Desde hace años, el reconocimiento facial y la inteligencia artificial están envueltas en una batalla entre el derecho a la privacidad de los usuarios y la seguridad de las plataformas informáticas.
Primero algo de historia. Aunque la tecnología del reconocimiento facial se venía trabajando desde hace décadas, por científicos como Woodrow Bledsoe, e incluso alguna vez fue considerada una investigación “top secret” de seguridad nacional, actualmente es algo cotidiano, casi banal.
De hecho, uno de los grandes hitos de su masificación llegó cuando Apple, en 2017, anunció Face ID como una forma de desbloquear sus teléfonos. Por supuesto, con lo que no contaban era con la pandemia y la llegada de las mascarillas que impuso nuevos retos para poder seguir usando esta tecnología.
Pero el liderazgo del reconocimiento facial viene dictado desde hace años por otra potencia: China. La misma nación que está creando los estándares industriales de este nicho y como decía Werner von Siemens, el fundador de la empresa con su apellido: “el que tiene el estándar, tiene el mercado».
Polémicas y aliadas
Este liderazgo asiático no ha estado exento de polémica gracias a situaciones como las del Instituto de Secundaria Número 11 de Hangzhou donde las cámaras escanean cada 30 segundos los rostros de los estudiantes, clasifican sus expresiones y aplican algoritmos para medir su nivel de concentración.
Y no es el único caso, en China es obligatorio el uso del reconocimiento facial a la hora de comprar un teléfono con la excusa de «proteger los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos en el ciberespacio».
Pero gracias a estas medidas de seguridad, China ha logrado tener la base de reconocimiento facial más grande del planeta, permitiendo grabar innumerables escenarios como aeropuertos, hospitales y calles, convirtiéndose casi en un “Gran hermano», el estado vigilante de la novela distópica 1984.
Estos avances se han logrado gracias al uso combinado de la inteligencia artificial (AI) y el reconocimiento facial. De hecho, el Machine Learning se viene usando desde hace años para el registro y comparación de los rostros.
Una de las formas como se hace se basa en el establecimiento de puntos nodales, en los rostros donde se crean ciertos parámetros únicos como la distancia entre los ojos, mentón y nariz, etc. de cada usuario.
Pero actualmente existen proyectos para usar la misma inteligencia artificial para impedir el reconocimiento facial introduciendo imprecisiones que saboteen estas medidas.
Lo cierto es que la batalla entre la privacidad y el reconocimiento facial salta de lo técnico a cuestiones éticas que el avance científico nos plantea cada día. Por lo pronto, apenas estamos empezando a ver sus inicios.