Qué puede aportar el ‘advergaming’ a tu estrategia empresarial

José Manuel Mencía    28 febrero, 2014

Cuando hablamos de un “cisne negro”, nos referimos a esos eventos que, para nuestra sorpresa, consiguen un gran impacto y un éxito arrollador, pero, al analizarlos con posterioridad, sus logros se racionalizan y todo parece encajar.

Esta teoría, desarrollada por Nassim Nicholas Taleb, se utiliza para contextualizar eventos tales como la aparición de Internet, la Primera Guerra Mundial o incluso los ataques del 11-S. Más recientemente, Facebook también ha sido catalogado como un “cisne negro” y yo me permito, con todo el respeto del mundo, afirmar que el juego Flappy Bird también puede considerarse un pequeño ejemplo de ello.

¿Podemos sacar alguna buena práctica de la historia de Flappy Bird para nuestro plan de marketing empresarial?

En este punto entra en juego el advergaming, un concepto cada vez más utilizado dentro del marketing, que implica el desarrollo de un juego como base central de la comunicación de una empresa o una marca con sus clientes o potenciales clientes. La idea es que los usuarios jueguen mientras se relacionan con la marca. José Vicente Pons explica claramente en su artículo «¿Qué es advergaming?» las ventajas de este nuevo canal publicitario.

No debe confundirse con la gamification. Mientras que advergaming es crear explícitamente un videojuego para publicitar un producto o marca determinado, la gamification consiste en aplicar mecánicas de juego a entornos no lúdicos, con el fin de fidelizar clientes, mejorar la satisfacción de los trabajadores o incluso como una herramienta para educar.

Para llegar al consumidor, no debemos desarrollar un juego sin más. Debemos tener una estrategia o, al menos, fijarnos en aquellos juegos que más éxito alcanzan. Y si hablamos de éxito reciente, tenemos que hablar de Flappy Bird.

El juego para móviles Flappy Bird, el más popular en las últimas semanas, ha sido retirado por su desarrollador, Nguyen Ha Dong, de las tiendas Apple Store y Google Play, después de estar ingresando más de 50.000 dólares diarios. ¿Los motivos? Parece que solamente los sabe él: exceso de éxito, pérdida de control del producto, una posible denuncia de Nintendo por la similitud de ciertos elementos gráficos…

En cualquier caso, no parece que haya una explicación evidente del éxito que ha alcanzado este juego. La aplicación consistía en ir manejando un pájaro mediante pulsaciones en la pantalla, haciendo que recorriera un scroll infinito, sorteando tuberías verdes, con unos gráficos pixelados que nos hacían recordar la época más ochentera de los juegos de ordenador.

Una de las características que más haya contribuido quizás al innegable éxito de Flappy Bird es su inusual dificultad. Extrema, en muchos casos. Ser capaz de sortear más de 10 tuberías se antojaba muy, muy difícil, y el hecho de conseguirlo ya era un logro en mayúsculas que merecía ser compartido en redes sociales (¿ya hemos conseguido la famosa viralidad?).

Si recapitulamos, tenemos muchos de los ingredientes que suelen convertir a una app o juego en algo exitoso y que tu empresa puede adaptar a su estrategia de advergaming: simplicidad gráfica, mecánica sencilla pero con un alto grado de dificultad para superar niveles, efectos gravitatorios y un halo de misterio. Si a eso le sumamos que el juego debe ser 100% gratuito y no utilizar el modelo freemium que tanto vemos últimamente, la locura del usuario está servida. Hasta Apple celebraba haber superado 99 tuberías en el Flappy Bird… y no es para menos.

Muchos diseñadores y programadores comentan, sin embargo, que los gustos de los usuarios son impredecibles y que tratar de dar con la “fórmula mágica” de los juegos es una pérdida de tiempo.

Conseguir que una aplicación móvil tenga éxito sigue sin depender de la cantidad de dinero que tenga tu empresa para dedicar al marketing, aunque, claro está, todo ayuda. En cualquier caso, si no queremos confiar solamente en el azar, nos toca seguir diseñando planes de marketing y estrategias de comunicación que nos sirvan de plan B, por si la suerte no está de nuestro lado.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *