Los pecados capitales del ajedrez en tu negocio

Alberto Mena    20 abril, 2016

Cuando uno plantea un paralelismo entre la vida y alguna actividad humana, corre el peligro de parecerse a Jesulín de Ubrique cuando le preguntaban en las entrevistas sobre algún tema y contestaba, casi de forma invariable, que él lo veía “como el toro”. Cuando uno conoce una única cosa, tiende a razonar y a entender la vida con analogías y equiparaciones que dificultan la mejora de la comprensión intelectual y deforman la realidad.

Teniendo eso presente, sí creo que hay actividades intelectuales que ayudan indudablemente a comprender mejor la realidad, siempre que seas capaz de aprovecharlo. En mi opinión ocurre con las actividades donde hay presentes un componente muy alto de abstracción y la complejidad excede los límites del entendimiento humano. En esos casos, si trabajamos miles de horas en dicha actividad, el resultado puede ser sorprendentemente positivo. Es el caso del ajedrez.

Los beneficios del ajedrez en la educación fueron refrendados el 11 de febrero de 2015 por el parlamento español. Pero lo que quería comentar en el post no son las bondades del ajedrez en la educación, sino los efectos positivos que tiene aplicar sus conceptos al trabajo y a la gestión en general.

Jonathan Rowson es posiblemente uno de los más talentosos escritores que es capaz de escribir sobre la vida, hablando del ajedrez, y también de lo contrario, hablar sobre la vida utilizando el ajedrez. La clave es que el ajedrez es el juego de la inteligencia por excelencia. No significa que quien juegue bien al ajedrez sea inteligente, pero sí es cierto que alcanzar un determinado nivel ajedrecístico puede llegar a suponer cierta ventaja en procesos de razonamiento que no tiene alguien que no haya profundizado en el juego.

Hay dos libros de Rowson que son excelentes. El primero de ellos es «Ajedrez para cebras«, pero el que quiero comentar es el segundo, «Los siete pecados capitales del ajedrez«, donde describe cuáles son esos pecados, y para cada uno de ellos identifica el síntoma y aplica el antídoto.

 

1. Pensamiento

¿Un pecado el pensamiento? ¿Nos hemos vuelto locos? Se supone que hay que pensar antes de actuar, pero es un error tratar de razonar todos nuestros actos, porque es el sendero hacia un lugar donde tratamos de evitar la incertidumbre. Y ese lugar no existe. El efecto que produce esto es confusión y el antídoto es confiar en nuestra intuición. Conviene saber cuándo dejar las reglas a un lado y hacer caso de nuestra voz interior para la toma de decisiones.

La suprema paradoja de todo pensamiento es la tentativa de pensar lo que el pensamiento no puede pensar. Soren Kierkegaard.

  • Síntoma: Confusión.
  • Antídoto: Intuición.

 

2. Relajación

Hay momentos en el trabajo que son especiales, en ajedrez esos momentos se denominan «posiciones críticas». Son situaciones en las que algo importante va a ocurrir o puedes hacer que ocurra. Hay que tener una especial sensibilidad para captarlos y los más importantes producen un cambio de tendencia, una inversión de la situación. Un ejemplo real es lo que ocurrió con las discográficas en los 90 con Napster. No captaron la criticidad del momento.

No es porque las cosas sean dificiles por lo que no nos atrevemos a realizarlas. Es porque no nos atrevemos a realizarlas por lo que son difíciles. Séneca.

  • Síntoma: Omisión de momentos clave.
  • Antídoto: Sensibilidad.

 

3. Avidez

La ansiedad que a veces sentimos por querer acabar algo o que un momento complicado pase puede desencadenar la peor secuencia de acontecimientos. Lo recomendable es tratar de abandonarse a la propia actividad de lo que estamos haciendo, siempre que por supuesto sintamos algún tipo de placer en ello. Si odiamos nuestro trabajo, esto no sirve. Pero si hay aspectos de tu día a día que te gustan, hay un concepto que Rowson define como gumption y que es muy interesante. Es una especie de sentido práctico mezclado con entusiasmo. No hay una traducción directa del término.

Las partidas de ajedrez no se ganan con buenas posiciones, sino con buenas jugadas. Jan Hein Donner

  • Síntoma: Negligencia.
  • Antídoto: Sentido común.

 

4. Materialismo

El apego a lo material estropea decisiones potencialmente interesantes. El dinero es fundamental en una empresa, pero como siempre me gusta defender, ninguna empresa ha hecho cosas interesantes basando todas sus decisiones en aspectos financieros como primer objetivo. Hay situaciones en las que el espíritu de lo que se persigue debe primar sobre otras consideraciones, por supuesto siempre que el oxígeno económico aguante.

Un cínico es un hombre que conoce el precio de todas las cosas, pero el valor de ninguna. Oscar Wilde.

  • Síntoma: Evaluación errónea.
  • Antídoto: Espíritu sobre la materia.

 

5. Egoísmo

Cuando el ego nos impide juzgar correctamente a los demás, nuestro propio trabajo o las amenazas de la competencia. Una forma de evitar esto es anticipar los posibles daños, incluso antes de que la amenaza sea un hecho. A esto se le llama profilaxis. Aunque nos creamos invulnerables, conviene analizar las posibles amenazas  y hacer algo para evitarlas antes de que se materialicen.

La mayor parte de todos los daños que se producen en el mundo es consecuencia de que los hombres no entienden claramente cuáles son sus propios objetivos. Goethe.

  • Síntoma: Infravaloración.
  • Antídoto: Profilaxis.

 

6. Perfeccionismo

Tratar de hacer un trabajo perfecto delata en muchas ocasiones realmente una falta de confianza en uno mismo. Por una parte la tarea parece que nunca está acabada, porque si lo está ya puede ser evaluada y, en segundo lugar, evitamos empezar otra cosa, estamos encerrados en algo que nos da seguridad, la tarea infinita. Aplíquese este concepto a la realización de ofertas comerciales, diseñar webs, presupuestos o cualquier actividad empresarial. La forma de evitarlo es mejorar la confianza en uno mismo.

Tienes pan. Tienes mantequilla… ¿y quieres mermelada? Julian Hodgson.

  • Síntoma: No finalizar nada del todo.
  • Antídoto: Confianza.

 

7. Dispersión

Es la pandemia en las oficinas modernas, donde los espacios abiertos abundan para fomentar la comunicación entre las personas y el resultado indeseado es que, para no perder el hilo en tareas que requieren concentración, uno se ve obligado a usar cascos para aislarse del ambiente. Ocurre también cuando un exceso de actividad no permite dedicar concentración a tareas que así lo exigen.

La partida moderna de ajedrez requiere tal tensión que para un ser humano normal es imposible de resistir. Viktor Korchnoi.

  • Síntoma: Perder el hilo.
  • Antídoto: Alternar descansos con períodos de concentración.

 

Estos son los pecados capitales del ajedrez que Rowson describe en su libro, pero hay más ejemplos que me gustaría destacar, personas que han hecho del paralelismo entre la vida y el ajedrez un negocio. Por ejemplo, Miguel Illescas, el ocho veces campeón de España de ajedrez y asesor del equipo técnico que creó Deep Blue (la primera máquina que logró derrotar a un campeón del mundo de ajedrez, en mayo de 1997, por un marcador de 3,5-2,5) se dedica justamente a utilizar el ajedrez como paradigma de estrategia en la empresa, tal y como explica en su web.

Incluso el gran Garry Kasparov ha escrito un libro titulado “Cómo la vida imita al ajedrez”, donde establece paralelismos del ajedrez con los negocios y con la vida en general, dando consejos sobre cómo actuar en determinadas situaciones a partir de lo que él ha aprendido en el camino hacia los secretos más ocultos del tablero. Os invito a que investiguéis estos temas que relacionan el ajedrez y la gestión en la empresa, porque en el peor de los casos, aunque no os resulte atractivo, seguro que al menos mejoraréis algo vuestro nivel de juego.

 

Foto: mkarco

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