No confundas la verdad con la opinión de la mayoríaAlberto Mena 5 marzo, 2015 ¿Hay algo peor que una empresa con unos cuantos empleados que ignora lo que la tecnología puede hacer por mejorar su negocio? Sí, una empresa con esos mismos empleados que no para de probar y cambiar su forma de trabajar con el único objetivo de incorporar cualquier tendencia tecnológica que esté de moda. La curva de adopción de tecnología tiene una pendiente cada vez más vertical, lo que significa que el tiempo transcurrido desde el momento en que se anuncia hasta que se empieza a utilizar de forma general entre los usuarios y empresas es más corto. Esto provoca que se acumule una enorme cantidad de ofertas y posibilidades tecnológicas que pueden llevar a tomar decisiones en un breve espacio de tiempo, con la esperanza de que esas herramientas aporten un valor real al negocio. Antes de tomar cualquier decisión, hay que adoptar la actitud del gélido Anatoly Karpov y con sangre fría atacar la situación teniendo en cuenta dos ideas: 1. Lo que es bueno para otros puede no serlo para mí. 2. Ni siquiera está claro si es bueno para alguien más que para el que lo vende. Ambas ideas pueden encontrarse en el conocido gráfico de Gartner (hype cycle). Si tomamos la decisión en la zona del pico inicial y la caída posterior justo antes de la zona de productividad, corremos un alto riesgo de incorporar algo a nuestro negocio que no cumpla con las expectativas, porque ni siquiera éstas se encuentran bien asentadas. Cada vez que incorporamos una nueva herramienta que dé soporte a nuestros procesos de negocio, se produce una fricción natural y cierto rechazo a lo nuevo. Finalmente se acepta por parte de todas las áreas implicadas, con mayor o menor trabajo de gestión del cambio, y se convierte en algo natural. Además, se necesita un tiempo mínimo de uso para poder optimizarla dentro de nuestra organización y que nos ayude a mejorar en nuestro trabajo. Siempre quise que mi ordenador fuese tan fácil de usar como mi teléfono; mi deseo se hizo realidad, porque ya no sé cómo usar mi teléfono – Bjarne Stroustrup. Si algo se cumple en el desarrollo de aplicaciones y en el uso que hacemos de ellas es el principio KISS (Keep It Simple Stupid). Lo sencillo es casi siempre mejor y si necesitamos crear productos más complejos, normalmente suele ser mejor partir de algo sencillo que funcione bien e ir incorporando funcionalidades más avanzadas posteriormente de forma incremental. Analizar y probar Es preciso estudiar a fondo la herramienta o tecnología que se quiera incorporar dentro de los procesos de negocio, si es posible hacer pruebas de concepto o proyectos piloto, para comprobar en la práctica cuánto de ciertas son las bondades que se prometen. Esto suele ser más fácil y menos costoso con software en la nube. En el caso de lo que ofrece Aplicateca, por ejemplo, analicemos un momento la aplicación Mantis: Es una herramienta de gestión de peticiones sencilla y muy potente. Yo mismo la he utilizado varios años, sin duda hay aplicaciones con más funcionalidades que ésta, más modernas, con tecnología superior, si es que eso significa algo, pero ésta se limita a hacer lo que promete, es estable y sobre todo versátil. Puedes utilizarla para gestionar incidencias, pero también para organizar las tareas del equipo, asignar tareas a cada uno, controlar su estado. Ofrece informes bastante útiles, pero sobre todo permite exportar a ficheros CSV toda la información, con lo que luego en una hoja de cálculo puedes procesar esos datos y generar los informes que necesites a tu medida. Sinceramente, para una empresa de tamaño pequeño-medio, me resulta difícil imaginar un escenario en el que esta aplicación no tenga un uso importante y útil, más allá de modas. ¿Por qué habría que desechar esta aplicación por otra más moderna? Hacerse las preguntas adecuadas supone tener media respuesta. La moda en tecnología no es nada El mejor sistema operativo para servidores de trabajo es Unix, que fue desarrollado en los laboratorios Bell por Dennis Ritchie y Ken Thompson en los años 70. No se ha hecho nada mejor. Se ha evolucionado, como es lógico, pero el concepto y la arquitectura del mismo no han sufrido muchos cambios. Existen dos formas de desarrollar una aplicación: Una es hacerla tan simple que obviamente no hay deficiencias, y la otra es que sea tan complicada que no existan deficiencias obvias. El primer método es mucho más difícil – C.A.R. Hoare. La investigación y la innovación son importantes, pero en tu empresa lo que quieres es ganar dinero y que el software te ayude a conseguirlo. Lo moderno de una aplicación o tecnología en sí mismo no tiene ningún valor. Un ecosistema de aplicaciones solvente, bien trabajado y adaptado a unos procesos bien diseñados es oro puro. No hay que pasarse de conservador ¿Dónde está el límite? ¿A partir de qué momento estoy perdiendo realmente la oportunidad de incorporar algo que sí tiene valor real en mi negocio? Si tuviese la respuesta general a esto, habría escrito la segunda parte de «Quién se ha llevado mi queso» y estaría escribiendo este artículo desde algún lugar donde la tributación de los millonarios fuese simbólica. Se puede decir que lo que sí debemos hacer es no dejar de estar en contacto con lo que se está moviendo en la innovación tecnológica, evaluar, y solamente si realmente se adivina un valor para nosotros interesante, entonces hacer alguna prueba piloto para verificar si las sensaciones y análisis se apoyan al final en datos reales. El objetivo es ganar en eficacia y/o eficiencia Escoge una nueva tecnología cuando realmente aporte valor. Matar una mosca con un cañonazo es eficaz, pero no es eficiente. Hacerlo con un insecticida puede ser eficiente, pero no es eficaz con el objetivo de mantener un aire respirable. La eficiencia es la relación entre los recursos implicados en un proyecto y los objetivos conseguidos. La eficacia se puede definir como el nivel de consecución de esos objetivos. Son dos ideas que siempre tengo en mente cuando me planteo si es necesario incorporar alguna funcionalidad, herramienta o tecnología adicional a lo que ya estamos utilizando. «Dicen que los pesimistas ven el vaso medio vacío; los optimistas, en cambio, lo ven medio lleno. Los ingenieros, por supuesto, ven que el vaso es el doble de grande de lo que sería necesario» – Bob Lewis. Existe el concepto conocido como prueba social que consiste en que las personas hacen lo que ven hacer a otros. Se ha llegado a experimentar con provocar que un grupo de personas en la calle comience a mirar al cielo, provocando un efecto en cadena que llegó incluso a parar el tráfico. No te quedes mirando hacia arriba, echa un rápido vistazo, selecciona, prueba y quédate solamente con aquello que realmente funciona para ti, no para los demás. Foto: Arkangel Contenido sin SEO, un rey sin tronoCómo solicitar y descargar el nuevo certificado electrónico de la FNMT para personas físicas
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Al autor del post se le «olvidó» reseñar la paternidad del título del mismo que es Jean Cocteau Responder
Muy acertadas todas las reflexiones del artículo. Una manera de facilitar la innovación sin necesidad de usar el negocio como campo de juegos, es aplicar alguna regla similar a las conocidas 80/20 ó 70-20-10. Dar libertad a la gente para, auto-organizándose, trabajar un 20% de su tiempo en sus propios proyectos, en ideas que consideren interesantes para la compañía, usando las tecnologías que consideren oportunas. Múltiples productos de gran éxito han nacido de esa cultura, GMail (en teoría) entre otros. El error es pensar que hay que ser un Google para poder permitirse hacer algo así. Responder