Las tres virtudes de los profesionales que tienen éxito

Alfonso Alcántara    29 junio, 2018

¿Cómo podrías conseguir más de un millón de seguidores en redes sociales?

@JPelirrojo es un joven youtuber, actor, cantante y profesional polifacético. Nos conocimos en una jornada dirigida a emprendedores, donde me contó su ya intensa trayectoria profesional, que revela la importancia de “ponerse a caminar”. 

«Mi chica había conseguido una beca para estudiar un año en Canadá y yo quería irme con ella. Yo no tenía visado de estudios ni de trabajo, así que pasé un año pegado al ordenador.

Tenía un canal de YouTube y una web donde subía cosas relacionadas con mi música. Decidí empezar a subir más cosas, como sketches.

Descubrí que había gente en Estados Unidos ganándose la vida con ello y empecé a dedicarle bastante tiempo a crear mi propio contenido.

De vuelta en España volví a trabajar de noche en una gasolinera, mientras que durante el día le dedicaba todo mi tiempo a crear contenido para YouTube.

En 2011 Google creó un concurso (YouTube NextUp) para descubrir talento en YouTube y me presenté. Conseguí ser uno de los tres ganadores de España y gané 20 mil euros y una semana de formación en Londres, en las oficinas de Google.

Si algo he aprendido es que tienes que ponerte a caminar, las oportunidades ya aparecerán, encontrarás el modo. Y trabaja, trabaja muchísimo por lo que quieres, aunque eso implique trabajar en cosas que no te gusten para conseguir los medios».

Para mí, la moraleja de la historia de JPelirrojo es clara: hacer lleva a hacer más, no hacer lleva a hacer menos.

Y esta conclusión me lleva directamente a la primera de las tres virtudes que definen a los profesionales que tienen éxito en su negocio y en su carrera.

1. La virtud de la actividad

En el clásico Alicia en el país de las maravillas (1865), de Lewis Carroll –seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson–, Alicia dice:

–En mi mundo, cuando se corre, se cambia de lugar.

La Reina, sorprendida, exclama:

–¡Vuestro país es muy lento! Aquí, como ves, hay que correr lo más rápido posible para permanecer en el mismo lugar.

Si haces algo, puede pasar algo; si no haces nada, pasará o no, pero aprenderás poco

Posiblemente, la distinción más significativa que podemos hacer en el ámbito profesional es aquella que diferencia entre las personas que actúan y aquellas que esperan y no hacen nada. 

También podríamos decir que hay dos tipos de profesionales, los que accionan y los que reaccionan. ¿Con cuál de los dos perfiles te identificas? 

Una actitud de acción implica iniciativa, disposición a probar y avanzar, realizar planes, mantenerse ocupados, generar hábitos y mostrar dedicación y esfuerzo.

 

No dejes “aparcada” tu vida profesional 

Si dejas un coche aparcado en una calle, durante una o varias semanas, posiblemente no le ocurrirá nada. Pero si ese vehículo tiene una ventana o un faro rotos, ofrecerá una imagen de abandono y de falta de valor que hará más probable que lo desvalijen y le produzcan más desperfectos. 

Es el famoso efecto de las ventanas rotas descrito por Phillip Cimbrado, profesor de psicología social de la Universidad de Stanford. En su experimento comprobó que un coche sufre robos y deterioros a una mayor velocidad más en función del estado que de la zona, barrio o ciudad en que se abandone. 

Cuando no haces nada, no solo no pasa nada, sino que tiende a pasar menos. Y ese efecto también ocurre en la vida profesional, cuando menos te ocupas y planificas tu carrera, más probable es que tu situación empeore, y mucho más rápido de lo que esperas. 

 

En caso de duda, mantente ocupado 

¿Cuántas veces no has tenido ganas de hacer nada en particular pero te has ocupado con algo y ha cambiado tu ánimo y tu nivel de actividad? 

Una de las mejores vías para encontrar mejores empleos, oportunidades y clientes es ocuparse más y mejor. 

Las personas muy ocupadas tienden a ocuparse más, porque sus interacciones profesionales generan más contactos y clientes potenciales, incrementan la profesionalidad y la reputación profesional, y también la motivación por mantener el reconocimiento alcanzado. 

La moraleja es clara, ‘mantenerse eficazmente ocupado’ tiene muchas ventajas profesionales: obtención de información, desarrollo de networking, aumento de la experiencia y la cualificación, generación de hábitos y de un estado de actividad que lleva a más actividad. 

“Si quieres que algo se haga, encárgalo a una persona que esté ocupada” 

 

2. La virtud de la iniciativa

Los que esperan a que las cosas lleguen recibirán las abandonadas por los que salieron a buscarlas 

Un hombre en busca de trabajo le dice al jefe de personal: 

—Vengo a ocupar el puesto del señor que se acaba de ahogar.

—Lo siento, llega usted tarde. Ya se lo dimos al que le empujó. 

El “chiste” es de mal gusto, pero muestra una realidad profesional inevitable: muchas oportunidades no llegamos ni a olerlas porque otras personas se nos han adelantado: la actitud de esperar siempre es superada por la actitud de indagar.

 

«Igualdad de oportunidades» no significa que te las den, sino que tienes las mismas posibilidades que otros de luchar por ellas 

Mientras que unas personas intentan “pescar empleo” o conseguir clientes sentadas con su caña en “la orilla del mercado”, otras hacen el esfuerzo de subir hasta su nacimiento, para lanzar allí sus redes y tener opciones de primera mano con más perspectiva y mucha menos competencia. 

La dedicación es valiosa, pero a veces también es necesaria la iniciativa 

Puedes estar apostado diez horas diarias esperando a que piquen sin saber que río arriba muchos competidores están diezmando tus oportunidades. 

Si estás buscando mejores oportunidades profesionales, está bien que consultes y respondas ofertas de empleo publicadas en Linkedin, pero será mejor si además contactas de forma proactiva con los profesionales de las empresas en las que te interesa emplearte o con las que quieres hacer negocios. 

No sacar partido a la Web 2.0 nos hace menos competitivos, porque otros profesionales sí la están aprovechando 

Tal vez hayas decidido no mantener una presencia profesional online para compartir contenidos en Internet e interactuar en las redes sociales. 

Pero antes de tomar esta decisión, ¿has conocido y experimentado mínimamente las ventajas y herramientas de la Web 2.0 para la vida profesional y valorado de verdad las supuestas consecuencias negativas de tu presencia en la Red?

 

Tomar iniciativa es adelantarse, pero también provocar que las cosas pasen 

Conseguir una oportunidad o la posibilidad de luchar por ella, a veces será cuestión de llegar el primero o de llegar antes, de presentarte donde no te esperan o cuando no lo esperan. 

No somos conscientes de que también podemos ser protagonistas para intentar hacer que las cosas sucedan y ayudar a crear nuevas oportunidades. 

No solo se trata de buscar y esperar, también puede estar en nuestra mano construir opciones y caminos.  

No esperes a ser valiente para actuar, haz lo que harías si fueses valiente.

 

3. La virtud de intentarlo

No hagas de la búsqueda de la perfección una excusa perfecta para no empezar.

Hazte estas preguntas: ¿Y si lo intento? ¿Y si empiezo a hacerlo? ¿Y si lo hago, a pesar de todo?

Estos interrogantes funcionan como herramientas de impulso para la acción, motivan a probar opciones por insignificantes, inútiles, extrañas o improbables que a priori nos parezcan o les parezcan a otras personas. Previenen que rechacemos de forma casi automática o demasiado pronto las opciones que se nos presentan.

“En el 80% de los casos, el éxito solo consiste en presentarse a la cita”.

 

Esta reflexión de Woody Allen nos pone en la pista de que a veces será suficiente con intentarlo. Se trata de probar a modo de «experiencia piloto», con un esfuerzo y una inversión mínimos y ver qué pasa.

No analices tanto, simplemente prueba. 

Cuando no sabes qué hay que hacer, empieza a caminar.

¿Sobre análisis? Ya sabemos lo que tenemos que hacer, lo que pasa es que no lo hacemos. No decidirse es “no tener que hacer nada más”, algo más cómodo que probar y rectificar, ¿verdad? 

Las situaciones de toma de decisiones en las que analizamos las alternativas y las consecuencias en exceso o de forma improductiva, en lugar de decidir y actuar, suelen describirse bajo la etiqueta de “parálisis por análisis”, una coartada más elegante para la inactividad que la procrastinación o la indolencia. 

Según esta etiqueta supuestamente explicativa, nuestra inacción se debería a una actitud perfeccionista de reflexión que produce un grado de ansiedad que no nos permite elegir. 

Pero otra explicación en muchas situaciones de supuesta “parálisis por análisis” no tendría que ver con la duda y las emociones, sino con evitar el esfuerzo que implicaría intentarlo. 

En la famosa fábula sobre el cambio Quién se ha llevado mi queso, Haw, uno de los hambrientos ratones protagonistas, sugería dejar de analizar tanto las cosas y ponerse a buscar algo de queso nuevo. 

La vida cotidiana de muchas personas se caracteriza por la pasividad y la débil exploración de lo que los rodea, como el adolescente que prefiere preguntar a su madre dónde está la mortadela antes siquiera de echar un leve vistazo al interior del frigorífico. 

O como el profesional que debería ya tener presencia en redes sociales, pero que la pospone alegando desconocimiento, en lugar de ponerse a buscar en Google las guías o consejos básicos para iniciarse. 

En palabras de @carinaszpilka, ex directora de ING, la virtud de intentarlo tiene que ver con esta idea: menos talk y más walk.

 

En lugar de preguntar qué va a pasar, pregúntate qué voy a hacer.

Avanza. En caso de duda, actúa: da el siguiente paso pequeño.

Cuando quieras motivarte para empezar, elige una tarea suficientemente pequeña que no puedas no realizar.

 

Luther King alentaba a dar el primer paso “con fe”. Más allá del fondo religioso de la afirmación, nos interesa constatar que no es necesario ver toda la escalera completa para subir el primer escalón. 

Ese pequeño avance nos dará un poco más de perspectiva y, lo más importante, creará la inercia de la subida.

El proyecto profesional más largo y el negocio más difícil que hayas emprendido empezó con ese primer paso que desencadenó todo y que, tal vez, no fue fruto de una decisión especialmente meditada que creíste iba a tener tanta repercusión. 

¿Cómo puedes pasar a la acción y avanzar?

Elige una tarea sencilla que no requiera esfuerzo y te ponga en movimiento con dirección a tu objetivo.

Si quieres empezar a hacer deporte pero nunca has hecho ejercicio, seguramente un buen primer paso sería dedicar un día a comprar ropa deportiva en un centro comercial.

El segundo podrías darlo al día siguiente: enfundarte el chándal para ver la tele en el sofá. ¿O es que pensabas correr la Maratón de Nueva York de un día para otro?

Cuidado, porque tendemos a considerar imposibles los cambios para luego pasar a minusvalorar los logros alcanzados, por pequeños que parezcan.

Dar estos dos primeros pasos, comprar y acostumbrarte a usar ropa de deporte, es un avance muy importante porque NUNCA lo has hecho. Tal vez el tercer día sea el adecuado para darte un paseo de cinco minutos por tu calle aprovechando que debes bajar la basura.

¿De dónde sacar motivación cuando no se tiene? De los pasos pequeños, que no necesitan fuerza y llevan a los grandes.

Planifica. Hacer un plan pequeño también es dar un paso pequeño.

No te preocupes por ser mediocre al principio, preocúpate por avanzar.

 

El mejor plan estratégico es “hacer cosas”. Intentar hacer siempre ‘el gran plan’ como condición previa a empezar puede ser un harakiri motivacional.

El general americano George Patton era reconocido por hacer avanzar a sus ejércitos a una gran velocidad en la Europa de la Segunda Guerra Mundial. Al parecer, declaró que un plan mediocre ejecutado enérgicamente es más eficaz que un plan perfecto ejecutado sin motivación.

Cuando no estás seguro sobre cómo diseñar parte de tu estrategia profesional o de tu negocio apoyándote en Linkedin, Instagram o Facebook tal vez, antes de empezar, decidas esperar a que te llegue la inspiración o a recibir alguna formación relacionada.

Pero, ¿y si empiezas buscando y analizando perfiles en esas redes de profesionales competidores a los que querrías parecerte?

Tal vez también puedes revisar las de empresas que son referentes en tu sector y ver cómo lo hacen. Luego, descansa.

   

Acción 2.0: la Red como banco de pruebas fácil, rápido y barato 

La llamada Web Social, y la blogosfera y las redes sociales en particular, ofrecen la posibilidad de poner a prueba experiencias y tácticas profesionales con una inversión asequible y controlada de recursos y de tiempo que ofrece feedback relativamente rápido sobre la eficacia de las acciones emprendidas. 

Puedes crear la marca y el sitio de tu empresa hoy mismo, mantener acciones de networking real en las redes y en los eventos presenciales relacionados, visualizar el futuro de tus servicios observando cómo lo hacen otros profesionales del ámbito que te interesa y comprobando cuántos usuarios y potenciales clientes consultan y utilizan las propuestas que has publicado o compartido. No está mal para empezar, ¿no? 

Si, por ejemplo, te estás especializando en psicología para padres y madres y consideras la idea de montar a medio plazo una iniciativa por tu cuenta, uno de los primeros pasos sería generar alternativas de nombre para tu negocio y para tus marcas o servicios: psicología para padres, solo hijos, escuela de padres, mamás y papás, más que padres, más que hijos, hijos felices, psicofamilia… 

Una amiga psicóloga eligió y registró finalmente el nombre de la página de su negocio tras comprobar que muchas de las marcas que había pensado ya estaban registradas. Pero además, esta sencilla revisión de dominios que solo le llevó unos minutos, le proporcionó información interesante sobre el sector y su competidores. 

En @Yoriento, mi cuenta Twitter, cuento actualmente con más de 120.000 contactos. En los últimos diez años he invertido dedicación y esfuerzo a sacar partido profesional a esta y otras redes sociales, para difundir mis servicios como conferenciante de empresa y motivador de profesionales. 

Pero mis inicios fueron titubeantes, porque dudaba de su utilidad y no encontraba conocidos o profesionales de referencia entre sus usuarios. Al principio, lo consideré una potencial pérdida de tiempo. 

De hecho, me lo pensé tanto que tras darme de alta en 2007, pasaron seis meses antes de publicar el primer tweet el 6 de enero de 2008: 

“Un día de Reyes comienzo con Twitter, sin convencimiento pero con cierta curiosidad. Truquillos y recomendaciones serán bienvenidas :-)” 

El 22 enero 2008 publiqué un segundo tweet que todavía mostraba más dudas: 

“Elucubrando artículo. No acabo de pillarle el punto al Twitter, todo se andará…“ 

Moraleja: Dar pasos, aún sin convicción, es el camino para mejorar, especialmente cuando el riesgo y la inversión requeridas son muy bajas.

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