“He tenido una cita en Skype, luego una videoconferencia por Teams y más tarde Zoom con la familia. Por eso, no vi tu mensaje de texto ni tus llamadas. Lo siento, jefe”.
Esta conversación ficticia me parece que es bastante real. En las últimas semanas, hemos padecido este incremento desproporcionado de actividades digitales.
Ha sido la consecuencia natural, la reacción exagerada de los jefes al cambio de hábitos y costumbres en la oficina y el puesto de trabajo. Digo jefes y no líderes, porque el jefe es aquella persona que quiere controlar los procesos y los comportamientos del equipo con una estructura intelectual de empresa industrial (horarios, producción, stock y venta).
En cambio, una de las pocas lecciones sólidas del mundo poscoronavirus será que el cambio de procesos y rutinas requiere transformar a los jefes (de la economía industrial) en líderes de la economía digital.
No habrá tanto tiempo y espacio compartido en la oficina, la fábrica o la tienda física. Y eso no dependerá de la estacionalidad de la infección, sino de los cambios estructurales que estamos viviendo en el desempeño profesional y la vida personal.
Cómo ejercer el nuevo liderazgo
El “me quedo en casa para avanzar un poco” será el mantra dominante. Por eso, conviene pensar cómo ejercer el liderazgo y qué técnicas perdurarán en la gestión empresarial de proyectos emprendedores o de firmas ya asentadas. Aquí van mis anotaciones.
Innovación en un entorno digital
Innovar es abandonar procesos y actividades que no aportan valor, pero que “siempre se han hecho así”. Atreverse a romper inercias es una decisión valiente dentro de las organizaciones, donde nos sentimos cómodos en las rutinas.
Trasladar las reuniones o la rendición de cuentas al entorno digital sin pararse un momento a pensar qué valor aportan o de qué otro modo se pueden realizar es un error estratégico. Aprovecha y prueba aplicaciones de reuniones, gestión de proyectos o asignación de tareas. Hay margen para el aprendizaje.
El software de proyectos
Me refiero aquí a la idea extendida de tablas y presentaciones como herramientas de trabajo, porque crean evidencias artificiales de resultados.
Hay que huir de estas representaciones y conseguir que cada persona entienda su rol dentro de la organización y el proyecto.
El liderazgo consiste en que cada uno sepa cuánto aporta, cuándo su actividad es esencial, abrir espacios para el diálogo y reducir las tareas sin valor.
El liderazgo digital implica, pues, entender los proyectos emprendedores, la gestión del cambio y los flujos de datos que crean valor. No se trata de tareas individuales y aisladas, sino de proyectos.
En copia en todos los correos
El jefe en copia de correo (CC) o, peor aún, en copia oculta (CCO). La vida digital dificulta la improvisación o el café buscado o casual. La innovación se debilita cuando no hay posibilidad de cruzar inquietudes, por lo que el líder digital debe facilitar la conversación entre empleados y romper las dinámicas jerarquizadoras de la conversación.
Para entendernos, el jefe quiere estar en copia de todos los correos electrónicos, mientras que el líder digital permite que los empleados se organicen y reporten información o resultados, solo cuando sea de interés o relevancia para el proyecto. De verdad, no es necesario que todo el mundo todo el tiempo esté en todas las reuniones. La estructura ligera (lean entrepreneurship) principia en las reuniones.
El compromiso
Aquí reside la clave del éxito de un proyecto digital que tendrá cada vez menos horas en la oficina.
Cuando uno analiza los patrones de comportamiento de la generación Y o millennial, tiene que incorporar algunas de sus demandas al proyecto. El liderazgo consiste en entender que quieren participar en la toma de decisiones, están interesados en el impacto social de sus proyectos o que creen en una suerte de activismo político desde la empresa.
Mi propuesta de liderazgo es aprovechar este compromiso para reforzar ciertos aspectos del proyecto y estimular la autorrealización de las nuevas generaciones.
La felicidad y la satisfacción
Vivimos en un carrusel personal y emocional, porque la pandemia ha trastocado el mundo feliz en el que vivíamos. El jefe no se preocupa de los empleados, porque “ya les pagamos”.
En el mundo digital, el liderazgo consiste en comprender que no podemos disociar nuestra vida personal de la profesional, que cuesta mucho ejercer el derecho a la desconexión digital y que hay espacios que debemos respetar.
Mi recomendación aquí es clara: evita el uso de dispositivos personales para conversaciones profesionales, respeta la intimidad y ayuda a que los empleados sean felices. En un mundo sin horarios ni oficinas, la felicidad puede ser la motivación que distinga un proyecto ganador de otro.
Llegados a este punto, mi perspectiva de análisis es evidente. La economía y la sociedad industrial alimentaron un tipo de jefatura jerarquizada con fuertes hitos en la agenda y rituales de poder. En el mundo digital, todo esto parece ridículo y fuera de su tiempo. Por eso, animo a aprovechar el mundo sin oficinas para repensar nuestras capacidades directivas para ser líderes de la sociedad digital.
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