Cómo utilizar el mapa de experiencia del cliente

En un momento en que la medición de indicadores está transformando y aportando objetividad a la gestión empresarial, resulta que una de las prioridades es mejorar la experiencia del cliente. Un valor empresarial que se mueve en la indefinición de las emociones y sentimientos que a sus clientes merece el contacto con nuestra empresa, y de la que depende en buena medida su fidelización.

A priori parece difícil analizar qué experiencia aporta nuestra empresa a los clientes, pero existen diferentes herramientas para hacer una aproximación. Entre todas ellas, la más habitual es el mapa de experiencia del cliente o customer journey map, una técnica que entronca con la filosofía del agilismo empresarial y que, bien realizada, puede dar respuesta a algunos problemas importantes, por ejemplo, detectar disfunciones de los embudos de conversión.

 

Qué es un mapa de experiencia del cliente

En esencia se trata de un gráfico, habitualmente representado en una línea de puntos, que muestra las distintas fases en que un usuario se relaciona con la marca, desde que valora realizar una compra hasta que la culmina. El fin último es conocer mejor al cliente y profundizar en su fidelización; para lograrlo, desmenuza las fases de este trayecto o viaje determinando el grado de satisfacción de cada una en función de las expectativas generadas.

El proceso se complica en la medida en que la compra esté digitalizada, ya que tanto las búsquedas en Internet como la propia estrategia multicanal de muchas firmas marcan recorridos diversos, sin embargo -como veremos a continuación- debemos centrarnos en los puntos de contacto que se consideren esenciales en la conversión del objetivo.

Lo primero que hay que tener claro es que la experiencia más o menos gratificante que el cliente tiene es resultado de un cúmulo de acciones empresariales: desde la telefonista, al método de pago y, por supuesto, el uso o disfrute del propio producto o servicio, el sentimiento que despertemos va a estar configurado por las vivencias que se ofrezcan en cada fase, por ello el mapa también debe servirnos para optimizar procesos internos.

 

Cómo diseñarlo

No hay un único modelo. Debemos ser capaces de adaptarlo a la operativa de cada empresa, pero siempre analizando el proceso desde la visión del cliente, no de la empresa, para lo que hay que dejar de lado procesos internos y sólo centrarnos en lo que el cliente percibe sobre nuestra empresa. Se trata de un ejercicio de observación y visualización que conviene realizar junto a los colaboradores más cercanos y acompañar de encuestas, entrevistas y grupos de discusión con clientes u otras herramientas como el mapa de empatía. 

Foto: pixabay

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