Lo que la universidad no te puede enseñar

Juan Luis Manfredi    7 junio, 2018

Se aproxima el verano y, con él, el periodo de prácticas del alumnado. Son los becarios que inician su experiencia profesional directa en tu empresa y que llegan deseosos de aprender, desenvolverse en un nuevo territorio y ganar algún dinerillo. No me gustan los tópicos, pero si quieres hablamos de la generación millennial. Como profesor universitario, veo muchos alumnos que tras el verano han mejorado sus competencias profesionales, comienzan a entender la actividad en la redacción y son cómplices de los comentarios de actualidad. Algunos se replantean su camino y quieren emprender sus propios proyectos. En una palabra, maduran muy rápido en los dos meses de verano, porque descubren que su vocación de estudiante es una práctica profesional completa.

Sin embargo, muchos de mis alumnos y también de los empresarios que los reciben se quejan de esta o aquella carencia. Seguro que ambas partes tienen razón y, por este motivo, he identificado algunas cualidades que la universidad no puede enseñar, porque están fuera de su ámbito curricular, porque son transversales o bien porque dependen de las ganas de asumir un cambio interior. Esta lista que ahora señalo aspira a ser una hoja de ruta tanto para el estudiante que ahora empieza su carrera profesional como para quien seleccionará el talento universitario.

Demuestra qué sabes hacer

En la universidad, nos encargamos de sellar expedientes, emitir certificados y otros “bellos” documentos institucionales. Sirven de poco si, al llegar, no sabes hacer algo. El currículo de papel está bien, pero aún mejor estará saber demostrarlo en un portfolio con tus trabajos aprobados en clase, tus iniciativas en el Aula de Cultura (o de Deportes) o tu bosquejo de trabajo fin de grado. Esto demuestra una trayectoria, no el aprobado general de una lista de materias. El portfolio tiene que tener una dimensión digital: presencia en redes sociales, blog o cualquier instrumento parecido. Esa la mejor manera de ver cómo se comporta una persona en redes y cómo las entiende. También sirve para cuantificar cómo valora la privacidad, ese bien cada vez más escaso.

Distinguir entre lo urgente y lo importante

Con el cuadrante de Eisenhower o con un método rudimentario de análisis, pero hay que valorar cómo se organiza, cómo distribuye las tareas o cómo atiende las reuniones. También es un buen indicador de cómo responderá al estrés y a los periodos de más actividad profesional. Priorizar, seleccionar, jerarquizar y relacionar son cuatro verbos que nos ayudarán en este proceso. Una pregunta puede ser buen termómetro: ¿qué has sacado en claro de esta última reunión? Solo así puedes observar si la persona tiene un entendimiento amplio del proyecto o solo una visión parcelada.

Pensamiento crítico

El becario acepta las normas porque acaba de llegar y apenas se entera. Vale, pero más sugerente sería que propusiera cambios, hiciera preguntas sobre la rutina profesional, planteara novedades, compartiera su experiencia previa, precisamente porque es escasa y no monetaria. El pensamiento crítico parte del conocimiento informado: sé de qué va mi profesión y cómo mejorarla; no consiste en aceptar “lo que siempre se ha hecho”. El pensamiento crítico es la base de la innovación dentro y fuera de la organización.

Hablar en público

Es una habilidad que no se puede negociar, porque cualquiera que sea tu actividad industrial habrá que contactar con clientes, proveedores, distribuidores, desencantados con tu servicio y otros tantos públicos. No importa que seas periodista, trabajador social o comercial de seguros. La tarima muestra cuánto entiendes del negocio, cómo cuentas la historia o cómo tratas a los demás.

Empatía

Es la palabra de moda, no me cabe duda, porque abarca las relaciones sociales, el interés por las personas que te rodean y la capacidad de entender sus necesidades o inquietudes. Pienso que la empatía del becario puede indicar su capacidad para el aprendizaje permanente, cierta dosis de humildad, el interés por el trabajo en equipo y la escucha activa. Sin empatía, es difícil resolver conflictos, aminorar las diferencias o abordar la transformación en una organización.

Creatividad

Como fuente para la capacidad de adaptación. Vamos hacia un capitalismo creativo con constantes cambios en las relaciones laborales. Este nuevo entorno económico requerirá que seamos capaces de cambiar de jefes, de funciones, de horarios y de tantos otros elementos que “antes” eran estables. La creatividad es la respuesta original a un problema inesperado y, en el medio plazo, nuestra organización se enfrentará a muchos. Si podemos contar con becarios que piensen de forma original, sus ideas contribuirán a la supervivencia del negocio.

Espero que estas competencias no curriculares os sirvan este verano tanto a unos como a otros. ¡Suerte en el periodo que comienza!

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