En esta sociedad se premia a quien más comparte, no a quien más tiene

Juan Luis Manfredi    26 junio, 2015

En un reciente desayuno organizado por la revista EsGlobal, se planteaba la necesidad de abrir la pequeña y la mediana empresa a nuevos modelos de internacionalización y gestión de la incertidumbre. Son tiempos de operaciones mercantiles complejas, que requieren innovación directiva. La constelación de cambios tecnológicos que conducen a la innovación constante, la gestión de la organización de un modo no vertical y jerárquico, el talento, la diversidad y la multiculturalidad como elementos naturales de la empresa, el diseño de una estrategia de aminoramiento de costes y subcontrataciones, la gestión integral de los proyectos de la mano de las grandes compañías, la vinculación entre diplomacia corporativa y diplomacia comercial y la gestión de alianzas internacionales por distintas vías como el lobby, las coaliciones o actividades de similar naturaleza. Este conjunto de nuevas herramientas concretan una serie de nuevas competencias directivas que se han de desarrollar en el seno de las organizaciones con vocación internacional.

En este marco de operaciones, la diplomacia corporativa nace como una oportunidad para utilizar las prácticas, los principios y el conocimiento diplomático para gestionar los asuntos de interés público de las pymes que comienzan la internacionalización. Es innovación directiva, en la medida que huye de un concepto de «pequeña empresa de Cuenca que exporta el 10%» para perseguir el de «pequeña empresa ubicada en Cuenca que mira al mercado global y aspira a participar en los flujos comerciales, en la gestación y ejecución de alianzas, en la captación de talento internacional que desea instalarse en España y otras acciones parecidas». Esto sí es una estrategia y sí persigue incrementar las ratios de competitividad internacional en un entorno global, abierto, digital y transparente.

Estas ideas no son exclusivas de las grandes organizaciones. De hecho, nuestra experiencia es la contraria. Las grandes empresas, que tienen recorrido y delegaciones en otros países, reducen el uso de la diplomacia corporativa a un contacto periódico con las embajadas y las misiones comerciales. Esta conceptualización limita el propio desarrollo de la diplomacia corporativa y la convierte en un centro de costes. Pero, allí donde las grandes ven solo un instrumento más, las pequeñas y medianas tienen que adivinar un catálogo de nuevas ideas para abordar la internacionalización. Aquí van algunas.

La Embajada como punto de partida. Las misiones en el exterior tienen varias funciones y, entre ellas, está contribuir al desarrollo de la economía española a través de la internacionalización de las empresas. Recurre a la Embajada para planear tu agenda de contactos políticos/periodísticos: no te servirán para ganar contratos, pero sí para comprender el entorno en el que quieres desarrollar tu actividad internacional. Ese olfato político de los diplomáticos hará bien en países de los que no disponemos de tanta información.

Continúa en el ICEX y en las instituciones públicas de promoción de la internacionalización y las exportaciones españolas (sí, soy ex becario 2003). Son centros de conocimiento y actividad para conocer la realidad comercial de un país, escriben informes, tienen contactos con pymes como la tuya que desean realizar encuentros, publican información relevante, asisten a ferias y otras acciones parecidas. Explota estas oportunidades para tu negocio.

Identifica los actores de interés para tu negocio y amplía el radar. No te quedes solo en las instituciones oficiales o los socios privados. Piensa en quiénes son los nuevos líderes de opinión, los actores, los blogueros, los tuiteros o las ONG. Ante el vacío de liderazgo político que se observa en casi todos los países, alguien ha ocupado ese lugar. Reúnete con ellos para saber cómo ven el negocio, qué piensan de tu sector o para escuchar oportunidades. Alimenta el capital social informal que lleva el liderazgo.

Crea redes y teje alianzas. En la sociedad red, se premia a quien más comparte y no a quien más tiene: ése es el cambio de paradigma que nos enseña Tíscar Lara. Las pymes que salen al exterior tienen que unir fuerzas para abrir mercado, crear oportunidades, fortalecer la imagen y la credibilidad de las empresas que proceden de éste o aquel país. No se trata de compartir los resultados o los contratos, sino de compartir los procesos de la expansión, reducir los costes, contratar los mismos servicios de análisis de riesgo geopolítico, entre otras. Las redes y las coaliciones son la estructura más competitiva en la globalización: estar fuera de ellas limita las posibilidades de éxito.

Pasa de las palabras a los hechos. Convierte las redes en proyectos y acuerdos conjuntos. Es posible que puedas competir en España, pero en el mercado global las alianzas pueden ser la respuesta. Busca, encuentra y crea ferias para ir juntos, grupos de distribuidores o inversores en misiones inversas, organiza encuentros sectoriales, identifica y levanta un mapa de actores relevantes en la realidad digital para la promoción de tu actividad económica, empodera a periodistas del sector para que conozcan vuestra red, entre otras ideas iniciales. En suma, las redes unen y aíslan a quienes están fuera.

Abraza la diversidad. Si de verdad quieres ser una empresa internacional, no una empresa exportadora, localiza talento internacional para tu empresa y súmalo al proyecto. España es un país seductor para vivir: utiliza ese activo para encontrar profesionales con experiencia internacional, directivos que hayan salido de las empresas tras operaciones de fusión, extranjeros que quieran mudarse a España o Erasmus que quieran quedarse, españoles que estén fuera y deseen cambiar de país y otras tantas situaciones en las que la diversidad será un puntal de crecimiento.

¡Suerte en el camino!

Foto:pixabay

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