Tus ideas cuentan

Javier Villalba    6 diciembre, 2012

En ocasiones la empresa va por un lado y los trabajadores por otro; o lo que es lo mismo, la dirección sigue un camino, forzosamente solitario, porque no invita a la participación ni crea espacios para el diálogo, ni consulta ni abre debate.

Tal concepción del trabajo descansa en la idea de que “los trabajadores tienen que limitarse a trabajar; trabajar y producir; producir y rendir, que es por lo que se les paga”. Un error que nos cuesta la desconexión afectiva del trabajador de su trabajo y que tiene como resultado la pérdida del valor que trasciende a la mera ejecución de actividades, obteniendo una productividad limitada a lo manual, a lo operativo, a lo procedimental.

Transmutar al trabajador en colaborador supone tomar conciencia del valor de las personas y de la ventaja que representa contar con su colaboración; una fórmula que propicia mejoras y novedades, que puede proporcionar logros incrementales y, ¿por qué no?, disruptivos. Poner el conocimiento en acción no es otra cosa que aprovechar el talento, crear cauces para poderlo expresar, tener ocasión de considerar otras alternativas, analizar su viabilidad y dejar de derrochar ocasiones para empezar a aprovechar sinergias.

Es entonces cuando “sus” ideas cuentan, un escenario que de percibirse así anima a los colaboradores, les confiere valor al reconocer sus logros, les dota de nueva identidad y les anima porque han adquirido una consideración que antes no tenían.

Cuando, con autenticidad, creamos un clima de participación, el directivo tiene ocasión de tornar su “soledad” en compañía. Si acierta en la propuesta y es capaz de aglutinar voluntades, creará equipo y entonces podrá sentirse miembro reputado.

No existen milagros, existen voluntades y actitudes, que encontrarán ideas a las que dar forma para trasladarlas con acierto invitando a los colaboradores a hacerlas propias.

Una podría ser esta: “Tus ideas cuentan”, una proposición de campaña que se dirige a sensibilizar a la plantilla sobre la importancia de hacer bien las cosas, hacer caer en la cuenta de que lo que ya se hace bien se puede mejorar y que cualquier actividad puede acometerse –más hoy- con medida; es decir, sin incurrir en gastos superfluos o innecesarios, ahorrando.

Seis ideas pueden sujetar el marco de esta campaña:

  1. El ahorro representa un beneficio.
  2. La eficiencia contribuye al ahorro.
  3. A mayor ahorro, mayor margen.
  4. A mayor margen, mayor beneficio.
  5. Si hay beneficios, todos ganamos.
  6. Si todos ganamos, los participantes han de poder percibir su ganancia.

Es sabido que quien hace el trabajo es el que más sabe sobre ese trabajo, lo que representa la base para la búsqueda de la eficiencia; mejoras que pueden prospectarse en cuatro frentes:

  1. Obtención de nuevas fuentes de ahorro.
  2. Mejoras susceptibles de ponerse en práctica.
  3. Cambios en las rutinas de ejecución, que podrían aplicarse directamente o poniéndose de acuerdo un pequeño grupo de trabajo.
  4. Exportabilidad de mejoras de unas áreas a otras.

Una campaña como la esbozada requiere formalización y definición de roles, método y sistematización, pero también necesita acreditarse como una acción con valor y precisa desarrollar un sistema de medición de resultados, así como cuantificar económicamente el ahorro y las ventajas de las mejoras implantadas.

Ahora bien, una acción aislada no cumple con el propósito original de creación de un clima de participación y contribución, cuya ventaja supone contar con una fuente de valor inagotable, por lo que la acción iniciada deberá servir de fundamento para la impulsión de sucesivos retos que buscarán aprovechar la inspiración del equipo y el beneficio del conjunto, que para una empresa no es otro que pervivir en el tiempo  del cliente.

 

Foto @Robert S. Donovan, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0

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