Estamos sobreexpuestos a información sobre empresas superexitosas, casi todas del ámbito tecnológico y con soluciones de negocio disruptivas. Su valoración en el mercado ronda, cuando no los supera, los mil millones de dólares y crecen de manera exponencial. Son las llamadas unicornio.
Y ahora, aterricemos en el mundo real. El 66,6% de las pymes españolas facturan menos de 300.000 €, según los últimos datos del IX Informe de la Financiación de la pyme en España, y el tramo de facturación entre 300.000 y 600.000€ se contrajo en algo más de tres puntos.
Y eso, las que ya tienen cierta envergadura y trayectoria en el mercado. Mucho más común es la figura de las empresas unipersonales, la mayoría de profesionales autónomos, que, en nuestro país, alcanza el 56,5% del total de las pymes.
Seguimos con el baño de realidad: es muy difícil emprender y sacar adelante cualquier negocio, más aún una pyme. Pagar facturas, empleados, proveedores, ser innovadores y seguir creciendo… ¿Qué tal si nos dejamos de animales mitológicos y de métricas que solo afectan a unos pocos?
Empresas unicornio versus empresas cebra
Hay un enorme ruido en Internet que inunda, incluso a veces aplasta, a los emprendedores sobre las empresas unicornio, cuando se debería aspirar también a otros modelos de emprendimiento. Deberíamos ser más realistas, más pegados a la tierra y no a mundos solo alcanzables para unos cuantos.
Se puede construir un negocio, sin ser un imperio, sin buscar ser un unicornio, sin pecar de inconformismo, pero buscando otros caminos. Son las empresas cebra.
Lejos de las rondas de inversión y de las portadas de las revistas especializadas, surgen este tipo de empresas que buscan una prosperidad sostenible, no un crecimiento exponencial. Es decir, ganarse la vida sin tener que dar el salto a las aceleradoras de startups. No tienen tanto glamour para los inversores, pero tampoco es esa su finalidad.
Este es el modelo de emprendimiento que tiene menos brillo en Internet, reluce menos porque habla de dificultades, del día a día, de presupuestos ajustados, de financiación difícil… y, aun así, es mucho más real que la otra cara del emprendimiento, la de empresas que parecen surgidas del mismísimo Silicon Valley.
La meta de una empresa o de un emprendedor no es llegar a ser una empresa unicornio, sino mantener su facturación, crecer, solventar las adversidades y mirar hacia el futuro con perspectivas de negocio. Que llegue a alcanzar los cinco o seis dígitos de facturación es accidental, no la finalidad.
El valor relativo de las métricas
Son habituales en nuestro día a día las publicaciones que nos hablan de cómo conseguir miles y miles de euros de facturación, cursos y entrenamientos dirigidos a doblar la facturación en seis meses, métodos para escalar nuestro negocio al siguiente nivel… ¿Te suena?
Es el ruido de Internet expresado en métricas. Corremos el riesgo de perseguir métricas que no son aplicables para la mayoría de los negocios, fijarnos objetivos que no son alcanzables y anclarnos en perspectivas que no nos corresponden. Es la obsesión de la métrica por la métrica, por conseguir un número que nos identifique, hable de nosotros, abra puertas…
Normalmente, para llegar a unas cifras respetables de facturación, hace falta un largo proceso de maduración y consolidación del negocio.
Las estadísticas hablan de que un negocio comienza a ser rentable a partir del tercer año, y que una empresa comienza a generar más clientes de los que puede gestionar a partir del quinto.
Así que sobrevivir al tercer año de emprendimiento parece ser una métrica mucho más acorde que los indicadores estratosféricos que circulan por Internet.
Qué podemos aprender de las empresas unicornio sin serlo
Las empresas unicornio han revolucionado, en muchos aspectos, los procesos de negocio y el propio mercado al que han dirigido sus productos o servicios. Y desde esta perspectiva, se pueden extraer algunas lecciones:
- Integrar la innovación desde las primeras fases del modelo de negocio.
- Elaborar una propuesta de valor centrada en las necesidades y experiencias del cliente.
- Apoyarse en la tecnología y explorar las posibilidades de digitalización.
¿Y todo esto se puede llevar a cabo sin ser una empresa unicornio? Sí. De hecho, debería hacerse. Un error muy común es pensar que la innovación y la incorporación de la tecnología a los procesos de negocios solo es aplicable a ciertas empresas y que no se puede extrapolar a otros sectores.
Un ejemplo puede ser el sector de la panadería, que ha incorporado procesos de innovación tecnológica para digitalizar sus ventas en movilidad, a través de las visitas de comerciales a tienda, o los smartphones que se han convertido en una herramienta más dentro de las peluquerías.
Siéntete orgulloso de ser caballo…
… o cualquier clase de podenco en general.
Hay demasiadas empresas que están perdiendo oportunidades de ser rentables porque quieren ser algo que no son: convertirse en unicornios.
Los caballos, cebras, podencos en general son animales de manada, gregarios, buscan la cooperación y el apoyo del grupo para conseguir sus objetivos. Han sobrevivido a muchas eras, incluyendo la mitológica, patean la tierra que pisan y no tienen más alas que las que pueden permitirse, pero son empresas reales.