Cosas que he aprendido sobre la felicidad en 25 años como profesional

Alfonso Alcántara    15 marzo, 2019

EN LA PELUQUERÍA, el profesional le dice al cliente:
—¿Usted qué preferiría, que toda su familia muriera arrasada en un incendio, por poner un ejemplo, o que su peluquero le hiciera una calva pequeñita en la coronilla, por error? Pero pequeñita, que casi no se ve.

La felicidad o la satisfacción en la vida personal y profesional tal vez en parte sea cuestión de perspectiva o de percepción. Pero mi punto de vista es que hasta la interpretación que hacemos de cómo vivimos y trabajamos depende de cómo organizamos los contextos y de nuestros comportamientos y hábitos cotidianos.

Por ejemplo, habrás observado que aquellos días en los que consigues realizar las tareas importantes en las primeras horas son los más productivos y motivadores de la semana. Y esa efectividad tal vez fue posible porque agendaste las obligaciones con antelación y organizaste el contexto laboral para evitar distracciones y enfocarte en las tareas.

¿Ves por dónde voy? Creo que el bienestar personal y profesional es más una cuestión de estrategia que de “actitudes”: el mejor pensamiento positivo es el comportamiento positivo. ¿A que sí?

Esta es una de las cuatro cosas que he aprendido sobre la felicidad en mi experiencia como empleado, directivo y como emprendedor o profesional autónomo. Si te apetece, sigue leyendo que te las cuento todas con más detalle.

1. Tener expectativas realistas no es rendirse, sino enfocarse

Escucho a muchas personas usar con cierta frecuencia la expresión “la vida es dura” o frases similares. Y siempre me quedo con la intención de responderles: La vida es dura pero, ¿comparándola con qué? 

Me da la impresión de que estamos demasiado preocupados por lo que supuestamente deberíamos conseguir o haber conseguido, y no sabemos disfrutar de las metas alcanzadas ni de las satisfacciones que nos ofrecen nuestra actividad y relaciones profesionales, aunque siempre sean mejorables.

¿Tu estilo de vida ideal es tan ideal? 

Si tienes en mente el objetivo utópico de irte a vivir a un país tropical a darte la buena vida y descansar, parece que has caído en el llamado «mito del clima cálido y feliz”, porque en realidad la felicidad percibida parece ser más alta en países más fríos y con menos horas de luz que en los mediterráneos. Es posible que los humanos no estemos hechos para trabajar en climas cálidos, con enfermedades y mosquitos.

Además, estas bajas temperaturas pudieron obligarnos en el pasado a trabajar juntos tanto al hombre como a la mujer, por lo que en estos contextos llegó a desarrollarse una cultura más igualitaria. Y la gente es más feliz en culturas igualitarias que en las jerárquicas.

En fin, que si nos vemos obligados a trabajar, hasta el Caribe puede ser un lugar mucho menos paradisíaco de lo que nos gustaría.

Pero si tienes pasta suficiente, seguramente podrás tener una vida mucho más satisfactoria que la media de los mortales en cualquier sitio que elijas, tenga el clima que tenga.

¿Tienes unas expectativas realistas en la vida profesional y personal?

Tal vez la vida actual que nos ha tocado, aunque mejorable, no sea tan mala; y las vidas que nos gusta soñar tengan más inconvenientes una vez estemos sobre el terreno.

Dicen que el estoico Diógenes iba por las calles de Atenas vestido con harapos y durmiendo en los zaguanes. Pasó un ministro del emperador y le dijo:

—Ay, Diógenes, si aprendieras a ser más sumiso y a adular un poco más al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas.
—Ay de ti, hermano, le respondió, si aprendieras a comer un poco de lentejas no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador.

Eres estoico si vives conforme a la razón, estás libre de pasiones y te consideras ciudadano del mundo, si afrontas los problemas y adversidades de la vida con fortaleza y aceptación.

¿Vives como Tito o vives como Pep?

Cuenta alguien que creció con Pep Guardiola y Tito Vilanova en La Masia (centro de formación del Fútbol Club Barcelona), ambos exentrenadores del primer equipo, que la gran diferencia entre los dos es que Pep, en medio de una tormenta, buscaría desesperado un paraguas lamentando no haber salido de casa con uno y probablemente lo encontraría. Pero Tito diría: “Tranquilo, va a escampar”. Y no se inmutaría. (El tipo que trabaja durmiendo, El País, 8 de abril 2007).

2. Sé coherente con tus valores: si la familia es “lo primero”, haz que lo sea de verdad

Tras un evento sobre productividad en el que participé en Barcelona en 2010, estuve charlando brevemente con un profesional al que había conocido gracias a Twitter.
Estudió periodismo, pero no ejercía como tal, sino que trabajaba como funcionario administrativo.

Me ha gustado tu conferencia –dijo-, especialmente esa parte en la que explicas que ser productivo tiene que ver con perseguir tu estilo de vida. No estoy muy contento profesionalmente, me gustaría crear un medio digital, pero estos años he decidido tener una vida adecuada para poder disfrutar, de verdad, de mis tres hijos. Tal vez más adelante pueda reinventarme profesionalmente.

Decide qué es lo primero e intenta organizar tu vida para ser consecuente con esa decisión

¿Cuántos padres directivos o empleados declaran que su familia es lo primero y, sin embargo, dedican al ámbito profesional casi toda la jornada y gran parte del fin de semana?

En todo caso, existen situaciones de precariedad profesional que no dejan mucho margen para la conciliación o para la educación. Se podrá argumentar que, a pesar de las condiciones, siempre se puede elegir, que es cuestión de determinación y esfuerzo, pero ciertamente para algunas personas el camino será mucho más difícil que para otras.

“Si yo lo he hecho, tú también puedes” es un intento de animar a otra persona para que luche por el estilo de vida que desea, pero siempre es fácil aconsejar a toro pasado y desde situaciones diferentes.

¿Qué pasa cuando el trabajo es lo primero?

Hay dos tipos de personas que dedican su vida al trabajo: las que deben hacerlo y las que lo disfrutan.

Muchos profesionales y emprendedores curran “demasiado” o más de lo que quisieran, porque no tienen más remedio, qué te voy a contar. Pero también otros trabajadores dedican mucho más tiempo y esfuerzo a sus negocios que a sus familias por elección, porque disfrutan de su actividad profesional, de sus negocios y de las relaciones que establecen en esos ámbitos, sean o no conscientes de esa inclinación. Es el caso de muchos emprendedores, que sacrifican gran parte de su vida no profesional para sacar adelante su iniciativa.

Y hay empleados que sienten compromiso con la empresa y orgullo de pertenencia y disfrutan de su desempeño, en parte también porque las organizaciones invierten cada vez más en convertirse en sitios agradables en los que trabajar.

Alinea tus valores con la manera en que vives o cambia la vida para alinearla con tus valores. ¿Qué va a ser?

Si trabajar es una parte muy importante en tu estilo de vida, no te engañes ni engañes a tus personas queridas para que estas puedan ajustar sus expectativas.

Es posible creer en algo y no estar a la altura de tus creencias. Es frecuente asumir una serie de valores, pero no vivir acorde con ellos.

El verdadero problema es el estrés existencial y profesional que esa incoherencia puede causar. No hay caminos buenos o malos, sino decisiones incoherentes que nos perjudican a nosotros y a quienes nos rodean.

3. Tu felicidad requiere unos ingresos mínimos. Es lo que hay

El dinero sí da la felicidad, pero no necesariamente mucho dinero.

Según un estudio de Manuel Baucells (IESE) y Rakesh K. Sarín (UCLA), la cifra mínima para ser feliz son 11.500 euros. A partir de esa cantidad, poder adquisitivo y felicidad no crecen al mismo ritmo, porque no tendemos a compararnos con nuestro punto de partida, sino con personas más pudientes que nosotros. (Cosas que el dinero puede comprar, o no. El País, 10 de febrero 2007).

¿Qué te hará feliz cuando ya hayas alcanzado esos necesarios ‘ingresos mínimos’?

Cuando tengas un nivel de vida y de ingresos aceptable, ¿qué deberías hacer?

Si bien el dinero es importante, tendemos a sobrevalorar la satisfacción que nos proporcionará el dinero, porque la felicidad parece estar también relacionada con el cambio o la mejora en el estatus personal, profesional o económico.

Es decir, lo que «nos pone contentos» es la subida de un escalón a otro y no tanto lo a gustito que supuestamente estemos en un determinado escalón. Así que la pregunta importante que debemos hacernos cuando la vida nos sonríe es esta: ¿Cuál es mi próximo escalón vital y profesional?

El dinero lo compra (casi) todo, pero mientras que tendemos a habituarnos rápido a los bienes materiales, los placeres cotidianos duran más, tales como leer, ver nuestras series favoritas, comer, jugar, pasear, hacer deporte y disfrutar con los amigos.

Pensarás que el dinero permite, como mínimo, comprar el tiempo para dedicarte a muchas de esas actividades “sencillas”. Y tendrás razón, pero también convendrás conmigo en que muchas satisfacciones son bastante baratas y accesibles y no siempre somos conscientes.

En fin, no nos pongamos idealistas, porque si la riqueza no da la felicidad, imagínate la miseria.

Ya dijo Jacinto Benavente que eso de que el dinero no da la felicidad son voces que hacen correr los ricos para que no los envidien demasiado los pobres.

Y por supuesto muchas personas sufren situaciones personales y profesionales difíciles que casi no dejan margen para decidir. Es muy complicado mantener una actitud de iniciativa y planificar el futuro cuando se está desesperado intentando sobrevivir en la vida profesional y en los negocios.

Nadie está a salvo de pasarlo mal. Y esa es una lección para tener siempre presente: disfrutar de lo mejor, pero estar preparados para lo peor.

4. No te pidas ni pidas a los demás que mejoren su actitud, mejor diles qué tienen que HACER para mejorar

La mejor actitud es hacer. Cuando pedimos un ‘cambio de actitud’, en realidad pedimos un cambio de comportamiento.

El autobús urbano recorre a a toda velocidad un Madrid desierto durante un puente festivo. El conductor va de parada en parada como un loco, con acelerones y frenazos que a punto están de tirar al suelo a algún viajero. Una viejecita, al disponerse a bajar en su parada, le espeta:
—¿Adónde piensa usted llegar en la vida con esta actitud?

¿Por qué tendemos a hablar de actitudes en lugar de comportamientos?

Cuando la pasajera critica la actitud del profesional, en realidad se está refiriendo a una conducta concreta que no le ha gustado, pero al hablar en general parece aludir a su personalidad y no a su estilo de conducción.

Según el diccionario de la RAE, la actitud es la “disposición de ánimo manifestada de algún modo”, lo que viene a decir que es el ánimo o un factor que “TENEMOS dentro” el que nos lleva a comportarnos de una forma u otra.

Esa forma de describir el comportamiento de los demás atribuyéndolo a una “actitud interna” es muy negativa y prejuiciosa, porque tiende a etiquetar y a decir que las personas SON en general, en lugar de describir lo que las personas HACEN en determinados contextos.

Decirle a alguien que tiene una mala actitud sería similar a calificarlo en general como imprudente (en el caso del conductor del autobús), poco trabajador, poco motivado, etc., dependiendo de la situación de que se trate.

En lugar de pedirnos y pedir a los demás que mejoren su actitud, diles qué tienen que hacer para mejorar.

Cuando el jefe Peláez le dice al empleado Fernández: “No me gusta su actitud, no se está tomando las cosas en serio ni se esfuerza lo suficiente”, le traslada un crítica, pero no una propuesta con indicaciones de mejora.

Estas descalificaciones inconcretas probablemente conseguirán desanimar al profesional y no mejorarán su comportamiento. Sería más efectivo si Peláez le comunicara su sugerencia de esta otra forma, por ejemplo:

—Cuando llegas al trabajo no te pones inmediatamente con las tareas previstas y eso retrasa al equipo. ¿Qué te parece si revisaras tus asignaciones en la Intranet a las 9:00 am y las gestionaras antes de las 9:30 am? Te agradecería mucho que hicieras este pequeño cambio.

Describir comportamientos, en lugar de utilizar adjetivos, evita enfados y malentendidos y es mucho más efectivo para producir cambios. 

También podemos aplicarlo con nosotros mismos: no te culpes o te critiques por “SER como eres” o por tener malas actitudes, ponte como objetivo HACER aquello que te ayuda a avanzar y a sentirte bien, en lugar de lamentarte por tu actitud o tu personalidad.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *