Decálogo del ‘hacker’ en la empresa

Juan Luis Manfredi    8 julio, 2014

Sí, creo que hay que hackear las organizaciones. Pienso que es necesario para adaptarse a los nuevos tiempos, transformar los modelos de negocio, acceder a las comunidades de programadores y desarrolladores, mejorar los procesos de aprendizaje y atreverse a innovar una y otra vez.

Eso es lo que considero hackeo de empresas y no la actividad delictiva que hemos visto mitificada en las películas. El uso popular ha comprado el argumento de que los hackers son malvados, que se dedican a robar cuentas bancarias online y por mucho que estos han promovido su Jargon File no hay manera.

Para mí, el hackeo se vincula a la actividad de innovación en la empresa y, en particular, en aquellas que son intensivas en tecnología. Así lo he leído en el blog de Harvard Business Review, que considera que «todo es hackeable en la medida en que la forma en que hemos diseñado los distintos sistemas no está predeterminada o no es inmutable. Por eso, podemos rediseñar y jugar con los elementos». También he encontrado ideas parecidas en la London School of Economics & Political Science. La autora argumenta que el «hackeo« es una actitud mental, no un conjunto de habilidades técnicas. La tercera fuente es esta excelente entrevista al periodista Ramón Trecet, que explica los problemas de innovación en la industria de la prensa. Su metáfora «aurigas» es visual: son aquellos líderes que dirigen la empresa ajenos al tsunami digital. Éste es el enfoque que debe servir a las empresas pequeñas, medianas o grandes.

  • Hackear es aprender. En la sociedad del aprendizaje hay que apostar por la formación continua a través de cursos oficiales, MOOC o la fórmula que se desee. Solo a través de Internet y los nuevos medios tenemos acceso a todo tipo de lecturas, conferencias o análisis. El conocimiento es fuente de ventaja competitiva, porque nos permite entender antes y mejor la industria en la que nos movemos.
  • Hackear es conectar. Participa en las redes sociales y en las comunidades profesionales. Comparte tu experiencia en charlas formales e informales. Ayuda desinteresadamente donde consideres que puedes crear valor, por ejemplo en los programas de mentoring en universidades y escuelas de negocios. Súmate a proyectos más grandes que el tuyo y contribuye.
  • Hackear es digital. Vivimos en las redes sociales. Cada vez más. Por eso no es una decisión inteligente poner trabas a la participación nuestra y de los empleados en Facebook, Twitter, Linkedin o cualquier otra comunidad digital. La digitalización facilita la aceleración en la ejecución de proyectos.
  • Hackear es compartir. Si creas valor para tus redes profesionales y digitales, puedes generar nuevas relaciones triangulares. A menudo, sucede que la innovación procede de alguien de fuera. Alguien que, con otra visión del negocio, te pregunta: ¿por qué hacéis esto de esta manera y no de otra? Compartir es poder.
  • Hackear es transformar. No existe un producto o un servicio que no se pueda mejorar. La transformación es un proceso circular y, por eso, no hay que obsesionarse con los productos «perfectos». Cambia tu perspectiva y lanza al mercado productos y servicios en permanente estado de mejora.
  • Hackear es desafiar. No aceptes un statu quo, un «siempre se ha hecho así en la empresa». Estas actitudes generan barreras artificiales y retrasan la innovación. Cambia el chip: desafía a tus empleados a cambiar las formas de hacer las cosas y mejorarlas. Recompensa las buenas ideas.
  • Hackear es liderar. No esperes a copiar a la competencia, eso no es una estrategia que puedas controlar. El liderazgo nos permitirá probar, investigar y tomar conciencia de los nuevos desarrollos de la industria. No sabemos cuáles serán las decisiones acertadas, pero en caso de duda te recomiendo el poema de Robert Frost: Sigue el camino menos transitado.
  • Hackear es «tuitear». Sí, esto también. Porque Twitter se ha convertido en un medio de comunicación y red social que elimina fronteras geográficas, que facilita la conexión internacional, que muestra el trabajo. Aprovecha la potencia de Twitter para innovar.
  • Hackear es diversidad. Este es el núcleo del talento. Huye de los equipos homogéneos y trata de captar talento con formación, origen o creencias distintas a la tuya. El proceso de innovación solo es posible cuando se abren las mentes y se acepta la diversidad.
  • Hackear es comunicar. En la distancia corta, media y larga. Ante los conocidos y los desconocidos. Comunicar no es invadir con publicidad ni con acciones de relaciones públicas. Se trata de persuadir, de conectar con las personas con quienes nos relacionamos. Y aprende a comunicar en las tres lenguas más importantes: el idioma del mundo, el de la tecnología y el de los negocios.

En suma, hackear la empresa no tiene nada que ver con las actividades delictivas. Tampoco con incorporarse a la nueva red social de moda. Hackear consiste en abrazar la disrupción y, en consecuencia, reconfigurar y reprogramar las distintas parte de la empresa (comercio, talento y recursos humanos, finanzas o la propuesta de valor), para integrar Internet en los recursos, los procesos y los valores de la compañía. Eso es innovación. Eso es hackear.

Foto: Alexandre Dulaunoy

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