo en equipo, la colaboración, la asignación de funciones y otras habilidades son esenciales para la supervivencia. El tamaño no es una debilidad, cuando se aprende a trabajar en red y a generar impacto. Una hormiga aislada está perdida, pero dentro del sistema puede vivir de dos a catorce años; la reina vive hasta 30 años. Me quedo con la lección de cómo la complejidad de una colonia – donde habitan miles de seres- favorece la creatividad y la comunicación para la autorganización.

Los lemmings no se suicidan. Mi generación jugaba a un videojuego en el que había que salvar a un grupo de lemmings de su carrera hacia el suicidio colectivo. Estaba basado en una creencia difundida por Walt Disney, que la ciencia ha demostrado ser falsa. No, los simpáticos lemmings no corren en masa a arrojarse por un barranco cuando tienen superpoblación y escasez de alimentos. Sin embargo, su ejemplo abona la idea del mal liderazgo, los riesgos de quienes creen estar por encima del proyecto y que generan un ambiente tóxico en la empresa. Estos no-líderes son capaces de sacrificar el proyecto antes que rectificar o bien profesionalizar algunas áreas de gestión.

Los gansos vuelan en equipo y ceden la posición de liderazgo para la mejora continua. El famoso vuelo en V de la bandada permite que se turne aquel que va al frente, que la aerodinámica no agote a un líder único y que se maximice la conservación de la energía. En procesos de gran transformación, como son las migraciones, el trayecto, la velocidad, la posición de cada ejemplar o la cesión pacífica del primer puesto es parte del éxito del proyecto. La lección que veo es clara: la capacidad de marcar un objetivo para todos los miembros de la bandada y repartir tareas de forma sistemática es esencial para el éxito del proyecto.

Hay muchos más ejemplos. Centenares de animales organizan su convivencia para sobrevivir y emplean técnicas que asimilamos con el liderazgo. Podemos señalar tres claves que son fundamentales. La primera es el reconocimiento de la individualidad de cada ejemplar: son únicos, sí, pero sobreviven en compañía. A nosotros nos sucede igual. Solos podemos hacer muchas cosas, pero asentados sobre el capital social y las redes formales e informales llegaremos aún más lejos. Esa empatía humana y animal converge. La segunda clave es el sentido de la orientación, una suerte de GPS animal que construyen en su relación con el entorno. A los humanos nos sucede igual. Tenemos éxito en la medida en que sabemos dónde queremos llegar. El tercer y último acto es la prédica con el ejemplo, como bien indica Antonio Núñez en su último libro. No conozco ningún caso de liderazgo que sea sostenible sobre la palabra y no sobre los hechos. Para liderar hay que actuar, liderar el vuelo, vigilar a la manada, contribuir en el hormiguero o evitar el comportamiento tóxico. Con estos mimbres, esperemos que nuestros jefes sean ahora más animales, esto es, auténticos líderes en equipo.

Comentarios

  1. Interesante reflexión la del lobo, me gusta el comentario: el líder de la manada no es agresivo, cede su ración de comida cuando se sacia, comparte la crianza y cuida de su extensa familia. Ejerce el liderazgo desde la última posición de la fila cuando se desplazan, porque desde allí observa mejor qué avances completa la manada y quiénes tienen dificultades en el camino. Es un ejemplo de autoestima y confianza en su criterio.
    Cuánta falta hacen en nuestra sociedad lideres lobos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *