Del capote al método del chicle: prácticas habituales en los hurtos en tienda

Raúl Alonso    18 septiembre, 2013

Hace unas semanas la propietaria de una farmacia ubicada en una localidad turística comentaba que solo en el mes de julio le había desaparecido producto por un valor superior a los 600 euros: «Y no quiero pensar lo que puede pasar este agosto». Los hurtos y robos en los establecimientos comerciales continúan siendo un grave problema para el pequeño comercio, más gravosos en un momento de debilidad de las ventas: en la campaña de verano se vendió un 10% menos, porcentaje que se dobla en algunas regiones del país, según un reciente informe de la Confederación Española de Comercio.

La utilización de bolsas forradas de aluminio, bloquear los sistemas de detección volumétrica con láminas de plástico transparente o pegar bajo el mostrador la joya robada sobre un chicle son algunas de las artimañas utilizadas por los cacos. Identificar sus prácticas es sin duda de utilidad para prevenir su actuación. Con este objetivo, la Dirección de Comercio Interior ha puesto en marcha el «Plan comercio seguro», que incluye la edición de una guía descargable con la colaboración de la Dirección General de Policía y de la Confederación Española de Comercio.

«El uso evidente y habitual de medidas de seguridad desmotiva al posible delincuente y hace que se lo plantee antes de cometer un delito», se explica. Pero no basta con diseñar un sistema adaptado a la peculiaridad de nuestro negocio y a las características del establecimiento, es necesaria una continua supervisión del responsable y el personal de venta. Repasamos algunos de los procedimientos de hurto más habituales:

Hurtos y fraudes habituales

Bolsa con el interior recubierta de papel de aluminio. El artilugio casero anula el funcionamiento del chip de seguridad que protege la mercancía, por lo que la alarma no se activará a su paso por el arco de seguridad. Recientemente se ha descubierto una práctica similar pero recubriendo con pegatinas de aluminio y/o papel de aluminio las etiquetas con el chip de alarma.

El método del chicle. Un procedimiento muy unido a las joyerías. El delincuente pega un chicle bajo el mostrador y pide al dependiente que le muestre varias piezas. Una de ellas será adherida al chicle para, posteriormente, ser recogida por su cómplice.

El capote. El ladrón requiere del dependiente algo que le obligue a abandonar su puesto en el mostrador y trata de entretenerle manteniéndole de espaldas al mismo. En ese momento una segunda persona aprovecha para sustraer mercancía y, si es posible, el dinero de caja.

El pañuelo. Una de las prácticas más habituales, pese a su supuesta simplicidad: simulando un fuerte resfriado, el delincuente se vale de su pañuelo para ocultar el objeto robado.

Grupos de delincuentes. Otra de las prácticas más comunes es este modelo de hurto, en el que un grupo numeroso de personas entra en el establecimiento. Mientras unos se encargan de distraer al dependiente o dependientes, otros operan. Por ejemplo, algunos se encargan de quitar la alarma del producto para que pocos segundos después el compinche sustraiga la mercancía.

La mancha. Todo un clásico, aunque en este caso afecta al cliente. El modus operandi suele iniciarse en el interior de la tienda, en donde se observa una compra importante. A la salida del establecimiento es donde uno de los delincuentes mancha de forma fortuita a la víctima con algún líquido (café, refresco, etc.). Mientras el causante del percance se excusa de forma reiterada tratando de subsanar el daño, una segunda persona efectúa el robo. Otra práctica similar ocurre en los aparcamientos de las grandes superficies comerciales, cuando una persona distrae al comprador en el momento en que está metiendo las mercancías en el coche, al tiempo, una segunda actúa.

El momento de pago de la mercancía es también crítico. Una de las prácticas es el abono de la compra con un billete de gran valor, el delincuente utilizará diferentes maniobras de distracción para quedarse con el cambio y el billete. Según sea el procedimiento puede ser considerado estafa o hurto.

El cambio de los códigos de barras de unos productos por los de otros de menor valor es también considerado motivo de estafa.

El robo

Aunque la finalidad siempre es apropiarse de lo ajeno, se distingue entre utilizar la fuerza sobre las cosas para acceder al lugar y cuando se recurre a la violencia e intimidación de personas. Una de las prácticas novedosas es la colocación de láminas de plástico transparente en los detectores volumétricos del sistema de alarma. Su colocación se realiza en el horario de apertura de público y son difíciles de detectar a simple vista. Ya con el establecimiento cerrado, los cacos aprovechan su inutilización para realizar el robo sin ser detectados. La entrada de un supuesto cliente con el casco de moto puesto debe despertar desconfianza, se trata de un procedimiento habitual en los robos de tiendas de núcleos urbanos.

En cuanto al robo de mercancías en fase de transporte se distinguen tres modalidades: la sustracción en paradas largas de los transportes, de forma especial en sus estancias en gasolineras y restaurantes; la sustracción del vehículo cargado durante el trayecto; y la sustracción en las operaciones de carga y descarga.

Siempre alerta

Acabamos recordando uno de los puntos en los que más se insiste en el Plan Comercio Seguro: si se observa la actuación de un delincuente, se deben tomar medidas de autoprotección de forma rápida y discreta, si es posible cerrar el acceso al establecimiento, llamar con rapidez a los agentes de seguridad y avisar a otros comerciantes de la zona. Es de utilidad fijar con los empleados un código de comunicación con palabras claves para poder transmitir una situación de peligro u otro incidente. Por último, se debe evitar el enfrentamiento directo con los delincuentes e intentar memorizar sus rasgos físicos (tatuajes, cicatrices, etc.), su indumentaria y, en su caso, hacer lo propio con el vehículo que utilicen.

Imagen @*sax, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0

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