Últimamente se habla mucho de la última de las etapas de la revolución industrial, la cuarta, también conocida como industria 4.0. Si refrescamos la memoria, recordaremos que la primera revolución industrial es el proceso de transformación económica, social y tecnológica que se inició entre 1760 y 1830 en Gran Bretaña y que ayudó a transformar la producción manual en mecanizada. La segunda revolución industrial tuvo lugar entre 1870 y 1914, y ayudó al crecimiento de industrias con la llegada de la electricidad, el teléfono y el petróleo. La tercera revolución industrial (revolución digital) se inició durante los años ochenta y está en curso, con las telecomunicaciones, la electrónica y la tecnología desde dispositivos electrónicos y mecánicos analógicos hasta la tecnología digital disponible en la actualidad. Recientemente se ha iniciado la cuarta revolución industrial (industria 4.0), que se basa en la anterior, pero incorpora nuevas formas en que la tecnología se integra en la sociedad e incluso en el cuerpo humano.
Está claro que la cuarta es una evolución de la anterior, aunque genera dudas entre muchas personas que la consideran como una sola etapa. Pero hay tres razones que la diferencian de la tercera revolución industrial: la velocidad a la que transcurre todo, el alcance y la complejidad.
La tecnología aparece siempre, este punto de unión entre ellas hace que, desde mi punto de vista, hoy en día el abanico entre lo que os he contado (historia) y nuestra sociedad (realidad) sea enorme. Tenemos que ser capaces de innovar y adaptarnos a nuevos procesos globales de transformación digital. Teniendo en cuenta la velocidad a la que transcurre todo, la pregunta sería: ¿nuestras empresas están preparadas para una industria 4.0?
El último barómetro global de General Electric recoge más de 4.000 opiniones de personas de 23 países y concluye que el 70% de ellos tienen muchas expectativas y están entusiasmados con el reto.
Pero la realidad es que nuestras empresas dedican mucho tiempo a la toma de decisiones, se lo piensan demasiado antes de dar un paso. Y es lógico que sea así, porque esas decisiones requieren mucha energía y atención, al igual que el uso de la tecnología. Creo que aquí puede surgir uno de los problemas más grandes a la hora de evolucionar en esta cuarta revolución industrial.
¿Dónde focalizaremos la energía y la atención? ¿En la tecnología? Tenemos un exceso de tecnología; por ejemplo, el uso sin sentido del teléfono móvil nos hace perder tiempo (dinero), agota nuestra energía y nos distrae, a veces, de cosas más importantes, pero no sabemos vivir sin él.
Necesitamos un proceso de adaptación, de formación. Se habla desde hace tiempo de tecnologías como la inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología, la realidad virtual, los drones, la impresión 3D, el Internet de las cosas (IoT), los vehículos autónomos, el Big Data, entre muchos más avances que ponen los pelos de punta.
Qué trae la cuarta revolución industrial
Y algunos están gastando tiempo y dinero en tecnología que ya es historia. Teniendo en cuenta que las revoluciones industriales son transformaciones tecnológicas, sociales, políticas y económicas que transforman la producción industrial, se avecinan grandes retos para todos. El primero de ellos es entender los cambios que tendremos que realizar a gran velocidad, porque cambiará nuestra forma de vivir, de trabajar y de relacionarnos. Se acabó el decir: «Toda la vida lo hemos hecho así», o nos adaptamos o no seguiremos.
Otro gran reto será el conocimiento. Las nuevas tecnologías generarán un gran volumen de datos, de algoritmos que vamos a almacenar y necesitaremos nuevos conocimientos para su correcto uso. El conocimiento “acumulado” hasta el día de hoy ya no nos sirve, tendremos que aprender a “eliminar” ese conocimiento para dejar paso al nuevo. Todo va a cambiar.
Incluir las nuevas profesiones digitales del siglo y adaptarnos a ellas no será una tarea fácil, ver cómo desaparecen 5 millones de puestos de trabajo, que profesiones de siempre serán sustituidas por robots y que nosotros quedamos a un lado puede producir más desgaste de energía. La adaptación será muy importante, y no habrá adaptación sin formación de esas nuevas profesiones que nos abrirán nuevas oportunidades laborales.
Es sabido por todos que el comportamiento humano ya ha cambiado, interactuamos y nos relacionamos de forma diferente, nos comunicamos y nos expresamos de otro modo, compramos y vendemos, consumimos y publicamos información de manera diferente que hace años. Este cambio de paradigma hace que nazcan nuevos modelos de negocio totalmente diferentes, nuevas empresas disruptivas. La aceptación y la adaptación a este nuevo paradigma será clave, no podremos no aceptarlo ni vivir sin él.
Las malas prácticas son una amenaza para esta nueva revolución industrial y su evolución, y hacen necesario e imprescindible para todos trabajar en el ámbito de la ciberseguridad y así proteger la información que se está generando a nuestro alrededor.
Como consumidores, como empresarios y como trabajadores necesitamos adaptarnos rápidamente e intentar cerrar el círculo entre lo que está pasando y lo que estamos realizando. No hay duda de que nos esperan grandes beneficios en esta nueva etapa, pero tenemos que ser rápidos y conscientes de que todas las revoluciones lo cambian todo a gran velocidad.
Mi conclusión: «No podemos perder la visión de futuro ni el sentido estratégico, por mucho miedo que tengamos a la cuarta revolución industrial. Será la disrupción la que nos permitirá superar las dificultades de los nuevos retos del siglo XXI, y poder iniciar etapas de expansión en mejores condiciones que pasarán necesariamente por la innovación«.