Claves económicas de las aplicaciones móviles

Juan Luis Manfredi    30 noviembre, 2015

Las aplicaciones móviles se han convertido en las herramientas principales de la vida profesional y personal. Con ellas, tomamos fotografías de productos u ofertas comerciales, anotamos aquello que consideramos importante en las reuniones profesionales, nos entretenemos en el transporte público, leemos la prensa o nos documentamos antes de una compra.

Hemos asumido que el móvil es un agregado de aplicaciones que nos permite estar conectados 24 horas y ejecutar decisiones de compra. Como explica Carsten Sorensen, profesor de la London School of Economics, “tu móvil es más personal que tus zapatos” y por eso es la tecnología disruptiva de todos los negocios.

Si tu actividad ahora no es móvil, lo será de forma inmediata. Seguro que en breve aparece un “Uber”, un “AirBnB” o un “Whatsapp” de tu sector. Este informe, “The European App Economy”, elaborado por una consultora puede resultarte de interés. Señala cifras de la evolución del sector: hay más de 400.000 profesionales dedicados a la creación de aplicaciones, alrededor de un millón de empleos directos e indirectos, un ritmo de crecimiento del 12% anual o que Europa representa el 19% del mercado mundial de aplicaciones. Tras su lectura, me he detenido a analizar las ideas principales de cómo funciona la economía de las aplicaciones.

 

Servicios calientes, tecnologías frías

Así resumía el profesor Sorensen cómo han de ser los productos y los servicios digitales. Si nos empeñamos en un desarrollo tecnológico de última generación, pero alejado de las necesidades reales de las personas y de cubrir sus demandas, estamos abocados al fracaso. La función social de la aplicación es facilitar la vida, reducir los costes o simplificar los procesos. La tecnología que esté detrás interesa menos. Por eso, fija tu proyecto de aplicación en “cómo facilitar la vida a las personas” y no en “qué último desarrollo puedo incluir”. Haz la prueba y pregunta a tus amigos y familiares: lasapps son servicios, no productos tecnológicos.

 

La atención de los clientes en un entorno saturado

Se calcula que hay alrededor de tres millones de aplicaciones disponibles en el mercado. No es fácil captar la atención de los clientes ni saltarse las normas de los gigantes tecnológicos. Sea Apple, Google, Amazon o Facebook, nuestro servicio tiene que adecuarse a unos estándares y competir con miles de productos a diario. A mi entender, la propuesta de una nueva app en el mercado tiene que cumplir con una condición: atender a un segmento muy concreto, que no sea atendido por la oferta global y que encuentre en las aplicaciones actuales sólo soluciones parciales. A menudo, la innovación consiste en unir los puntos que ya existen, pero en distinto orden. Un segmento no es una población pequeña, sino una audiencia definida.

No hay otro mercado que aquel que es global, abierto, digital y transparente. La audiencia concreta, el nicho, es el punto de partida. Pero el desarrollo de una aplicación tiene que ser escalable, exportable y descargable en todo el planeta digital. Una aplicación centrada en un mercado cerrado tiene un límite de crecimiento preestablecido. Y eso es arriesgado. La producción de tu aplicación tiene que estar preparada para nacer internacionalizada, contar con una red de desarrolladores establecida en varios países, integrar distintas lenguas y competir en distintas tiendas online (stores).

 

El reto de monetizar el trabajo

En un mercado sin barreras de entrada, el éxito o el fracaso no dependen solo del esfuerzo y la calidad del producto. Por la vía directa, el pago por descarga, la financiación de una nueva aplicación es complicada. La captación de recursos es lenta y el desarrollo de las audiencias, también. Los productos digitales puros generan un mayor retorno, pero la competencia y las posibilidades de éxito son menores. El 5% de la oferta alcanza el 92% de las descargas. Por esto, considero que la vía indirecta, la generación de servicios complementarios, parece más oportuna. Una aplicación tiene que ser un servicio que potencie la experiencia de compra, que facilite la decisión del usuario, que aligere los trámites o que simplifique un proceso de logística. Se puede desarrollar una aplicación para el sector de la automoción, para el hogar inteligente, para la compra diaria de alimentos o cualquier otro asunto de la vida cotidiana. La monetización tiene que venir por la implementación de soluciones de comercio electrónico, cuyos márgenes son menores, pero que son rentables en el largo plazo.

 

El móvil es el punto de partida

Las pymes que se consigan posicionar en el mercado de las aplicaciones habrán avanzado de forma sustancial. El cambio que viene, la nueva disrupción que supone el Internet de las Cosas, vendrá de la mano del dispositivo digital. Hay que prepararse para la transformación digital y el desarrollo de aplicaciones es un excelente proyecto.

En suma, las aplicaciones serán la forma natural de producir, vender y consumir. ¡Hay que estar preparados!

Foto: Pixabay

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