Tres estrategias para ser feliz en el trabajo

David Criado    17 septiembre, 2013

– Un momento… ¿Eres consciente de que tu jefe también es una persona?

– ¿Quién, mi jefe?
(extraído de una sesión de coaching individual)

Hoy voy a hablar de la importancia que tiene ser feliz en el trabajo. Y voy a hacerlo por tres motivos. El primero hace referencia a mi propia experiencia. Yo no he sido feliz en algunos trabajos y todas las personas que conozco alguna vez o ahora mismo no lo han sido o no lo son en el suyo. El segundo motivo es cualitativo y tiene que ver con que muchas de las personas cuyo proceso de desarrollo acompaño, reconocen conformarse al principio de los programas con ser infelices en su trabajo. Es cierto que pese a que esta incongruencia aflora y se resuelve por sí misma con el paso de las sesiones, en muchos casos a estas personas les resulta complicado alejarse de la sensación de hastío y deterioro emocional. El tercer motivo es cuantitativo. Desde que hace cinco meses tradujera el artículo de Chiara Fuccarino 22 cosas que las personas felices hacen de forma diferente, he notado que las vistas a este artículo no cesan. Las personas necesitamos algunas claves y buscamos sin cesar esas respuestas.

Para hablar de cómo ser feliz en el trabajo voy a utilizar tres estrategias que ya conoces y a menudo seguro que utilizas (como emisor o receptor), pero de cuyo potencial aún no eres consciente. Antes de ello, quiero compartir algunas lecciones aprendidas tras estas ya más de tres décadas de exploración aquí en la Tierra:

  1. No puedes tocar nada que realmente sea lo importante. Lo aprendí de El Principito, esa maravillosa obra escrita por un hombre que volaba en todos los sentidos.
  2. No vemos lo que es, sino lo que somos. Esta creencia aparece en la mayoría de cuerpos doctrinales religiosos y es a menudo la base para superar cualquier problema desde hace miles de años.
  3. Es más divertido estar perdido muchas veces que saber siempre exactamente dónde estás. Esta es la letra de una canción de Mike Rosenberg (Passenger) y a la vez algo que me ha costado mucho comprender. Estar demasiado seguro de algo es mucho más peligroso y mucho menos útil que asumir que estás perdido.

También es importante resaltar que digo “ser feliz en el trabajo”, porque aunque podemos influir en la felicidad de otros, creo con sinceridad que la felicidad es una responsabilidad y una elección de vida propia, de modo que “hacer feliz a otros” es muy complicado. Dicho de otro modo, elegimos cómo vivir y como cualquiera puede entender podemos influir en el bienestar de los demás, pero no podemos decidir si ellos están preparados o quieren actuar en favor de su propio bienestar, porque se trata de su vida, de su decisión de ser felices y de lo que ellos entienden por su bienestar. En otro artículo me refería de forma muy vedada a esto cuando hablaba ya de la mayor energía del planeta: nuestra voluntad. Comprender esto es básico para evitar una gran cantidad de frustraciones y poder aceptar los momentos y los ritmos de aquellas personas con las que trabajamos a diario.

Dicho esto, aquí comparto mis tres estrategias para ser feliz en el trabajo:

Ama lo que eres

Puedes querer a alguien, y eso es amor. Y puedes querer a alguien y decírselo, y eso es cambiar el mundo. Esto que sirve para el resto, puedes también aplicártelo a ti mismo.

En el manifiesto Holstee que muchos hemos adoptado como parte de nuestro modelo de vida, se puede leer una gran frase: “Si estás buscando el amor de tu vida, para. Estará esperándote en el momento en el que empieces a hacer aquello que amas realmente.” ¡Comprobado!

Nadie que haya dado un segundo paso lo ha hecho sin ser consciente de que ya dio el primero. Disfruta e interioriza cada uno de tus progresos.

Si crees que valorar a otros y citarles te hace fuerte, prueba a valorarte y creer en lo que dices. Si crees que tener referentes te hace respetable, prueba a ser tu propia referencia. Defiendo que un hombre hecho a sí mismo es siempre un hacedor de otros. No existe mayor coherencia que utilizar tu propia experiencia como ejemplo. El mayor error es no intentarlo nunca.

Partir de ti mismo para relacionarte con otros es el único camino que tenemos para disfrutar de la vida aquí en la Tierra. Cualquiera de los grandes descubrimientos de la Historia partió de un simple gesto que tuvo una persona. Cualquiera.

Todas las cosas sirven

Cuando nacemos, nos dan un escenario. Aunque en realidad ya éramos parte de él antes de hacerlo. Se llama universo y está repleto de cosas. Todas ellas sirven para algo. Lo mismo ocurre en tu trabajo. Muchas culturas milenarias están basadas en el concepto de unidad, pero casi todas las culturas empresariales están basadas en el concepto de dualidad. Creo que es un gran error en la mayor parte de los casos. Sentirme parte de algo (un equipo de fútbol, un sueño, una familia, una pareja, una empresa,…) es por sí mismo el mayor motor de cambio que he experimentado nunca. Es pertenencia y no es propiedad. Y esto tiene mucho más que ver con la unidad que con el hecho de considerar si algo sirve o no según un objetivo.

Sé que estás acostumbrado a tirar objetos o costumbres cuando ya están muy usados. Te han enseñado que todo esto caduca, pero a cualquier nivel es un sacrilegio. En la película Rocky VI, el viejo boxeador le dice a su hijo: “Nada cambia salvo la ropa que llevamos”. Aunque pase completamente desapercibido, en tu oficina todo es fascinante. Ese “muchas gracias por tu trabajo” sonriendo con sinceridad ha salvado más el día a mucha más gente de la que crees sin que tú seas consciente. Aquel “¿puedo ayudarte en algo?” que dijiste a Luis hizo que no se sintiera solo, aunque al principio recelara de tu ayuda.

Construyendo límites

Nos gusta poner límites. Cuando uno va al campo se da cuenta de ello. Aquellos lugares del planeta donde nos hemos asentado, se caracterizan por algo que los urbanistas llaman “ordenación del territorio”. Parcelamos la realidad para entenderla. Nos apropiamos de ella para poder vivirla. Porque el ser humano es una fábrica de cajas en constante ejecución. La mayoría de personas que defendemos el pensamiento “fuera de la caja” lo hacemos generando otras que simplemente creemos más beneficiosas, quizás más grandes o un poco más abiertas, pero también lo son. No podemos evitarlo. Construir cajas donde meter las cosas, la realidad y a las personas es parte de nuestra propia condición. Porque queremos ser conscientes y comprenderlo todo. Creo con sinceridad que gran parte de la felicidad en el trabajo simplemente depende no del hecho de que paremos la producción de cajas sino del hecho de que empecemos a fabricarlas entre todos. Imponer límites es algo completamente improductivo, construirlos entre todos de acuerdo con expectativas compartidas es, por el contrario, respetuoso, coherente y altamente efectivo en el trabajo.

Imagen @benjaminasmith, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0

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