Cómo cultivar la esperanza en la vida profesional y personal

Alfonso Alcántara    26 octubre, 2022
Esperanza y perseverancia

Un pianista famoso daba un recital en una fiesta. La anfitriona le dijo:

—Haría lo que fuera por tocar como usted.

El pianista la miró pensativo y replicó:

—No, no haría lo que fuera.

La anfitriona, avergonzada frente a sus invitados, se vio obligada a replicar:

—Sí, haría cualquier cosa.

El pianista volvió a negar con la cabeza:

—Le fascinaría tocar ahora mismo como yo, pero no estaría dispuesta a practicar ocho horas diarias durante los próximos 20 años para alcanzar este dominio.

¿Cuánto estás dispuesto a esforzarte y perseverar para obtener lo que quieres?

Aunque para conocerte mejor, da la vuelta a esta reflexión: 

Sabrás lo que quieres y cuánto lo quieres según la perseverancia que dediques a conseguirlo.

Si la esperanza y la insistencia son cualidades tan importantes, ¿cómo podemos cultivarlas y educarlas?

En este blog ya argumenté que perseverar es el nuevo «si quieres, puedes».

Y por otro lado, es evidente que una “estrategia de la insistencia” por sí sola no funcionará, si no se aplica en la dirección correcta y no se dispone de la cualificación y conocimientos adecuados para desarrollarla.

La perseverancia o habilidad para persistir en una tarea a lo largo del tiempo, o hasta conseguir un determinado resultado, nos permite alcanzar los objetivos personales y profesionales que nos proponemos, superando o evitando obstáculos, y haciendo más probables los resultados, gracias a nuestra dedicación y constancia. 

La perseverancia, considerada como una característica positiva de las personas, es entendida por muchos como un signo de inteligencia o bien como un fenómeno motivacional. 

Pero detrás de la perseverancia mostrada por cada uno de nosotros hay factores que poco o nada tienen que ver con nuestra «personalidad». 

Las ratas esperanzadas 

Se sabía que las ratas de campo pueden nadar hasta ochenta horas seguidas, por ejemplo, vadeando grandes lagos sin ahogarse. 

Pero un experimento ya célebre, realizado por Rudolf Bilz con ratas recién capturadas, ofreció una información complementaria.

Bilz comprobó que las ratas que son puestas en un tanque con agua con paredes lisas del que no pueden escapar, se ahogan en un tiempo mucho más reducido.

Realizó el mismo proceso con otro grupo de ratas pero con una diferencia. A los quince minutos de introducirlas en el agua les arrojó unas tablas con las que consiguieron salir del depósito.

Unos días después volvió a meter en el tanque a estas ratas que lograron salvarse, pero esta vez sin proveerles de las tablas.

En este último caso, los animales nadaron alrededor de ochenta horas. 

Bilz interpretó que el primer grupo de ratas que no recibieron la ayuda murieron “por estrés y desesperación”. 

Y que las del segundo grupo que tuvieron apoyo y sobrevivieron, perseveraron porque esa experiencia “les insufló esperanza”.

Dicho de otra forma, «sabían que sobrevivir era posible, porque formaba parte de su experiencia». 

Bilz llamó a su trabajo de forma grandilocuente “el experimento de la esperanza”. 

Aunque tal vez se ajustara más a lo que pasó haberlo descrito como el experimento de la experiencia

Las ratas fueron “perseverantes”, pero solo en función de lo que les pasó antes. 

A los humanos nos pasa lo mismo. 

No es la esperanza lo que motiva a insistir, es la probabilidad de éxito de esa insistencia

El problema de las investigaciones “científicas” son las interpretaciones interesadas y completamente alejadas de los datos obtenidos.

Los gurús de la autoayuda utilizan “el experimento de la esperanza” para lanzar sus mensajes de pensamiento positivo todo a cien:

“Si la esperanza puede hacer que las ratas agotadas naden mucho más tiempo, ¿qué podría hacer por ti creer más en ti mismo? ¡Recuerda de lo que eres capaz y sigue nadando!”.

¿Veis la manipulación de las conclusiones? No, amigo gurú de la retórica emocional, tener esperanza y manifestar perseverancia no dependen de la voluntad y de creer “con mucha fuerza” en uno mismo, sino de haber experimentado la superación de problemas y obstáculos en los contextos y situaciones específicas en los que tenemos que perseverar.

Usamos frases y mantras que resaltan que «la perseverancia tiene más peso que el talento», pero, ¿la perseverancia no depende también en gran parte del talento?

Porque a mayor habilidad, práctica y guía, más probabilidad de obtener logros que motiven las «ganas de perseverar» y generen una perspectiva más halagüeña sobre el futuro.

La perseverancia nace y crece con las suficientes oportunidades, apoyos y logros que obtenemos en la vida.

La “cantidad de esperanza” de la que disponemos en un momento dado para la consecución de un objetivo o la superación de un problema concretos, no depende del número de frases wonderful que nos hayan inoculado, sino del número de tablas con las que hayamos contado para asirnos a la vida.

Tener esperanza tampoco es para tanto

La investigación genética muestra que la perseverancia solo predice el 5% de las diferencias en cuanto a las diferencias de comportamiento. 

Enfatizar que nuestra vida depende de nuestra determinación, cuando en realidad tiene un efecto tan pequeño, hará que las personas, y los niños en particular, crean que no se esfuerzan lo suficiente cuando no consiguen lo que se proponen, y de esta forma se atribuyan una culpabilidad que empeora su forma de vivir y de trabajar.

¿Cómo podemos cultivar la esperanza y la perseverancia?

Podemos esperanzarnos mejor. El primer paso es entender que sentir esperanza y expectativas positivas no son la causa de vivir y trabajar mejor, sino que son una consecuencia de organizar mejor la forma en que vivimos y la forma en que trabajamos para obtener suficientes logros y bienestar, logros que son los responsables de hacernos sentir más esperanzados y de albergar mejores expectativas.

Cuatro estrategias para sentirnos más esperanzados

1. Entrena tu autocontrol

Una de las tácticas que se han demostrado más eficaces a la hora de incrementar el autocontrol consiste en demorar o dejar pasar cada vez más tiempo antes de acceder a aquello que queremos, ya sea una actividad más agradable o una recompensa por nuestro esfuerzo. 

Ampliar el tiempo que transcurre desde que estamos realizando una tarea hasta que dejamos de hacerla para realizar algo más atractivo, incrementa nuestro autocontrol y con ello nuestra persistencia y resultados deseados. 

2. Mejora las habilidades relacionadas con tus objetivos

Especialízate y sé bueno en algo.

Cuando tienes uno o varios objetivos profesionales en mente, debes tratar de pensar en habilidades: qué debo hacer en ese ámbito profesional y qué debo aprender para hacerlo. 

Y al contrario, cuando ya se poseen determinadas competencias o intereses específicos, se puede pensar en definir objetivos relacionados. 

Manejarte con habilidad hará más atractivo dedicar tiempo a una tarea u objetivo y generará más reconocimiento y logros, lo que motivará a persistir en el esfuerzo. Dicho de otra forma, el talento es una gran fuente de esperanza.

Te dejo estos cuatro pasos para mejorar tu vida profesional en seis meses. Un título que mola pero que tal vez genere demasiadas expectativas, lo reconozco.

3. Huye de la monotonía

Introducir elementos novedosos en la tarea puede provocar un mayor interés y dedicación, y hará menos deseables otras tareas y estímulos que compiten por tu atención.

Algunos de estos elementos pueden consistir en asumir alguna responsabilidad extra relacionada, llevar la tarea a un contexto diferente, o implicar en la misma a otra persona de confianza que haya demostrado una alta persistencia. 

4. Aspira al logro y al reconocimiento

Tener una meta u objetivo es una fuerte motivación para realizar esfuerzos por alcanzarlos. 

Tanto si tu labor implica motivar a otras personas como si se trata de motivarte a ti mismo a persistir, el logro y el elogio específicos son dos potentes herramientas para mejorar y mantener la persistencia. 

No se aprende de fracasar, se aprende de superar el fracaso, y eso es muy difícil, porque hay tantas formas de fracasar que estas experiencias negativas generalmente tendrán un valor muy pequeño como fuentes de aprendizaje y mejora.

Del fracaso se aprende qué no funciona, pero no qué hacer después. Es mucho más eficaz y satisfactorio aprender de los éxitos y avances propios y ajenos.

El fracaso nos ayuda a aceptar que “la vida es dura”, pero la esperanza y la perseverancia se alimentan de los logros suficientes. 

Los fracasos curten, pero los éxitos guían.

La esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que tiene sentido, no importa cómo resulte. Václav Havel.

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