La jaula de oro

Alberto Mena    26 mayo, 2016

La primera vez que vi el concepto de «jaula de oro» fue leyendo sobre el caso de un tipo que trabajaba en una consultora «líder en su sector». La persona en cuestión había iniciado su camino laboral en esa importante compañía y a base de trabajar entre 60 y 80 horas a la semana había conseguido ir subiendo en el escalafón y, con ello, incrementar sus ingresos. El trabajo en esos casos se suele convertir en una carrera por conseguir constantemente objetivos de ingresos y margen, para cobrar sustanciosos bonus.

Al cabo de unos años esa persona, que en realidad tenía también sus aficiones y vida personal fuera del trabajo, lo había ido abandonando todo poco a poco. Poca presencia familiar, poco tiempo para lo que le gustaba arrinconándolo a los fines de semana, y eso cuando era posible. A la vez que sus ingresos aumentaban, también lo hacían sus gastos. Se hipotecó en una propiedad acorde con sus altos ingresos, coche caro, compra de una segunda propiedad en la playa, los hijos estudiando en importantes colegios y la mujer, que también tenía un buen trabajo pero de ingresos más modestos, se había acostumbrado a ese estatus.

Llegó un día -ese día casi siempre llega, pero a veces es justo cuando te despides de este mundo- en que ese hombre se dio cuenta de que quería cambiar ciertas prioridades. Trabajar menos horas, de otra forma, hacer algo que realmente le ilusionase, no centrarse tanto en objetivos económicos y, en definitiva, encontrar cierto sentido a su trabajo, más allá del pecuniario. Sin embargo, tras meditarlo un día de vacaciones en la playa, mirando al horizonte un atardecer, se percató de que no le iba a resultar ni mucho menos fácil, dado que su nivel de ingresos era alto, pero su nivel de gastos también lo era y habría consecuencias si se cortaba el flujo de ingresos al que estaban acostumbrados él y su familia.

Se dio cuenta de que estaba encerrado en una cárcel virtual que habían ido construyendo él mismo y el sistema. Una bella jaula de oro que le proporcionaba ingresos y comodidad, pero no ese algo adicional que toda persona busca a lo largo de su vida con diferente fortuna. Un propósito.

Uno no puede vivir una existencia realmente excelente si no siente que pertenece a algo superior y más permanente que uno mismo.

Mihaly Csikszentmihalyi.

De forma recurrente pienso en ese concepto aplicado a las empresas. Como decía Daniel H. Pink, hace demasiado tiempo que existe una falta de entendimiento entre lo que la ciencia sabe y lo que la empresa hace. Los ingresos de una compañía, o más concretamente el beneficio económico que obtiene cada ejercicio, puede ser su peor enemigo, su jaula de oro. Aquello que no le permite mirar a otro lado y empezar a hacer cosas distintas. No digamos ya en empresas de tamaño grande, de más de mil empleados. Es sumamente fácil generar ineficacia en esas empresas y ser incapaz de crear nuevas formas de ingresos a partir de nuevas formas de trabajo que tengan sentido y que realmente cambien las cosas de forma importante. Es algo extremadamente difícil y en lo que el azar juega también un papel fundamental..

Recuerdo una conversación con un directivo de una empresa de TI en España en la que afirmaba con rotundidad: «La suerte no existe». Es sobrecogedor lo dispuestos que estamos a rechazar la creencia de que mucho de lo que vemos en la vida es azar. Nos gusta pensar que nuestro esfuerzo y dedicación hacen que las cosas sucedan. Sin ello, es cierto que difícilmente suceden, pero la suerte explica mucho más de lo que pensamos. Hay muchos Steve Jobs que no encontraron a su Wozniack en el momento adecuado y no pasaron de ahí.

Llevar una vida satisfactoria requiere algo más que limitarse a cumplir con las exigencias de los que mandan; en cambio, en nuestras aulas y en nuestros despachos vemos muy poco compromiso. Lo primero te puede ayudar a superar el día, pero sólo lo segundo te ayudará a superar la noche.

«La sorprendente verdad sobre qué nos motiva». Daniel H. Pink.

No quiero que se me entienda de forma equivocada. El beneficio empresarial es importante, hay que cuidar la salud económica de la empresa, porque de lo contrario ésta desaparece. Pero lo financiero no es lo que debe dirigir una empresa. Poner al frente de una compañía al director financiero es pegarse un tiro en el pie. Nunca hará nada importante, salvo que se quite la gorra de finanzas y arriesgue. Pero el problema es que el riesgo y el director financiero son agua y aceite.

En mi sector, TI, es habitual trabajar muchas horas en proyectos porque simplemente hay que cumplir una fecha. Nadie suele explicarte el porqué hay que cumplir, se da por hecho. Pero comienza a haber un número de personas cada vez mayor que en el desarrollo de software quiere entender por qué hace lo que hace y quiere hacer cosas útiles y no trabajar para construir la jaula de oro de un directivo o de la propia empresa.

La jaula de oro está hecha de ingresos económicos, pero sus barrotes más fuertes son mentales. La resistencia al cambio lo inunda todo en el trabajo, el mundo suele ser cruel con lo nuevo. Resulta esperanzador percibir el aire de cambio en ciertos grupos de trabajo donde se mezclan la veteranía y los recién llegados llenos de ilusión. Sobre estos últimos tenía razón Edwin Catmul cuando escribió que para forzar un aprendizaje rápido, no hay nada como la ignorancia combinada con una imperiosa necesidad de éxito.

Las claves de la motivación interna, que es en realidad la única que existe, aunque muchas empresas insisten en no querer verlo, son tres: la autonomía (el poder dirigirse uno mismo), la maestría (llegar a dominar tu disciplina) y el propósito. Es en este último donde se suele fallar, no lo encontramos.

Como conclusión quiero plantear la necesidad de liberarnos de la jaula de oro que, para algunos, es simplemente la estabilidad, la ausencia de riesgos, el estilo de vida carente de sentido para uno mismo. Si estás feliz en esa jaula, es tu decisión, pero no olvidemos que quien cree que el dinero lo hace todo, acaba haciéndolo todo por dinero. Creo que lo más importante es levantarse cada día y sentir que tu vida tiene un propósito elegido por ti, porque como le dijo Aquiles a la bella Briseida:

Te contaré un secreto, algo que no se enseña en tu templo, los dioses nos envidian. Nos envidian porque somos mortales, porque cada instante nuestro podría ser el último, todo es más hermoso porque hay un final.

 

Foto: Pixabay

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