Circula por las redes un meme sobre la motivación que me parece simpático. El texto reza así: «motivar es dar motivos«. Es una simplificación que me encanta, porque esconde una enorme verdad. Estamos empeñados en motivar mediante lemas, espacios de trabajo, comida sana en el puesto de trabajo, ejercicios de meditación o bien con actividades físicas compartidas con el equipo.
Sí, todo esto suma, pero no tiene sentido crear un espacio cálido si no tenemos contentas y motivadas a las personas que lo conforman con medidas reales y conectadas con sus necesidades. Porque, al final, la motivación depende tanto de uno mismo y su situación personal como de las personas que nos rodean en el ámbito personal y profesional. Me ocupo de este último, porque creo que las pequeñas empresas son un espacio adecuado para dedicar unos minutos a la motivación, conocer por qué nuestros compañeros están o no de humor, qué grado de implicación tienen en el plan de trabajo o cómo podemos comprometerlos más en el proceso de ideación, creación y ejecución de los proyectos. Por eso, en vez de tacitas de café y postureos, sugiero algunas medidas que pueden construir un espacio de motivación compartida. Son las siguientes.
Medidas para fomentar la motivación
- La motivación es el deseo o la aspiración para realizar un proyecto, modificar un comportamiento o cambiar una situación. El coste de la motivación es parecido al de oportunidad, porque para obtener un bien mayor, antes hay que sacrificar algunos otros bienes menores y esto exige priorizar. La motivación contribuye a que el talento se implique en los nuevos desafíos. En la empresa, tenemos que identificar ese proyecto futuro para construir los hitos que nos conduzcan a él. Piensa que hay que dedicar tiempo a estudiar inglés antes de poder gestionar la presencia en una feria o internacionalizar la gestión en redes. Tu empleado tiene que ver la recompensa a medio plazo, del valor de ese esfuerzo extra, con una recompensa específica. Puede ser la participación en una negociación en inglés, el pago de unas horas extra con el profesor o el regalo de una suscripción a una aplicación de pago para adquirir una competencia nueva.
- La motivación es una condición activa, no un propósito escrito. Activa significa que el cambio se produce cuando el jefe lo encabeza, lo mantiene vivo y da ejemplo. La proactividad se construye y de ahí me recomendación: antes de empezar a repartir instrucciones sobre un cambio de hábitos en la empresa, comienza por naturalizarlo, comentarlo en el café de media mañana, atraer a otros compañeros y explicar los beneficios. Por ejemplo, si quieres que la empresa reoriente la jornada laboral y reduzca la parada del almuerzo, empieza por volver tú mismo antes, demuestra el progreso y ayuda a tus colegas a entender el cambio. Luego, sal a tu hora… porque de nada sirve parar 25 minutos para eternizarse y fomentar el presentismo.
- El cambio fácil, progresivo, escalable. Es desmotivador querer cambiar el mundo en dos tardes, así que procura que las decisiones que afecten a personas o procesos sean graduales, que permitan el aprendizaje y que no castigue los pequeños fracasos. Mi recomendación: prueba con proyectos piloto de cambio dentro de la organización, con dos o tres personas que son confiables y evalúa los resultados después de tres meses. Por ejemplo, en el teletrabajo, en el horario de las comidas, en la capacidad de autoorganización de las agendas de citas o reuniones, en la evaluación de los proyectos terminados o en la búsqueda de nuevos clientes pueden probar nuevas técnicas de trabajo.
- Motiva una hora a la semana. Parece una contradicción, pero estos ejercicios de trabajo en equipo tienen que planificarse de acuerdo con unos horarios, unos procedimientos y unas propuestas. Porque la motivación no opera en el vacío, sino que es resultado de una preparación dada. En tu empresa puedes encargar esa hora semanal a un empleado distinto cada vez, para que tengan un calendario, piloten la experiencia de dirigir al equipo, expongan su visión de la organización o presenten las novedades comerciales o tecnológicas. Apoya la acción con un lema reconocible y fijo: “Los lunes, después del almuerzo, innovaremos juntos”. Puedes esperar que el hábito contribuya al anclaje de la creatividad.
- Motiva para el fracaso. Este ítem puede ser complicado de aceptar. No, claro que no estamos para perder dinero, pero no podemos coartar la libertad y las iniciativas de los empleados, si nos fijamos solo en la cuenta de resultados. Motiva para que ensayen nuevas técnicas o sondeen nuevas herramientas que pueden no llevar a nada. Limita el presupuesto disponible para que la innovación no arruine la cuenta de resultados, pero da libertad total en esa parcela.
En suma, la motivación puede ser un ejercicio vibrante en la dinámica de las pequeñas empresas con objetivos cuantificables y orientados al negocio. Pon a prueba a tu equipo con desafíos equilibrados, que empujen un cambio irreversible. Son esas Goldilocks Rules las que pueden subir la motivación de tu entorno con resultados reales. Prueba, ensaya y cuéntanos.