El valor de ser pequeñoDavid Criado 27 septiembre, 2013 REGLA NÚMERO 13: Invierte siempre a largo plazo | Warren Buffett, 20 reglas para invertir con éxito Quiénes somos En octubre de 2012 escribí la segunda parte de mi análisis «Innovar en España», un artículo que pretendía analizar la raíz de muchos de los problemas estructurales que vive la economía española. En aquella época, hace ahora un año, existían 3.246.986 empresas en mi país. Según datos recientes del Ministerio de Industria un 99,8% de estas organizaciones son pequeñas y medianas empresas. De estas, solo 3800 empresas tenían más de 250 empleados. Mientras escribía el artículo supe que las pymes generan en España el 60% de empleos o, lo que es lo mismo, diez millones de puestos de trabajo. Pero hubo un dato que sin duda me impresionó aún más: El 97% de las empresas españolas facturan menos de 2 millones de euros al año. El blog que ahora lees es un espacio dedicado a todos estos profesionales que cada día sobreviven entre, gracias y a pesar de los gigantes. Hoy me gustaría escribir aquí sobre por qué ser pequeño te hace grande. No tengo apenas memoria y he olvidado en qué viejo libro leí una reflexión de Schopenhauer que decía: “Una persona es lo que es, lo que tiene y lo que representa”. Comenzamos: Lo que eres Mi nombre es David y cada 29 de diciembre celebro mi santo junto a mi familia. Eligieron para mí el nombre de un antiguo rey hebreo, el menor de todos sus hermanos y aquel que siendo un humilde pastor venció al más valeroso de todos los gigantes. Cuando David se acercó al rey Saúl y le dijo que liberaría a su pueblo de la guerra, una multitud de gente se reía. Todavía no había nacido el abogado Gandhi para decir: “Primero te ignorarán. Luego se reirán de ti. Por último te atacarán. Y entonces habrás ganado” Ese eres tú y lo que estás viviendo. Tu negocio es una pequeña o mediana empresa, careces de la complejidad asociada a las «empresas elefante» y por lo general funcionas. Otra cosa distinta es que ahora duermas. Lo que otros llaman crisis tú lo llamas trabajar aún más duro. Te levantas cada mañana para poder vivir junto a los tuyos y el negocio al que dedicas gran parte de tu tiempo es con frecuencia una fuente importante de tus preocupaciones y conquistas. Cualquier nuevo paso te supone un esfuerzo ímprobo y te sientes a menudo diminuto entre los grandes. Eres sin embargo dueño de todo lo que haces. Sufres mucho, es cierto, pero tú eliges cómo. Te has hecho propietario de tu vida y estás libre de cualquier reproche. Estás labrando tu propio camino y tu discurso, porque no te convenció por completo ningún otro. Si amo lo que hago –te dices- por fin encontraré mi sitio. Lo sabes y eso te hace aún más grande. A veces, en las tardes en las que nadie te acompaña, tras haber conseguido resolver impagos, liquidar deudas, pagar alguna nómina y sobrevivir al calvario administrativo que te ahoga, detienes tu mente y te paras a pensar. Piensas en esa colorida y llamativa colección de programas alegres que emiten en la tele sobre emprendimiento. Piensas en la enorme lista de eventos de innovación y en las grandes palabras que les acompañan. Piensas que la mayor parte del tiempo –al igual que pasa en la vida- nada de esto habla de ti o es importante. No eres parte de la moda social, porque has dejado para siempre de ser un ser creado y ahora eres creador. Creas tus oportunidades, mueves la economía, te atreves a hacer algo nuevo o diferente. Porque eso eres tú. El 60% de un país, el 99% de su tejido económico, la capa permeable que nos mantiene. Lo que tienes Te tienes a ti mismo. Y en tu caso seguramente más que nunca. Valóralo. Sé que tu flujo de caja es puro chicle, pero hay personas que jamás se encontrarán a sí mismas. En cambio tú… Tú has apostado por algo y has tomado una decisión. Te puede ir bien o mal, pero lo has hecho y tú puedes demostrarlo cada día. Yo lo llamo integridad. Te contaré una historia que puede que te ayude a comprender la importancia de todo lo que haces. Hace ahora año y medio presenté una propuesta de mejora en el modelo de trabajo a una gran consultora en la que trabajaba. En aquel momento recuerdo perfectamente que estaba cansado de que otros me dijeran cómo y cuándo tenía que sufrir y sobre todo por qué debía hacerlo. De modo que propuse un escenario algo más participativo. Ni siquiera fue estudiado y el atenazador mecanismo interno de la compañía se tradujo en mi más sincera dimisión. Mi propuesta empezaba con una cita sobre un estudio sorprendente acerca de unos seres diminutos. Hablaba de nosotros, las hormigas. Decía así: Investigadores del Instituto de Tecnología de Georgia (EE.UU.) han descubierto que las hormigas de fuego (Solenopsis invicta) crean una especie de balsa resistente al agua cuando hay inundaciones para salvar a la colonia. Para comprobar cómo estos insectos reaccionan ante una emergencia, el equipo dirigido por David Hu arrojó entre 500 y 800 hormigas al agua. Observaron que se agrupaban con rapidez, agarrándose unas a otras con sus mandíbulas y pinzas para formar la estructura. Retirando poco a poco las hormigas de la parte superior comprobaron que las del fondo se movían para conservar el grosor de la estructura mediante una conducta cooperativa que lograba su supervivencia. Somos pequeños, lo sé, pero nuestro espíritu nos mueve. Nadie puede competir con eso. Lo que representas Mi padre se levantó durante años a las cinco de la mañana para trabajar. Durante años, todos y cada uno de los días, tenía dos trabajos que nos ayudaban a pagar las facturas. Su jornada duraba 12 y 13 horas. Jamás valoré lo que suponía el esfuerzo hasta que una mañana me hizo levantarme de la cama y vivir con él una jornada entera de trabajo. Tenía un negocio propio y jamás comprendí lo que implicaba eso hasta que yo mismo he tenido el mío. Ni siquiera cuando de pequeño intentaba ayudarle en aquello que podía. Con independencia de cualquier otra cosa, mi padre representa un ejemplo de compromiso y amor por su trabajo y es para mí junto a mi madre la imagen más inmediata de la superación. Ojalá algún día mis hijos puedan decir esto de mí. Es todo cuanto quiero. Solo eso. Mi cuerpo mide exactamente 1,74 centímetros, yo mismo lo acabo de medir y cualquiera puede hacerlo. No ha nacido sin embargo la persona que pueda medir lo que ahora mismo represento. Soy mi esperanza, aquel que ha decidido seguir hacia delante. La vida empieza y acaba en cada uno de nosotros. Ni tú ni yo tenemos una nómina, pero has soñado algo y lo estás haciendo. La mayor parte de personas piensan, algunas dicen lo que piensan, muy pocas hacen lo que dicen, pero son horriblemente escasas las que lo apuestan todo por aquello en lo que creen. Te has atrevido a buscar tu foco. Eres el virus para el que no existe vacuna. Estás en construcción pero construyes. Yo suelo llamarte PASIÓN. Gracias. Ocho problemas habituales en los presupuestos de la pymeLas mascotas también se pasean por las redes sociales
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