El acceso a Internet, a la inmensa cantidad de contenidos y conocimientos que se pone a nuestro alcance mediante unos pocos clics, la revolución que están suponiendo las redes sociales redefiniendo la manera de relacionarnos y de abrirnos al mundo suponen profundos cambios en la sociedad, en la manera de interactuar unos con otros. Y la relación entre cliente y vendedor no iba a ser menos. Los hábitos de consumo se están transformando gracias a las redes sociales y a las tecnologías móviles. El cliente actual no inicia la compra hasta estar bien informado desde las más diversas fuentes y habiéndose cerciorado de lo que busca. Para ellos, la tecnología es su gran aliada.
Y si para el cliente la tecnología es de gran ayuda, para el vendedor se está convirtiendo en un frente de batalla más, un nicho que hay que explorar para conseguir vender más y mejor. Como desde siempre, la clave está en saber qué busca el cliente y en proporcionárselo lo mejor posible. Y no sólo hablamos del producto final. Si el cliente espera tratar con las empresas en el momento y de la manera que desea, en persona, en línea y sobre la marcha, el vendedor debe saber estar a la altura. Y el cliente espera que todo esto ocurra sin complicaciones. Sólo apostará por aquellas soluciones que le faciliten, mejoren o extiendan la experiencia de compra. La venta es sólo una experiencia más del total que supone adquirir algo.
Casi sin darnos cuenta nos hemos ido acostumbrando a utilizar diferentes dispositivos: portátiles, tablets, móviles, etc. Todos están interconectados pero cada uno tiene su matiz, proporcionándonos una experiencia de uso adaptada a cada situación. Claro está, nadie se comporta igual usando el móvil mientras camina por la calle que cuando está cómodamente sentado ante el portátil. El contexto cambia, y con él nuestra actitud de compra. Y es ahí cuando el vendedor debe hacer, también, de la tecnología su aliada. Porque no importa cómo se conecten los clientes, sólo que consigan lo que quieren. El momento ha llegado, el smart commerce se postula como una faceta más de cualquier negocio, y ha llegado para quedarse.
Así están surgiendo iniciativas como la de IBM, en las que se adapta el conocimiento del cliente en acciones, se hacen posibles nuevos procesos de negocio que ayudan a las empresas a comprar, comercializar, vender y dar servicio a sus productos y servicios.
IBM facilita a las empresas el modelo smart commerce, adaptado al volumen de negocio y tamaño de la empresa. Ésta conseguirá, de esta manera, ser más visible y, por tanto, más competitiva. Smart commerce supone el uso de un sistema de gestión de pedidos regulado, pudiendo la empresa prever el inventario, gestionar la demanda y coordinar la distribución y el abastecimiento a través de su red de socios. Como resultado, los clientes disfrutarán de una tasa de cumplimiento de entrega de pedidos de casi el 100%. Y por parte de la empresa, se hace mucho más sencilla la toma de decisiones de la cadena de suministro al sincronizarse la oferta y la demanda.
Smart commerce también permite realizar estudios sobre la manera en que los clientes utilizan la web, el correo electrónico, el teléfono y las redes sociales para investigar y, así, poder presentarles ofertas específicas al instante, que generan un alto número de respuestas, tasas de conversión e ingresos. De hecho, lo interesante radica en que es mucho más fácil realizar campañas personalizadas gracias a las potentes herramientas de análisis, entablándose, por tanto, una relación directa entre el vendedor y el cliente, donde la confianza toma un papel esencial.
Otra de las ventajas del smart commerce es que el vendedor lleva la tienda donde están los clientes, de manera que estos, acostumbrados a moverse en las redes sociales, blogs, aplicaciones móviles y webs, asumen como normal la interactuación con la empresa, siendo mucho más fácil y cercana la experiencia de compra. El cliente, por su parte, ve mucho más cómoda la compra, pues dispone de numerosas facilidades adaptadas a sus gustos, como por ejemplo la opción de consultar la disponibilidad de un producto en el momento o la posibilidad de elegir la dirección de envío. Compra donde quieras y recibe donde quieras.
Y, como era de esperar, el comercio inteligente no termina en la venta. La reputación de la empresa, en función del servicio servido, tanto en la propia venta como en los meses siguientes, puede decantar la balanza para ventas posteriores. Y la opinión del cliente en muchos casos supone una publicidad mucho más efectiva que una costosa campaña de marketing.
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