Somos lo que hacemos día a día, de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito. Aristóteles.
Las organizaciones excelentes son las que hacen bien lo que tienen que hacer. Pero ¿cómo sabe una organización su cometido?, ¿de qué forma puede descubrir lo que debe hacer?
En primer lugar, ha de tener claro su propósito. Es decir, saber hacia dónde quiere encaminarse para poder definir su estrategia.
En este sentido, no basta con que lo sepa una persona, ya sea el director general o un simple empleado, puesto que toda la organización debe estar alineada para lograr el objetivo común. Así, cada empresa tiene que definir cuáles son sus grupos de interés clave, lo que depende del tipo de organización, del sector…
Pero también resulta fundamental accionar las luces largas, o lo que es lo mismo, gestionar la compañía con una visión largoplacista que evite la miopía que, en ocasiones, produce el día a día, el corto plazo.
Evidentemente, las organizaciones quieren cosechar buenos resultados hoy, aquí y ahora, pero asimismo deben pensar en el éxito de mañana, en el futuro, y prepararse para los cambios que pudieran avecinarse.
En definitiva, para saber si una organización es excelente, resulta necesario mirar qué hace, cómo lo hace y sus resultados.
Susana Fábregas, directora de Desarrollo de nuevos Servicios del Club Excelencia en Gestión, afirma que una organización excelente es aquella que sabe hacia dónde va, que hace bien las cosas, teniendo en cuenta siempre a sus grupos de interés clave y con una cultura orientada a hacerlas mejor para, en consecuencia, lograr que los números salgan y las cuentas cuadren.
Excelencia en la gestión
Fábregas recuerda que cuando comenzó a hablarse del concepto excelencia, se entendió como una evolución natural de la gestión de calidad, aunque aclara que la excelencia en el mundo empresarial se concibe como excelencia en la gestión. Y eso es una filosofía, una forma de hacer las cosas, una cultura, no algo puntual.
En este contexto, Fábregas remarca que hay modelos o marcos de gestión que ayudan a las empresas a medirse, a saber dónde están en un preciso instante y a marcarse retos.
Un ejemplo es el Modelo EFQM, un marco que ayuda a las empresas a saber cómo se están gestionando en un determinado momento. Es como mirarse en un espejo: te permite ver cómo estás y ponerte objetivos para alcanzar tu meta.
«Con el Modelo EFQM una organización se mide en base a 1.000 puntos, se marca objetivos de mejora y puede ir midiendo su evolución siempre que quiera para ver si los cambios que está haciendo tienen el efecto buscado”, explica.
Y es que, pese a que en la actualidad los mandamases de las compañías se preocupen, fundamentalmente, de la transformación, la estrategia, la cultura o la innovación en modelos de negocio, entre otros aspectos; la excelencia en la gestión constituye la base de cualquier organización.
Así, las empresas que dispongan de un sistema de gestión sólido se gestionarán excelentemente y tendrán una mayor capacidad de adaptación, de cambio y de transformación.
Por ello, “la excelencia en gestión es estratégica como palanca de la transformación de las organizaciones”, apostilla Fábregas.
Cómo se mide la excelencia
Sea como fuese, la excelencia no solo se mide en términos económicos, ya que al margen de la necesidad que tienen las empresas de ganar dinero y ser rentables, hoy en día cada vez cobran más importancia factores como la satisfacción de los clientes, el compromiso de los propios trabajadores o el impacto de la organización en la sociedad.
En cualquier caso, en cada cumpleaños no debería tararearse eso de “es una organización excelente, es una organización excelente… y siempre lo será”, ya que la excelencia no se alcanza. Es un camino, una manera de entender el trabajo.
Según Fábregas, ser excelente supone un esfuerzo diario de superación. “Se trata de estar siempre replanteándote cómo estás haciendo las cosas para mejorar el valor que ofreces a tus clientes, a tus empleados, a la administración, y a todos los que formen parte de tus grupos de interés clave. Por tanto, lo más importante sería el inconformismo”.
Llegados a este punto, ¿qué distingue a una organización excelente de otra que no lo sea? La directora de Desarrollo de nuevos Servicios del Club Excelencia en Gestión considera que una compañía excelente tiene una visión global, holística, de todo lo que hace y de cómo lo hace. Una visión que, por ende, permite alinear su estrategia con la de las distintas áreas y procesos, lo que a su vez facilita una gestión mucho más ordenada, que también se traduce en términos de agilidad y flexibilidad.
Empezábamos con una frase de Aristóteles y podríamos terminar con otra de Lord Kelvin:
Lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre.
Fábregas defiende que si se pretende mejorar a nivel empresarial, hay que saber de dónde se parte y marcarse un objetivo de progreso con hitos intermedios. De ahí que para una empresa no sea suficiente con gestionarse muy bien, si no lo muestra al exterior. En otras palabras, además de hacer las cosas bien, hay que contarlo para que “el mundo” lo sepa y ayude a lograr “un mundo mejor”.
Cuatro pasos para ser excelente
Cuatro son los pasos que debe seguir una organización para recorrer con éxito el camino hacia la excelencia. Al menos, según el Club Excelencia en Gestión, desde donde los detallan de la siguiente manera:
- Sensibilización y formación: resulta esencial involucrar a todas las personas de la organización, proporcionándoles la formación adecuada para desarrollar sus habilidades y conocimientos sobre el Modelo EFQM.
- Asesoría y diagnóstico: mediante la primera autoevaluación podrán identificarse los puntos fuertes y oportunidades de mejora de la organización.
- Mejora y aprendizaje: para aprender de otras organizaciones, el Club ofrece sesiones de benchmarking, eventos, oportunidades de networking…
- Reconocimiento: el camino a la excelencia culmina con un Sello EFQM, que beneficia a la organización y a todos sus grupos de interés.