Cómo superar el trauma de volver a la oficina, tras meses de teletrabajo

Raúl Salgado    20 agosto, 2020
La vuelta a la oficina

El miedo es la emoción más difícil de manejar. El dolor lo lloras, la rabia la gritas, pero el miedo te atrapa silenciosamente.

Es una frase atribuida a David Fischman, con la que podrían sentirse identificados los cientos de miles de personas que en las próximas semanas, tras casi medio año teletrabajando, deben volver a la oficina.

Máxime teniendo en cuenta la preocupante evolución de una pandemia que ya ha empezado a cobrarse su factura psicológica. Los profesionales han detectado un elevado número de casos de ansiedad, estrés, turbación a salir de casa (agorafobia) y depresión, que se deben tanto a lo vivido como a lo que queda por vivir.

Actualmente empiezan a aflorar cuadros relacionados con situaciones traumáticas durante el confinamiento y casos psicopatológicos asociados al proceso de desescalada y a esa ambigüedad e incertidumbre que origina la crisis sanitaria.

Ahora muchas personas tienen que coger de nuevo el transporte público, interaccionar con jefes y compañeros, incrementar las medidas de prevención… con el agravante de la fuerte presión social que ejercen los medios de comunicación, las autoridades, los amigos y familiares.

Miedo a salir de casa

De ahí que sea totalmente lógico el miedo a volver al trabajo. Pero el problema no es tanto que aparezcan esos temores como la forma de afrontarlos.

Al menos, en opinión de Ángel Luis Guillén, socio director del Centro de Psicología Psicopartner, quien explica que ese miedo nos va a llevar a desarrollar conductas de prevención, que sus excesos pueden paralizar e incapacitar y que restarle importancia podría suponer una amenaza para la salud.

No obstante, la mayoría de esos miedos no son producto de nuestra imaginación, por lo que resulta imposible determinar si la respuesta es desproporcionada.

La ambigüedad, la falta de información y las contradicciones están siendo el caldo de cultivo ideal para que aparezcan trastornos de ansiedad, depresión, insomnio o estrés crónico.

No es cuestión de volver a la oficina, sino de asumir y aceptar unas nuevas condiciones de trabajo que prohíben comer con los compañeros, que obligan a trabajar con mascarillas y mamparas de por medio, que impiden estrechar la mano o dar besos…

Guillén señala otros factores que están incidiendo en la situación anímica de los empleados, como los conflictos de pareja o familiares, la imposibilidad de conciliar, la prohibición de realizar actividades de ocio que actuaban como reguladores de estrés, problemas psicológicos previos y agravados, como el estrés laboral o la incertidumbre…

Claves para gestionar la vuelta a la oficina

El socio director de Psicopartner destaca las siguientes claves para gestionar estas situaciones:

  • Evaluar de forma objetiva el peligro, contrastar información, seguir las indicaciones de las autoridades sanitarias, así como de los servicios de prevención de riesgos laborales de las empresas.
  • Establecer y mantener las rutinas que nos proporcionan sensación de control de nuestro día a día.
  • En caso de que sea posible, realizar una incorporación al trabajo de manera progresiva, lo que reduce considerablemente la ansiedad.
  • Elaborar un plan de contingencia ante las preocupaciones, que recoja, por ejemplo, cómo nos organizaríamos en caso de que las clases de los niños no fueran presenciales.
  • Realizar técnicas de mindfulness o atención plena. Guillén detalla que se trata de un proceso de regulación de la atención en el momento presente, en el aquí y en el ahora, focalizándola en lo que hacemos, pensamos, sentimos y percibimos, siendo conscientes de lo que ocurre a nuestro organismo y de cuáles son nuestras conductas.
  • Identificar el miedo y detectar la base racional o irracional que lo sustenta, estableciendo medidas de prevención que cubran esos temores racionales y cuestionando los irracionales.

Del trauma a la fobia

Por su parte, Antonio Pamos, doctor en Psicología y socio director de Facthum-We’ll, expone que el trauma se basa en un recuerdo aversivo que se instala en nuestra memoria y se retroalimenta a través del sistema límbico, generando un enorme malestar.

Y refrenda que en torno al trauma hay que hacerse tres preguntas:

  • ¿La experiencia que lo provocó es suficientemente aversiva?
  • ¿La intensidad con la que lo revivimos está justificada?
  • ¿Ha pasado tiempo suficiente para que haya aminorado su fuerza o incluso desaparecido?

Por ello, lo primero que habría que valorar es hasta qué punto el trauma está justificado para poder determinar el tipo de intervención.

Sea como fuese, considera que si la persona se ve incapaz de volver a trabajar por miedo, estará entrando en otro escenario muy distinto: la fobia. Y destaca que la mejor manera de luchar contra un trauma es desde dos perspectivas:

  • Reestructuración cognitiva, es decir, racionalizando la situación que provoca el malestar.
  • Control de ansiedad o, lo que es lo mismo, limitar el efecto fisiológico de la angustia.

¿Qué pueden hacer las empresas?

Si bien es cierto que el miedo es muy personal, las empresas adquieren un papel muy relevante en esta nueva situación, ya que tienen la capacidad de desarrollar programas dirigidos a la adaptación de sus trabajadores.

En este contexto, Guillén recuerda que los programas de Asistencia al Empleado se llevan estableciendo desde hace muchos años a nivel empresarial, sobre todo en Estados Unidos.

Dentro de estos programas se encontraría la Asistencia Psicológica al Empleado, cuyos programas suelen ofrecerse tanto a trabajadores como a familiares directos, siendo las consultas totalmente confidenciales y atendiendo problemas laborales y personales.

De igual modo, el socio director del Centro de Psicología Psicopartner indica que las compañías pueden desarrollar la resiliencia empresarial, entendiéndola como la capacidad de los empleados para afrontar situaciones adversas, sobreponerse a ellas e incluso salir fortalecidos.

Finalmente, Pamos recomienda a las empresas intentar comprender a sus trabajadores, puesto que el virus no distingue jefes de empleados. Y propone poner en marcha un sistema de intervención en tres niveles:

  1. Información: a través de webinars, blogs, fichas, píldoras, donde se comparte con el empleado cómo enfrentarse a sus miedos.
  2. Formación: a través de talleres presenciales.
  3. Intervención: mediante tratamiento psicológico a quienes se encuentren en un peor estado de salud psicológica.

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