¿Qué tienen en común el 57,1% del PIB español, el 88,8% de las empresas y el 66,7% del empleo? La respuesta es la empresa familiar. Según el Instituto de la Empresa Familiar, estos son los poderes de una institución crucial en nuestra economía, con un objetivo de crecimiento, por lo general, menos especulativo. Un modelo donde el beneficio inmediato acostumbra a no pesar tanto como a asegurar su transmisión de padres a hijos, y de hijos a nietos. Pero pese a esta vocación de legado, es precisamente en el proceso sucesorio donde tiene un tendón de Aquiles: solo en el 15% de los casos finaliza con el éxito deseado. Sin duda, un fracaso en el que tiene mucho que decir el protocolo familiar, aunque sería más preciso decir la falta de protocolo familiar.
Según el estudio La empresa familiar en España, del citado Instituto de la Empresa Familiar, solo el 8,9% cuenta con este documento, aunque quizá resulten más alarmantes otras apreciaciones del estudio, como que el 77,8% de las empresas consultadas no lo valoraron como necesario, o que el 3,7% desconociera su existencia.
Qué es el protocolo familiar
Contestamos con una de las definiciones más extendidas, respiren profundamente antes de continuar la lectura: “Un documento de inspiración constituyente en el que se suscriben por la familia propietaria de un grupo empresarial un acuerdo marco desarrollado en una serie de pactos que definen las líneas maestras de la misión y la estrategia de la empresa, de su sistema de gestión y gobierno, de su cultura y de la forma en que la familia va a relacionarse con el negocio y a organizar la administración de su patrimonio invertido en el mismo, con el fin de garantizar la continuidad de la empresa y su permanencia bajo control familiar, dentro de un contexto de armonía y consenso familiares”, (El protocolo familiar, un enfoque práctico para su desarrollo, de César Camisón Zornoza y Alejandro Ríos Navarro).
Qué regula el protocolo familiar
Si una disnea lectora no le ha apartado de nuestro empeño por divulgar el protocolo familiar, quizá resulte más revelador conocer qué aspectos concretos son los más regulados. Un repaso por este listado del citado estudio del Instituto de la Empresa Familiar deja constancia de hasta qué punto su redacción es trascendente, incluso más allá del proceso sucesorio:
Por qué es importante el protocolo familiar
A las dificultades que cualquier empresa se enfrenta para definir su misión y oferta, política de compras, financiación y un largo etcétera, en este caso se suma un factor a priori tan antagónico como el de los valores familiares. Su encaje crea tensiones y conflictos, en ocasiones tan alucinantes como la celebración de una junta general extraordinaria en el interior de un Mercedes, como sucedió hace unos años en una de las empresas familiares de alimentación más emblemáticas de España.
De este modo, el protocolo familiar anticipa y define las reglas del juego frente a situaciones de conflicto como la sucesión, la entrada o salida de socios, el papel de las familias políticas o los modelos de valoración de las participaciones de la empresa. Una previsión vital para facilitar la continuidad del proyecto, sin duda alguna, su mayor aportación.
Otra importante es la de normalizar la relación entre la gestión de la empresa y sus propietarios, muy importante en el caso de las organizaciones que han apostado por profesionalizarse. De este modo, el protocolo establece una separación clara de competencias entre unos y otros, por ejemplo, entre el consejo de familia y el consejo de administración.
Y este último hecho no tiene por qué significar la pérdida del control sobre el destino de la empresa familiar. Esta es la razón esgrimida por muchos para descartar este acuerdo de empresa, pero el protocolo familiar de ningún modo diluye el poder decisorio de la familia accionista, siempre que mantenga el control de la asamblea de socios, o como se decida llamar al máximo organismo decisorio de la empresa.
Los intangibles del protocolo familiar
Una vez asumida la necesidad de contar con un protocolo familiar, el primer reto es salir victorioso de su redacción. En muchas ocasiones, su misma elaboración implica un proceso ya de por sí doloroso, por lo que se aconseja contratar la mediación de una empresa independiente, ajena a la operativa de la empresa, para abordar su desarrollo y redacción sin ningún tipo de servidumbres.
Y durante esta fase preparatoria ya se pueden experimentar sus aportaciones, algunas tan importantes como sutiles: enseña a diferenciar entre la relación de empresa y la relación de familia. Para muchos expertos esa única enseñanza justifica el esfuerzo.
Del mismo modo que su capacidad para poner a cada miembro del clan en su lugar. El protocolo familiar arroja luz sobre el futuro, ya que marca las reglas de juego en temas cruciales, pero nada más ser aprobado resulta un excelente regulador de expectativas, poniendo en orden las responsabilidades y sobre todo las aspiraciones de los miembros de la familia. De este modo, el gobierno de la empresa se puede abordar en un clima menos tensionado, lo que sin duda propicia una larga vida para la empresa familiar.