La gran renuncia es uno de los fenómenos que están marcando el mercado laboral hoy en día en prácticamente todo el mundo. Tras Estados Unidos, ha ido extendiéndose por el planeta hasta llegar a nuestro país en el que, según un estudio de Adecco Group, hasta un 25% de los trabajadores se plantea dejar su trabajo en los próximos doce meses.
Profesionales dispuestos a dejar su trabajo por motivos tan variados como obtener un mejor salario, pero también lograr una mayor conciliación personal, familiar y laboral o, simplemente, encontrar un trabajo que los motive más.
Pero tras la gran renuncia y del profesional que decide cambiar de trabajo, se esconde también otra razón igual de poderosa: huir de un mal jefe.
Son muchas las ocasiones en las que la razón principal por la que un trabajador deja su puesto no es una “mala” empresa, sino un mal gestor o responsable de equipos.
Y no solo hablamos de jefes tiranos, distantes o excesivamente controladores. Hoy son muchos los trabajadores que simplemente quieren un jefe que sepa gestionar correctamente a sus equipos, algo que, de acuerdo con la Guía del Mercado Laboral 2022, de Hays España, el 56% de los profesionales considera que no saben hacer sus jefes actuales.
De ellos, además, un 17% señala que esa gestión incorrecta se debe a la falta de habilidades; un 14% lo atribuye a la falta de valores; un 11% a la ausencia de conocimientos; y el 3% a la falta de formación.
Demanda de líderes o de jefes diferentes
¿Entonces? ¿Cómo debe ser un buen jefe? Para Fernando Calvo, director de People & Culture en Hays España, no hay duda: “Un buen jefe es aquel que dispone de muchas herramientas, pero, sobre todo, sabe cuáles debe utilizar en cada situación. Es afiliativo cuando lo requiere; orientativo cuando hay nuevas incorporaciones en la compañía; acompaña a los miembros de su equipo y sabe delegar, por ejemplo, entre otras capacidades”.
Y es que aunque siempre han sido más necesarios los líderes que los jefes, es cierto que hoy ese perfil se vuelve más imperioso si cabe.
Desde la distancia obligatoria que supuso la irrupción de la COVID-19 al modelo de trabajo híbrido que se mantiene hoy, los jefes han tenido que aprender a gestionar personas en la distancia, con un nuevo modelo de liderazgo basado en la motivación y la confianza.
Han aparecido nuevas formas de desempeñar el trabajo, de medir la productividad o, incluso, de horarios laborales, en un cambio en el que los propios profesionales valoran también más que nunca la flexibilidad y la conciliación.
Estamos ante un escenario distinto y con él ante la demanda de líderes o jefes diferentes.
Un perfil que Antonio Núñez Martin, senior partner de Parangon Partners, especializado en liderazgo y gobierno corporativo, resume a la perfección en su trabajo “Cómo el COVID está cambiando el perfil y la agenda de los CEO”.
Características del líder empoderado
Y es que, como él mismo afirma, tras analizar “las competencias directivas que serán más importantes para transitar por las aguas turbulentas de los próximos años”, estas son las capacidades y cualidades que marcan una especie de retrato robot de cómo debe ser el líder empoderado, tan necesario como demandado en la nueva realidad laboral que marca nuestros días.
- Liderazgo fuerte e integrador con capacidad de motivar, inspirar y unir a las personas. Exigencia y cercanía es una combinación que funciona. La complejidad hace cada día más necesario el liderazgo de un equipo diverso, complementario y colaborativo.
- Visión estratégica a medio/largo plazo, revisable a corto. Para alinear a una organización, se han de definir las prioridades de corto y largo plazo y revisarlas con la frecuencia que exija el ritmo de cambio del mercado. En paralelo hay que alinear estructuras, culturas, sistemas de refuerzo de la conducta y variables similares. La crisis pide más sabiduría práctica en los líderes: esa mezcla de prudencia, equilibrio y sentido práctico a la hora de articular prioridades y de alinear su organización.
- Flexibilidad y gestión del cambio. El mercado es fluido y la continua adaptación a los cambios requiere una organización con más conocimiento compartido y con mayores niveles de delegación.
- Valores y ejemplaridad: solidaridad, cercanía, humildad, optimismo, valentía. Los valores son creencias a través de las cuales se interpreta la realidad y se elige el perfil de conductas. Liderar con el ejemplo nunca ha sido más necesario. El ejemplo hace y legitima al líder. Dirigir es enseñar conocimientos, competencias, actitudes y creencias valiosas.
- Resiliencia y gestión de la adversidad. La adversidad se vence con foco (en lo que se tiene, no en lo que no se tiene; y en lo que uno puede hacer, no en lo que otros han de hacer). Son estas razones de peso por las cuales vale la pena exigirse y fomentar iniciativas que desbrocen una posible solución. La resiliencia se construye con mecanismos de defensa que rebajan el sentimiento de la presión exterior, y a la vez permiten el desarrollo de buenos hábitos cognitivos, emocionales y de conducta.
- Innovar en la era digital. La batalla en los mercados se produce entre modelos de negocio. La innovación digital de los modelos de negocio es una tarea en la que los líderes han de convocar al talento interno y externo.
- Toma de decisiones. La mejora del proceso de toma de decisiones es una tarea pendiente. Los directivos están también sujetos a los sesgos y distorsiones cognitivas. Se necesitan datos, no muchos, solo los apropiados para la naturaleza de la decisión que se ha de tomar.
- Eficiencia y orientación a resultados. La viabilidad de las empresas se juega en la efectividad y en la eficiencia en el corto y largo plazo. El líder eficiente debe saber gestionar su recurso más escaso, el tiempo. Y también el de su equipo cercano, manejando eficazmente las reuniones y su agenda personal y relacional.
- Colaborador y trabajador en equipo, liderando en red, de forma transversal y multifuncional. La coordinación y la confianza mutua genera colaboración. Las estructuras jerárquicas y de control son insuficientes. Parte del trabajo de los líderes es conectar en forma de red el conocimiento disperso que se encuentra en la organización.
- Comunicación, con capacidad de escucha. La claridad en la visión y la cohesión en el equipo directivo quedarían limitadas si no se añade comunicación y capacidad de escucha. Un líder ha de saber contar relatos creíbles, relevantes, diferenciales y emocionales.
Salir de la zona de confort no solo es necesario como profesionales, sino también como líderes. Los líderes empoderados deben crecer, adaptarse al modelo híbrido que hoy vivimos y, por supuesto, hacer algo que no es nuevo pero que funciona siempre: predicar con el ejemplo.
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