¿Se imaginan poder disfrutar semanalmente de un puente? ¿Trabajar cuatro días y librar tres? La primera ministra de Nueva Zelanda lo planteó. Y en España algún partido y sindicato ha hecho lo propio.
Casi ocho de cada diez trabajadores piensan que estas jornadas contribuyen a mejorar la calidad de vida. Ahora bien, ¿se trata de un mito o de una realidad? Porque aunque el coronavirus ha avivado el debate y pese a que cada vez hay más compañías que las implantan, por el momento pueden considerarse una leyenda.
Ventajas de una semana laboral más corta
Tanto empresas como empleados podrían beneficiarse, ya que mientras unas reducirían sus costes energéticos, otros mejorarían de forma significativa sus posibilidades de conciliar, lo que redundaría en plantillas más motivadas y felices, y a su vez se traduciría en una mayor productividad.
En cualquier caso, Silvia Pareja, senior manager de PeopleMatters, enumera las siguientes ventajas de este tipo de jornadas:
- Equilibra la relación entre el trabajo y la vida personal de los profesionales y, por tanto, permite la conciliación.
- Aumenta la motivación y el uso eficaz y eficiente del tiempo de trabajo gracias a la concentración, lo que impacta en una mejora de la productividad individual y colectiva.
- Reduce los gastos de las empresas al disminuir el consumo eléctrico de ordenadores, impresoras, ascensores o sistemas de iluminación.
- Tiene un impacto positivo sobre el medioambiente, debido a la reducción de los desplazamientos en coche y del consumo de energía y papel.
- Fomenta la contratación adicional, si es necesario dar cobertura horaria a la semana de cinco días en algunas actividades o servicios y, por tanto, aumenta los niveles de empleo.
- Puede generar un incremento del consumo individual e impulsar la economía, siempre y cuando se mantenga el poder adquisitivo de los profesionales (así como el rendimiento de los empleados).
Por su parte, Francisco Santos, director de la Escuela de Negocios y Dirección – EnyD, añade que muchas empresas podrían prestar servicio cuatro días a la semana, por ejemplo, con empleados de cuatro días y con empleados de tres, ya que habría compañías o sectores, o trabajadores, que descansarían de sábado a lunes, o de lunes a miércoles. “Esto llevará a un aumento permanente de la demanda de determinados servicios”, puntualiza.
Los inconvenientes de estas jornadas laborales
Sin embargo, las semanas laborales más cortas también se enfrentan a una serie de desventajas, entre las que la senior manager de PeopleMatters destaca las siguientes:
- Puede resultar difícil hacer sostenible la mejora de productividad. Hay experiencias que demuestran que la presión por la concentración de actividad y la necesidad de entrega en plazos más cortos derivan en estrés y agotamiento, e incluso en una progresiva relajación del nivel de cumplimiento de objetivos.
- Una reducción del 20% del tiempo trabajado, manteniendo los sueldos, puede incrementar los costes salariales en aquellas actividades que no dependen tanto de la motivación y del cumplimiento de objetivos individuales, sino de la cobertura de actividad por turnos o de horarios de apertura o atención a clientes. Y este encarecimiento podría resultar inasumible.
Y precisamente el tema de los salarios constituye el principal escollo para Beatriz Hernández, fundadora de Planbtalent, quien sostiene que el debate en torno a si se deben mantener los sueldos o no -independientemente de la reducción de horas- llevará a patronales y sindicatos a negociar de manera “lenta y tortuosa”.
De igual modo, el director de EnyD revela que esto no es algo que pueda implantarse de empresa en empresa, sino que debe partir de la negociación colectiva para que afecte a todo un sector a la vez y, si es posible, ser recogido en normativas nacionales que obliguen a los agentes sociales. De lo contrario, advierte que se crearían diferencias competitivas que generarían reticencias entre los empresarios.
Por no hablar de que en algunos ámbitos, como el de la enseñanza, podría generar un problema de conciliación. Sea como fuese, Santos remarca que los empleados deben entender que tienen que conseguir un rendimiento idéntico en menos de tiempo y las empresas deben favorecer y facilitar los medios para que así sea. “Hay que adaptar horarios en comercios o incluso en la televisión para hacer viable esta jornada”, apostilla.
En definitiva, hay opiniones para todos los gustos. Argumentos a favor y en contra que harán de la implantación de estas jornadas uno de los debates más candentes en el mundo laboral.
Defensores y detractores
Y es que si unos expertos las ven viables únicamente en empresas o sectores concretos –como el tecnológico-, otros se muestran convencidos de que muy pronto serán una realidad.
Es el caso de Francisco Santos, quien arguye que así conseguiríamos ser más atractivos para atraer al talento internacional. “Si bien algunos partidos políticos ya han planteado esta cuestión, grandes empresarios -como Peter Slim- reclaman estas medidas desde hace años. Por tanto, si se hace una aproximación sin demagogias, el acuerdo sería relativamente sencillo. No tardaremos en ver esto en países de nuestro entorno”, destaca.
Una postura con la que coincide Beatriz Hernández, quien se atreve a asegurar que se implantará. No obstante, matiza que en España se tardará por nuestro modo de trabajar, por nuestra concepción del tiempo y por nuestro modelo de vida. Máxime teniendo en cuenta que se trata de un cambio conceptual a todos los niveles. Y prevé que el primero en implantarlas será el sector de oficinas.
De la teoría a la práctica
Software DELSOL ha sido una de las empresas pioneras. Ya en 2019, la Dirección Ejecutiva lanzó el reto de comenzar este año trabajando cuatro días a la semana, lo que refleja su último convenio. Pasaron del mito a la realidad, aunque antes se encontraron con la dificultad de empezar de cero, ya que no tenían referentes en los que basarse, más allá de algo de literatura y alguna experiencia puntual en Japón.
Desde la compañía relatan que todos los miembros de Software DELSOL tienen una jornada laboral de cuatro días y que para poder seguir ofertando sus servicios con los mismos estándares de calidad y profesionalidad, se ha incrementado la plantilla.
El departamento de atención al cliente, compuesto por 100 personas, lleva a cabo su jornada a través de un sistema de correturnos, de forma que cada cinco semanas se descansa un viernes de esa semana y el lunes de la siguiente, siendo un puente de cuatro días. El resto de la empresa tiene su jornada laboral de lunes a jueves.
Caso de éxito
“El efecto psicológico que conlleva tener un día menos de jornada laboral facilita la conciliación y el poder llevar a cabo gestiones personales. De este modo, el índice de absentismo ha disminuido notablemente”, confirman desde una compañía que también señala el efecto positivo que ha tenido en la motivación del personal.
Finalmente, en Software DELSOL se muestran convencidos de que la implantación de estas jornadas es un proceso lógico en las organizaciones maduras y preparadas. No obstante, sostienen que requiere una adaptación al modelo, puesto que no es una solución transversal aplicable de la misma forma a todos los sectores productivos ni organizaciones.
“La crisis provocada por el coronavirus ha acelerado algunos procesos, como el teletrabajo. Se ha puesto el foco en las relaciones laborales y en la necesidad de encontrar nuevos marcos dentro de las mismas. El tiempo ha sido uno de los valores al alza, y la jornada de cuatro días te abre la posibilidad de disfrutarlo, lo que se pondera por encima incluso de ciertas subidas salariales”, concluyen.