En el año 2016 entramos en la era “Zettabyte”, lo cual quiere decir que ese año se movió un zettabyte de datos en las redes globales bajo el protocolo de Internet IP. Esta cantidad equivale a un billón de gigabytes. En 2020 se prevé que habrá más de 20 mil millones de dispositivos conectados a Internet. Actualmente ya hay más de 4.000 millones de usuarios de Internet (más de la mitad de la población mundial), cifra que hasta hace poco estaba previsto que se alcanzara en el año 2020. Los estudiosos apuntan que la velocidad de crecimiento de los datos y las conexiones continuará su ritmo de crecimiento sobre una base de infraestructuras de banda ancha en expansión, favoreciendo el desarrollo de la economía e impulsando intensamente la innovación.
El aumento en el tráfico de datos no se produce porque sí, sino porque la conectividad es un aspecto irrenunciable por individuos, negocios y administraciones en la Cuarta Revolución Industrial. Con esta premisa, el Foro Económico Mundial (WEF – World Economic Forum) comenzó en 2001 a confeccionar el Informe Global sobre las Tecnologías de la Información, cuya última edición es del año 2016. La publicación no es cualquier cosa, porque valora 140 países, que suponen el 98 por ciento del PIB mundial, a partir de 14.000 encuestas a negocios. La investigación se concreta en el Índice de Preparación en Conectividad (NRI – Networked Readiness Index) que, como explico a continuación, es muy útil para saber en qué posición nos encontramos y por dónde debemos seguir trabajando.
Una nueva forma de innovar
La última edición publicada en el año 2016 se centró en la Innovación en la Economía Digital, dado que una de las revelaciones más importantes del estudio es que la innovación es una consecuencia inherente a la revolución digital, a la vez que un dinamizador de la economía digital. La innovación ya no puede medirse al modo tradicional, basándose en patentes. La tecnología digital permite un nuevo tipo de innovación sin apenas coste ni esfuerzo de investigación. Es el caso de la digitalización de productos y servicios existentes, o la comercialización de los mismos de forma gratuita a cambio de ingresos por publicidad, la creación de plataformas de negocio. Nos encontramos también con el fenómeno de la «uberización»o economía colaborativa y otros procesos como el crowdsourcing, que aprovechan la alta conectividad de la población para poner en contacto oferta y demanda. Una tendencia que, además de al sector del transporte, se está extendiendo a banca, entretenimiento y educación por el momento.
El alcance de la Cuarta Revolución Industrial, según reconoce el informe, es particularmente amplio y universal, porque parte de la combinación de tecnologías digitales con otras físicas y biológicas, de forma que está transformando el mundo a nuestro alrededor y el propio concepto que tenemos del ser humano. Las mentes de los directivos de todo el mundo se están centrando de forma creciente en la innovación, al percibir una mayor capacidad de innovar en sus empresas.
Además de la innovación tradicional, en productos y servicios, gana importancia la innovación en los modelos de negocio. Los países que destacan por el impacto de la innovación en la economía sobresalen también por la adopción de las tecnologías de la información en sus negocios. El resultado es que esta innovación basada en la tecnología supone una mayor presión para innovar, tanto para empresas tecnológicas como para las que no lo son. Atención, porque nos estamos adentrando en una suerte de círculo virtuoso que se explica de esta forma: Las tecnologías digitales están propiciando que el que lidera una tecnología se lleve la mayor parte del mercado. Llegar el primero importa, y esto es algo que se extiende cada vez a más sectores. La consecuencia de esta espiral tecnológica y de innovación es la necesidad de moverse con rapidez para entrar a competir con los mejores.
Aquí es donde entra en juego la paradoja de la economía digital: el consumidor demanda productos o servicios digitales a nivel global, pero se da la circunstancia de que son relativamente pocas las empresas que pueden cumplir con las expectativas de ese consumidor atrevido y transgresor. De hecho, está estancado el porcentaje de empresas que adopta y usa las tecnologías de la información. El mercado está creciendo, por lo que son las empresas las tienen que adoptar las tecnologías digitales para capturar la parte del mercado que les corresponde. La ley de mercado, basada en oferta y demanda, aumenta el atractivo de la economía digital. ¡Las oportunidades son muchas, pocas las empresas que se deciden a abordarlas!
Tecnología digital e innovación
Quiero insistir en este punto, porque la mayor particularidad del mundo digital es la tecnología como dinamizador de la innovación y esta, a su vez, impulsora de la nueva economía. Esto es algo que pone en el punto de mira el informe del Foro Económico Mundial. La tecnología digital afecta de forma directa a la innovación al incorporar nuevas tecnologías en herramientas, productos, procesos y modelos de negocio previamente existentes. Es un mecanismo que se aplica a lo largo de toda la cadena de valor, desde el diseño de los productos y servicios hasta su llegada al mercado.
La tecnología digital proporciona a las empresas una productividad marginal, al digitalizar productos existentes o facilitar nuevas formas de organizar la producción. Pero, además, existe una corriente de innovación a través de Internet que crece rápidamente por nuevos productos que no son físicos, sino digitales, compuestos por bits y, por tanto, no requieren un tiempo de fabricación ni almacenaje, ni conlleva problemas de logística. El informe del WEF señala varias vías en que las tecnologías digitales afectan directamente a la innovación.
Vías para la innovación
La primera vía consiste en aplicar las nuevas tecnologías a las herramientas de investigación, abaratándolas y permitiendo estudios que antes no se podían permitir algunas entidades. Además, permiten una inferencia más precisa al utilizar grandes cantidades de datos y posibilitar la colaboración a distancia de los investigadores y el crowdsourcing. La tecnología digital, en segundo lugar, permite el diseño de nuevos productos y servicios, así como la reingeniería de los sistemas de producción para conseguir ventajas en coste y calidad.
Quizá la vía más interesante sea la de innovación en los modelos de negocio, ya que la tecnología digital está permitiendo imaginar otros nuevos basándose en la red de personas y máquinas. Es fundamental para las empresas aprovechar las oportunidades de unir necesidades y públicos. Al poder reunir datos a través de la red, es posible crear sistemas que se optimizan basándose en el aprendizaje automático. Los costes de comunicación se reducen, por lo que, en la práctica, podemos acceder a mercados más grandes y mejorar la correspondencia entre necesidades y usuarios.
Las vías para la innovación también llegan a las pymes, que pueden beneficiarse de nuevos servicios online o en la nube, que les evita incurrir en costes fijos y les facilita desarrollar negocios escalables. El big data permite un mejor alineamiento de la oferta con las preferencias de los consumidores y una oportunidad para mejorar la calidad del servicio y la satisfacción del cliente. Las pymes también pueden encontrarse, sin embargo, con barreras, ya que la innovación por sí sola no es suficiente.
La economía digital hace que sea importante la escala de los negocios en términos de base de clientes. Existe un efecto en las redes que permite que quien se hace más grande rápidamente se quede con la mayor parte del pastel. Y también al tener más datos se puede optimizar el sistema automáticamente, para ajustarse cada vez mejor a las preferencias de los usuarios. De esta forma, el que lidera un mercado es el que fija los estándares para el resto.