Si la vida te da abetos, haz un laberinto

Ángel María Herrera    6 noviembre, 2018

Sí, ya sé que el dicho correcto es: «Si la vida te da limones, haz limonada». Pero es que a Emilio Pérez Carral lo que le dio la vida fueron abetos y un terreno mal explotado para alimentar al ganado, pero logró sacar el mayor jugo posible de todo ello.

Emilio es operario de Montes desde hace treinta años en el vivero de Villapresente (Cantabria) y con el auge de la fiebre inmobiliaria se dedicó a vender abetos de jardín para el cierre de parcelas de chalés adosados. Como cualquier emprendedor, en su momento detectó una oportunidad de mercado y supo aprovecharla, hasta que la construcción pegó el frenazo y se encontró con un enorme stock de árboles que no pudo vender.

Tuvo que pensar qué hacer con cerca de 4.000 arbustos que tenía en su vivero. Podría haberse lamentado, culpado a los políticos y bancos o pedido subvenciones y ayudas para la reconversión del abeto, pero no, lo que hizo fue hacer del problema una oportunidad, y empezar a plantarlos en aquel terreno que tenía infrautilizado junto con sus dos hermanos, pero no colocándolos de cualquier manera, sino construyendo un laberinto. Pensó que si hacía uno lo suficientemente grande, la gente iría a aquel apartado pueblo a visitarlo.

Lo primero que hizo Emilio fue dibujar sobre un papel el mapa del laberinto, basándose en otros que buscó por Internet, y a continuación marcar con cal las líneas en las que plantaría los 4.000 árboles, dispuestos en filas que suman unos cuatro kilómetros de longitud y ahora alcanzan una altura de 2,5 metros. Teniendo en cuenta que el terreno constaba de más de 5.000 metros cuadrados, sus vecinos le tildaron de loco al principio, otros pensaron que estaba construyendo un nuevo vivero, pero ninguno se imaginó que sería el germen de un negocio que hoy en día recibe mil visitantes a diario en verano y que también da trabajo a la hija del propio Emilio y a algún que otro ayudante.

Con la perseverancia propia del que tiene claro su sueño y desoyendo las voces agoreras, fue como logró construir El Laberinto de Villapresente, el más grande de forma estable en España (hay otros temporales de maíz), y este es el resultado:

En el mundo de las startups a esto se le llama pivotar, aunque mi abuela lo llamaba buscarse las habichuelas por otro lado. Me parece un claro ejemplo de emprendimiento y de cómo superar los obstáculos de la vida, transformándolos en algo positivo.

Creo que se habla mucho de montar negocios, pero poco de reinventarse y de lograr salir adelante frente a la adversidad con los recursos que tengamos.

En el Laberinto vegetal de Villapresente, que cuenta con más de 5.600 metros cuadrados, cruzar su puerta y recorrer sus pasillos de abetos, todos idénticos, es un auténtico reto . «El tiempo récord del laberinto lo tiene un hombre que memorizó la foto del mismo y lo hizo en 14 minutos», cuenta Emilio en una de sus múltiples entrevistas. Luego está el extremo opuesto. «Recuerdo a un matrimonio mayor que vino hace meses. Ella salió, pero él se quedó, porque quería conseguirlo solo y tardó siete horas en salir… la mujer comió sola y todo». «Yo lo hago en seis minutos», alguna ventaja tiene que tener ser el creador. Pero todos estos detalles son lo de menos, porque como decía el escritor José Bergamín:

«El que solo busca la salida, no entiende el laberinto, y aunque la encuentre, saldrá sin haberlo entendido».

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