La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Estar sano es algo que nos preocupa mucho a las personas y también a las empresas, aunque a la hora de definir en qué consiste la salud empresarial la cosa se complica con respecto a la definición de la OMS.
Que una empresa esté sana se puede evaluar desde diferentes prismas, pero en un momento como el actual, en el que muchas compañías están atravesando dificultades de tipo financiero, parece que cobra un especial protagonismo hablar de salud financiera.
Sin ir más lejos, el Barómetro de Gestores Administrativos del mes de septiembre destaca que más de 700.000 pequeñas y medianas empresas en España tienen problemas de liquidez, debido a las restricciones a la actividad y de la gestión económica de la pandemia. E incluso 130.000 se encuentran en situación técnica de concurso, el cual no presentan ante la moratoria concursal vigente hasta final de año. Se diría que estas empresas no gozan de buena salud financiera.
Las tres bases de la salud financiera
Existen tres elementos que, de reunirse por parte de la empresa, pueden llevarnos a considerarla sana desde un punto de vista financiero.
Funcionamiento del negocio
En primer lugar, es fundamental que el negocio de la empresa funcione. Por un lado, esto significa que sea rentable, es decir, que sea capaz de generar el suficiente beneficio en relación a lo que vende, a los activos que utiliza o a sus fondos propios.
Por otro lado, significa que sea capaz de generar la suficiente caja (diferencia entre cobros y pagos) para que pueda desarrollar su actividad sin dificultad.
Liquidez y solvencia
En segundo lugar, para que la empresa tenga salud financiera ha de tener capacidad de pago de sus deudas tanto a corto (liquidez) como a largo plazo (solvencia), elementos ambos que definen el equilibrio de su balance.
En el caso de la liquidez, los activos que duran menos de un año (existencias, clientes y tesorería) han de ser suficientes para cubrir las deudas a corto plazo (proveedores, préstamos bancarios, Seguridad Social, Hacienda, etcétera).
No obstante, cada sector de la actividad tiene sus propias particularidades en términos de liquidez, existiendo algunos donde lo habitual es que los activos a corto sean muy superiores a los pasivos a igual plazo, y otros donde no es tan común, siendo importante que la liquidez esté alineada con los datos medios del sector.
Por su parte, la solvencia significa que la empresa tiene suficientes activos, tanto a corto como a largo plazo, para hacer frente al conjunto de sus deudas. Si esto no se produce, y las deudas son superiores, el patrimonio neto es negativo y la empresa no puede continuar con su negocio. Este es el mayor peligro para las 130.000 empresas identificadas por el Barómetro de Gestores Administrativos.
Fuentes de financiación diversificadas
En tercer lugar, una compañía sana -desde el punto de vista financiero- tiene sus fuentes de financiación diversificadas y no depende exclusivamente de una. Cada empresa debe buscar el equilibrio entre dinero propio (aportado por los socios) y ajeno (que aportan fuentes externas), y en el segundo de los casos diferenciar entre financiación bancaria y no bancaria, entre la que también debe incluirse la financiación espontánea que conceden los proveedores al cobrar sus facturas a plazo, a la que además se recurre mucho en España.
La sostenibilidad como refuerzo a la salud financiera
Aunque pueda considerarse un elemento que no está relacionado directamente con la salud financiera de la empresa, la sostenibilidad, entendida esta como la capacidad de llevar a cabo el negocio teniendo en cuenta factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG, por sus siglas en inglés), puede mejorarla.
Existe una tendencia creciente a nivel global a financiar proyectos empresariales que incorporen estos factores, dado el mercado que hay detrás y la valoración que hacen especialmente los consumidores más jóvenes del componente ético de los productos y servicios que adquieren.
En este sentido, una empresa que desarrolle un negocio sostenible puede tener mayor facilidad para lograr financiación ajena, diversificar sus fuentes financieras y lograr el deseado equilibrio en su balance.
Foto de Sammy Williams en Unsplash