¿De verdad queremos vivir en una sociedad ‘low cost’?

Raúl Alonso    16 diciembre, 2015

Desde hace más de dos meses no salgo de mi asombro: las colas de cientos de personas que esperan a entrar en la última gran superficie textil que ha abierto en la Gran Vía madrileña me tienen “ojiplático”. Ya está, si no lo digo reviento.

Paseo a menudo por el centro de Madrid, y a las habituales mareas humanas navideñas, este año se ha sumado la de los miles de pacientes clientes de esta tienda: ¿qué les ofrece para justificar esta larga espera?  

Vaya por delante la admiración por su éxito. Está claro que hay algo de fenómeno social en esta perenne cola, hasta mi hija de diez años lleva semanas insistiendo en que ella también quiere ir, como han hecho muchas de sus compañeras del cole. Pero estoy convencido de que la última razón que esconde esa cola no es una oferta diferenciada (que sin duda es acertada), ni la promesa de moverse por un insólito espacio comercial (también atractivo). La razón que explica el fenómeno son sus precios.

Sin duda, la marca ha logrado posicionarse como el mayor referente en moda de lo que los expertos llaman compra inteligente o, lo que es lo mismo, el mejor precio en relación con el grado de satisfacción del cliente. Revisando su catálogo compruebo que el reconocimiento hace justicia: algunas de sus etiquetas me trasladan a hace más de dos décadas… y a una nueva reflexión.

 

Instalándonos en una fantasía  

Queda claro que el pricing es el gran factor competitivo de cualquier negocio, en especial en retail. Nadie lo duda. El mercado global y las economías de escala han permitido una deflación en el PVP de muchos productos básicos como nunca antes habíamos visto, situación que también han propiciado las comunicaciones, los sistemas de transporte, los nuevos modelos de gestión y la más profunda crisis económica que este continente ha sufrido en décadas.

Y el problema es si estamos instalándonos en una fantasía. La crisis puso en entredicho muchos de los principios de la sociedad de consumo, entre ellos el de crecimiento ilimitado, pero da la sensación de que en lugar de abrir camino hacia un modelo sostenible, estemos eligiendo la comodidad de un sucedáneo de épocas pasadas.

Tan cierto como que lo peor de la crisis quedó atrás, es que construimos la sociedad de los 1.000 euros/mes. Son muchos los ciudadanos que deben cubrir sus necesidades con estos ingresos e incluso menores, y al calor de esta situación crece una oferta de comercios y hostelería con unos precios que, como poco, hace diez años hubieran sido inimaginables. Desde luego no se puede culpar a estos negocios de la situación, pero ¿hacia dónde nos lleva esa nueva cultura de compra?

 

Estrangular al proveedor

La filosofía low cost se extiende a todos los escenarios económicos. Creo que pocos lo negarán. Un buen ejemplo lo tenemos en las Administraciones Públicas. Con el telón de fondo del recorte presupuestario, algunas estrangulan tanto al proveedor que se pone en entredicho la viabilidad de los servicios que se confían, por no hablar de la calidad. No quisiera que estos ejemplos se convirtieran en una distracción del verdadero problema, pero el tema de la limpieza en la ciudad de Madrid o el funcionamiento de un servicio tan bien recibido como el de BiciMad ilustran la situación.

Y en este contexto hay otro problema del que no se habla, el de los contratos de suministro público. Es un comentario que oigo en las empresas, las condiciones empiezan a ser solo asumibles por la gran empresa que puede jugar con las economías de escala o la subcontrata. Sin duda, está bien mirar por las finanzas públicas, pero también por la viabilidad de esas pymes que ahora consideran imposible optar a esos concursos. Sí, el mercado tiene sus reglas, pero entre todos debemos a contribuir a que éstas sean justas.

 

La cultura de la subcontrata

Otro sector que sabe mucho de economía low cost es el de los profesionales freelance. Todos sabemos que las empresas de servicios que optan a los concursos de las Administraciones Públicas o de grandes organizaciones empresariales no siempre realizan el trabajo final. Cada vez es más común que se subcontrate la prestación efectiva del servicio encargado, incluso en dos procesos: subcontratas de subcontratas.

Este encadenamiento de proveedores en la prestación de servicios, viciado desde su propio origen por una dura política de precios, llega al freelance en condiciones inasumibles. O, mejor dicho, solo asumibles por la vieja regla de las lentejas: las tomas o las dejas.

 

¿Quién rompe la inercia?

El problema es que corremos el riesgo de que entre todos construyamos un entorno económico de bajo precio, y no sé a quién va a beneficiar. En la medida que se extiende, contamina más estratos empresariales obligándoles a trabajar más por volumen que por calidad. Es una situación que ahora estamos en condiciones de atajar, debemos recuperar esos objetivos de competitividad internacional de nuestras pymes y volver a nutrir los presupuestos en I+D+i.

Hace unos días oí en la radio que los Santa Claus que sonríen a nuestros hijos esta Navidad cobran 6 euros la hora, a alguno de ellos habría que nominarle para un Goya. Iniciamos un nuevo año, una oportunidad para hacer las cosas mejor, y pagar el precio justo es una de ellas. 

Foto: Consumerist Dot Com

Comentarios

  1. hola… comparto una reflexión que ayuda a desarrollar de forma práctica el criterio natural de #intercambiojusto y #sostenibilidad:

    ¿Qué valor real piensas que tendrían para ti los alimentos y objetos que adquieres?

    Trata de ir más allá y reflexiona en la #evoluciónnatural de lo que tienes en tus manos:
    Al consumir un huevo ¿podrías obtenerlo en la naturaleza sin romper el equilibrio? ¿Sabes con certeza su recorrido hasta llegar hasta tu mesa?
    Al comprar un mueble ¿lo sabrías hacer por ti mismo, manteniendo el equilibrio con tu ecosistema? Si no es así, quizás sea positivo para mejorar tu nivel de #sostenibilidad el realizar algún pequeño mueble para tu hogar. No vale el montar algo de bricolaje… tienes que realizar el proceso de principio a fin.
    Y así con cada objeto o alimento que pase por tus manos…

    Esta última secuencia es la que instala en la conciencia el sentimiento y la idea de lo que, en verdad, es un INTERCAMBIO JUSTO…

    Y es precisamente, este sentimiento de «Justicia» es el que, cada vez que compras o adquieres un producto, te vincula de forma responsable a todas aquellas personas que han intervenido en su producción y transporte hasta que éste llega hasta ti.

    ¡Ofrecer al otro el mismo respeto que quieres para ti te hace más sostenible..
    y hace más sostenible el mundo en el que habitas!

  2. A mis alumnos les digo que el diseño es enemigo del low cost. Ellos entienden que es la única salida laboral para sus nuevas y flamantes carreras. Yo al contrario les digo que ni tan siquiera es pan para hoy. El low cost, el outlet, la rebaja constante, … son enemigos del progreso, de la innnovación, de la creatividad. Nuestro saldo no justifica nuestro porvenir.

  3. Buenos días, el problema es que estos productos se consumen por consumir, sin que detrás tengan una verdadera necesidad. Ello nos lleva a consumismo que no beneficia ni a las empresas ni a sus clientes, ya que al comprar cosas que realmente no necesitamos, no conseguimos la felicidad y además nos lleva al problema de sostener una civilización cada vez mayor y con un mayor apetito de productos, sobre un planeta finito.
    Debemos dejar atrás el consumir por consumir y dirigirnos a un consumo responsable y cercano.

  4. Pues es una buena tarea la que nos propones Raúl para el próximo año.
    Tengo 47 años y llevo 25 trabajando en diseño y publicidad. Y ni antes se justificaban los elevadísimos precios que cobraban las grandes agencias de publicidad o estudios de diseño, ni ahora las miserias que se pagan por logotipo. Está visto que somos extremistas, o todo o nada. Es hora de reflexionar y llegar al precio justo. Sobre todo, como bien dices, para que ese tejido empresarial de la pequeña empresa, los freelance… no termine por desgarrarse del todo.

  5. Buenos días Raúl:

    Excelente artículo y aún más excelente llamada de atención social. Al menos a mí no me cabe duda de que si sólo compras low cost acabarás con una vida low cost…

    ¿Es esto lo que queremos? Yo desde luego no. Lo barato (o peor aún lo gratis) es el caballo de Troya que se ha instalado como un cáncer en nuestra sociedad. Olés a tu reinvindicación a la figura del profesional (sea del sector que sea) y al precio justo y proporcional a la CALIDAD de su trabajo. Valor en desuso, sin duda, con el que todos tenemos un compromiso 🙂

    No puedo estar más de acuerdo en que todos tenemos una responsabilidad con el mundo que nos toca en suerte. Y debemos aportar nuestro granito de arena, dándolo todo como profesionales y exigiéndolo todo como consumidores.

    Felices fiestas! y de nuevo Gracias!!!

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