Hace semanas viví una situación personal que me hizo reflexionar y me obligó a sentarme en el «banco de la plaza» y empezar a pensar en soluciones urgentes. Era un viernes caluroso de agosto por la noche, cerca de las 12 de la noche. Había sido un día de altas temperaturas en todo el país, y me disponía a sentarme debajo de dos grandes ciruelos que hay en mi pequeño jardín y que este año no han dado los frutos esperados. En la mesa del jardín, mi portátil, un vino blanco y un paquete abierto de tabaco de pipa. Sin prisa e inmerso en mi paraíso, redacté los puntos más importantes para solucionar dicho problema.
¿Resistir o persistir?
En medio del silencio de la noche, me surgió el dilema: ¿Resistir o persistir? En ese momento, tenía claro que resistir es no hacer nada y quedarse donde uno está. Y persistir es saber lo que está sucediendo, analizar y preguntarse qué se puede hacer al respecto.
Para la toma de esta decisión, es importante el momento que vivimos, y yo estaba en el mejor sitio para decidir. Durante unos minutos me quedé bloqueado y apareció la incertidumbre, ese provocador e increíble estado mental que surge de la nada.
Hace unos meses, había leído el libro El Arte de Persistir, del prestigioso neurocientífico y divulgador David Bueno. «Un viaje a las profundidades del cerebro para aprender a gestionar el cambio y la incertidumbre».
Solo unos instantes después decidí redactar dos documentos, uno para poder resistir y otro para poder persistir. Siempre acompañado de la incertidumbre, ese estado mental que he experimentado millones de veces durante toda mi vida y que me ayuda a pensar. No todo el mundo reacciona igual a un estado de incertidumbre.
¿Qué significa incertidumbre?
La incertidumbre es un estado de falta de seguridad sobre el conocimiento, caracterizado por la duda.
Siempre he pensado que la incertidumbre nos empuja a saber comportarnos ante algo desconocido y que todos la necesitamos para poder tomar decisiones. A la hora de hacer frente a la incertidumbre, es importante tener en cuenta dos factores que ayudan a encontrar respuestas: el espacio y el tiempo.
Si os invade la incertidumbre, buscad un espacio físico donde os encontréis bien, donde estéis a gusto (el jardín de mi casa era perfecto para mí) y nadie os moleste, sin interferencias digitales. Y concedeos el tiempo necesario para pensar, sin prisa, para ser conscientes de lo desconocido y poder analizar las dudas que aparecen por la falta de conocimiento.
En varias ocasiones, Maggie Jackson, escritora estadounidense, ha comentado que la incertidumbre es un regalo para el ser humano y que tenemos que aprender a utilizar sus beneficios. «La incertidumbre es maravillosa, porque nos hace pensar mejor», aunque muchas personas creen que la incertidumbre es sinónimo de debilidad.
Personalmente, no creo que sea un estado de debilidad, todo lo contrario. Y estoy totalmente de acuerdo con muchos expertos que lo definen como un trampolín hacia un pensamiento mayor, un tipo de pensamiento provocador.
La incertidumbre es ese estado absolutamente maravilloso que incita a pensar.
Pero está claro que cada uno lo vive de forma diferente. Del mismo modo que no hay dos personas iguales en el mundo, ni en su forma de pensar ni en su forma de ser, tampoco hay dos personas que hagan frente a la incertidumbre de igual manera.
Miedo y curiosidad frente a la incertidumbre
La incertidumbre provoca dos sensaciones a las que hay que enfrentarse: el miedo y la curiosidad. A muchas personas las dudas frente a lo desconocido y la falta de conocimiento les provoca miedo, esa sensación de angustia ante la presencia de un peligro real o imaginario. Ese sentimiento de desconfianza que te impulsa a creer que ocurrirá un hecho opuesto a lo que deseas. El miedo te lleva directamente a no poder pensar, a dejarlo todo tal como está y no hacer nada para llegar a un posible cambio o solución.
Sin embargo, me atrevo a pensar que a muchas personas, y me incluyo en este grupo, nos invade la sensación de curiosidad. Ese deseo de saber o averiguar una cosa. Esas ganas de salir de nuestra zona de confort para pensar, conocer, aprender y “jugar” con la incertidumbre para cambiar.
Cuando el miedo gana a la curiosidad, vas a resistir. Cuando la curiosidad gana al miedo, puedes conseguir persistir. La incertidumbre provoca sensación de nerviosismo, al contrario que la certidumbre, que nos provoca seguridad y tranquilidad.
Como muchos de vosotros, he vivido bastantes momentos de incertidumbre en mi vida. Piensas, cambias, la incertidumbre desaparece, pero te equivocas en una decisión, reaparece la incertidumbre y todo vuelve a empezar.
¿Por qué sufrimos incertidumbre?
La época que vivimos está asociada -como todas- a momentos de incertidumbre, a situaciones que precisan cambio. La crisis sanitaria que nos azota desde hace dos largos años nos hizo replantearnos muchos aspectos de nuestras vidas, guerras que destruyen el mundo y situaciones de “escasez» que generan intranquilidad.
Son ya historia esas vidas personales y profesionales que tenían todo controlado, que vivían tranquilamente y con la seguridad de que transitaban por el camino correcto. En esta nueva realidad es importante aceptar la incertidumbre, aprender a vivir con ella y enfrentarnos a todos los cambios repentinos de dirección.
Ayer es historia, mañana es un misterio y hoy es un regalo.
De este provocador estado mental surgirán nuevas oportunidades, y tenemos que estar seguros de que necesitamos cambiar para avanzar hacia una mayor calidad de vida.
En muchos casos, el problema de algunas personas es que no son capaces de reconocer que están en un estado de incertidumbre, porque no disponen de la información necesaria para tomar una decisión. No saben detectarlo y se estresan, llegando a paralizarse durante días o semanas y pensando ya en el resultado final sin aún haber actuado.
Para poder actuar, a mi modo de ver, hay tres factores que pueden ayudarnos:
- Vencer el miedo cambiando y aceptando el riesgo que comporta actuar de forma diferente.
- Prepararnos para lo nuevo y las sorpresas, y así poder aprender de situaciones totalmente diferentes.
- Ser curiosos y valientes, y llegará el momento en que asumiremos que no hay límites para la mejora.
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