Criterios para elegir un MBA

Juan Luis Manfredi    2 enero, 2015

Comenzamos 2015 con nuevas ideas y ganas de aprender. Es lo mínimo. Por eso, debemos pensar y valorar si apostamos por la formación continua, las píldoras formativas o un programa a gran escala. De estos, el más popular es el MBA (Master in Business Administration), un programa largo de dirección general que se compone de diversas asignaturas: estrategia, marketing, finanzas, recursos humanos, operaciones y más. A pesar de la transformación que observamos en las escuelas de negocios, considero que el programa MBA es oportuno y será aún el eje de estos centros. Por eso, sugiero cinco criterios para elegir un programa de esta naturaleza.

El pre-MBA. El sistema y los criterios de admisión revelan parte de cómo será tu programa. Exige requisitos (prueba de acceso, entrevista, motivación, experiencia previa) para que tu grupo sea de calidad. Si entras sin esfuerzo, el resto habrá entrado igual. Atiende los cursos opcionales sobre matemáticas financieras o métodos cuantitativos para familiarizarte con las plataformas y las aulas. Pregunta por los seminarios previos (cómo afrontar el MBA, cómo emplear los servicios de la escuela, qué servicios de carreras profesionales hay disponibles) y consulta nuevos proyectos haya en marcha.

La cultura corporativa de la escuela. Sí, es diferente y afecta a la metodología docente, al tipo de compañeros de aula, a los valores que se transmiten, el tipo de cursos electivos que se ofertan, la flexibilidad de los exámenes o las entregas, entre otras. Asegúrate de que la escuela que te interesa publica y cumple su misión: propósito, historia, profesorado, ambiente de trabajo, tipo de examen final, tamaño de la escuela y número de alumnos y otros elementos te darán una idea real de lo que aprenderás al finalizar el año.

Precio. Sí, es importante la cantidad que se abona por los programas. En un centro de alta calidad y trayectoria internacional ronda los 30.000 o 40.000 euros (depende de numerosos factores). Tenemos que partir de ahí, porque luego tenemos que añadir el tiempo que dedicamos al estudio, la asistencia a clase y la preparación de exámenes. Si tienes previsto estudiar un MBA, considera que necesita una fuerte inversión dineraria y, sobre todo, una inyección de tiempo que robarás a tu empleo y a tu familia. El precio es la suma de la matrícula, los costes de vida o viaje (si te desplazas) y el propio coste de oportunidad de doce meses estudiando de nuevo. Si no dispones de todo, deja el programa para más adelante.

Visión global. Huye de los programas locales o de aquellos que organizan visitas de estudio a Bruselas u otras capitales. No se trata de un nuevo paso del ecuador. El mundo, y los mercados, son globales, abiertos y digitales. Por ello, tienes que optar por un programa que parta de esos presupuestos y que se concrete en el temario, el profesorado y el alumnado. El valor añadido a medio plazo de una oferta «local» se diluye, porque ninguna compañía puede ceñirse a su entorno inmediato. Recomiendo el curso en inglés para ampliar las miras, diversificar los autores y comprender nuevas realidades de la globalización. Es un esfuerzo, pero vale la pena. La visión global se adquiere igual en Madrid que en Londres o Taiwan. No es un problema únicamente relacionado con la ubicación de la escuela.

La atención a antiguos alumnos. Es un valor determinante. Puedes encontrar las webs dedicadas a ellos y también bucear en redes sociales para ver qué acciones y reuniones se celebran con antiguos participantes en los programas. De hecho, son los prescriptores ideales para decidirte (o no) por cursar estudios en una escuela. Más aún, la creación y la adquisición de nuevas redes profesionales son el valor diferencial. Es la demostración de una política responsable con los alumnos.

El MBA es un servicio, no un producto. El producto educativo es caduco: los ejemplos, los modelos o las herramientas evolucionan y tienden a la obsolescencia. Pero las ideas no cambian a tanta velocidad. La idea de servicio se concreta en la formación continuada, la producción de contenidos educativos (revistas, MOOC –Massive Open Online Courses– o similar) para ejecutivos, la creación de foros especializados, la atención personalizada y todo lo que rodea a la escuela. La calidad del programa se presupone: profesores, trayectoria, reconocimientos o rankings. El salto cualitativo procede de este otro capital social. En concreto, se me ocurre el tipo de ejecutivos que participa en las conferencias o clases extraordinarias, la facilidad con la que se adaptan a los nuevos temas y la demanda (big data, ciberseguridad o diplomacia corporativa).

El profesorado. Pregunta y busca quiénes son los profesores que imparten realmente el curso. Es una información accesible y que se puede contrastar en las redes sociales. La evaluación es abierta y permanente. Si puedes, trata de tomar un café con algún miembro del claustro para conocer de primera mano cómo es la metodología, qué se espera del alumnado o cómo se trabaja en el día a día. La política de puertas abiertas tiene que centrarse en la relación profesor-alumno, no tanto en las píldoras de marketing que se ofrecen como formato publicitario.

En síntesis, no te ciegues por los resultados de los rankings internacionales. Sí, son relevantes y contribuyen al proceso de toma de decisión. Pero elabora tú tus propios criterios de decisión, compara y elige. Obtendrás un mejor resultado. Y sí, merece la pena.

Foto: Opensource.com

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