Aprendizaje social

Javier Villalba    11 junio, 2013

Como no podía ser de otra manera, el aprendizaje también se ha hecho social. Primero, a mediados de 2011 en España, con la aplicación de la metodología crowdlearning, en virtud de la cual los alumnos ejercen a la vez de aprendices y de productores de contenidos o de enseñanzas. Un método que tan solo un año después se hizo extensivo a la comunidad global mediante la aparición de las propuestas MOOC (Massive Open Online Course) o COMA (Cursos Online Masivos Abiertos), una oferta de cursos en abierto, gratuitos, sin limitación de participantes y en los que se pueden inscribir algunos cientos o miles de alumnos mientras que no se excedan los límites de los servidores, como informó en 2012 la Universidad de Texas: “El segundo curso en línea abierto y masivo del Centro Knight alcanzó los límites de nuestro sistema, con 5.000 participantes inscritos a 31 de diciembre, y tuvimos que suspender las inscripciones”.

Si algo tienen en común la Enseñanza a Distancia, la Enseñanza Programada, la Enseñanza Asistida por Ordenador (EAO), el elearning, el crowdlearning y la puesta en servicio de propuestas formativas masivas en línea (MOOC) es que en todas ellas la acción de aprender recae siempre sobre el sujeto o, lo que es lo mismo, que en todos los casos se trata de sistemas de aprendizaje autónomo. Una manera de adquirir conocimientos que se ejerce con libertad, se puede adaptar a la propia agenda y se enriquece con la concurrencia de una diversidad de ópticas.

Lograr que los cursos MOOC constituyan verdaderas experiencias de aprendizaje y consistan en algo más que en un repaso de materiales en línea quizá sea un objetivo mediatizado por la gratuidad, pues si esta fórmula educativa dependiera de un cuadro docente a disposición del alumnado, obviamente no podría ser gratuita.

En efecto, estas comunidades circunstanciales, con un desarrollo limitado a un período de tiempo determinado y debido a la masificación natural, incurren en un riesgo de producción excesiva e incontrolada de comentarios que, de no estar bien conducida en los foros, es fácil que invada otros espacios de charla creando «infoxicación». De la misma manera, de no estar claras las normas de participación, no será infrecuente que afluyan comentarios sin aporte de valor.

Siendo una condición natural en los MOOC el acceso universal y sin barreras, parece aún más necesario y deseable fijar las normas de comportamiento de la comunidad, de manera que se consiga la máxima productividad. Sin embargo, tal protocolo suele abandonarse a manos de la publicación de unas normas genéricas de intervención en foros y se deja al albur de cada participante, del que se espera que tenga sentido común.

Es típico de los MOOC proponer actividades P2P o entre pares, de modo que los alumnos se corrigen entre ellos. Pero esta cuestión debiera partir de un mínimo de instrucciones para la evaluación de los trabajos, indicando cómo debe afrontarse la corrección de las tareas, cuáles son los resultados de aprendizaje que se han de considerar y cuál debiera ser el aporte de valor por parte del evaluador, pues la experiencia MOOC demuestra que las correcciones se limitan a una puntuación, a lo sumo, acompañada de algún breve comentario.

Al no existir barreras de entrada, salvo en todo caso el exceso de cupo, la concurrencia de alumnos puede ser tan diversa como se quiera. Esta heterogeneidad se manifiesta en criterios, percepciones y también en grado de conocimientos, lo que permite poner en duda la idoneidad del alumnado para evaluar, y máxime si no se cuenta con una guía de evaluación.

Debido a lo anterior, el papel del “facilitador” es verdaderamente relevante para fijar un marco de actuación, estimular la productividad, reconducir intervenciones, orientar acciones de grupo, resolver dudas, facilitar fuentes, ofrecer materiales complementarios y, en general, proponer alternativas.

La experiencia en algunos MOOC demuestra que no es así, que el “facilitador” queda a la zaga, adoptando un papel meramente presencial o testimonial y con escaso aporte de valor, mientras que los tutores no se encuentran a disposición, como tampoco lo está el equipo docente, con el que el alumno no puede comunicarse, pues se trata de un sistema de aprendizaje peer to peer, entre pares, que, partiendo del autoestudio, ofrece resolver las dudas por medio de la población de inscritos en el mismo curso y por la vía de los foros de la comunidad.

Una cuestión que evolucionará en el futuro será conseguir que los MOOC ofrezcan la posibilidad de obtener créditos académicos homologables, cuestión que hoy solo admite la obtención de un certificado de curso, previo pago de una módica tasa y la superación de un cuestionario online.

Aprender hoy está al alcance de un clic, siendo posible encontrar alguna propuesta de interés en sitios como Aprendo, BVMOOC, Canvas Network, Codecademy, Coursera, Crypt4you, edX, Khan Academy, Lore, Meetup, MiriadaX, MOOC2degree,  OpenClass, OpenupEd, Open Study, P2P University, Udacity, Udemy, UnedCOMA, UniMOOC, unX, WEU. Pero lo verdaderamente atractivo es encontrar una excusa para aprender a aprender o, lo que es lo mismo, educar una metacompetencia ineludible en la sociedad del cambio en la que nos encontramos.

 

Foto: @david.nikonvscanon, distribuida con licencia Creative Commons BY-SA 2.0

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