Estas fechas son propias para la formación. Uno se plantea qué retos o escenarios quiere afrontar durante el año y qué necesidades tendrá en consecuencia.
Para ello, busca cursos, seminarios o programas ejecutivos que permitan una actualización de los conocimientos, las habilidades y las competencias. Desde mi punto de vista, la formación es uno de los desafíos de la pequeña empresa española, que no encuentra el tiempo o la financiación para mantenerse al día.
Hay que elegir con criterio las materias, apostar por las últimas tendencias y seleccionar centros formativos con una trayectoria solvente.
Lo contrario es apuntarse en un cursillo exprés sobre la última red social de moda para ganar un diploma de escaso valor para la firma.
El actual mercado laboral resta importancia a la acreditación formal (títulos, expedientes), en beneficio de la demostración responsable de aquello que se sabe hacer.
Esto es así porque los profesionales que la pyme necesita para gestionar los big data, aprovechar la vertiente comercial del Internet de las cosas (IoT) o protegerse con técnicas de ciberseguridad no han pasado por el aula en el mismo sentido que las profesiones liberales en la economía industrial.
No es una crítica a la universidad o la formación profesional, sino la descripción del desacople entre la formación y el mercado laboral. No es este el espacio para analizar causas o responsables, pero me atrevo a sugerir algunas pistas para que la empresa española integre la formación en su rutina, potencie las capacidades de su capital humano y sea más competitiva. Veamos cómo.
¿Qué disciplinas o materias cursar?
La transformación digital lo abarca todo, por lo que hay que elegir entre dos caminos.
Si tu posición es directiva o con responsabilidades de gestión, apuesta por un programa de amplio espectro que responda a cómo las tecnologías afectan a tu industria y a la sociedad.
Si eres un especialista, amplía los conocimientos en un área concreta: blockchain, privacidad, impresiones 3D o lo que proceda. Huye de los programas mixtos, porque no terminarán de profundizar en las dos dimensiones. Mi sugerencia es complementar tu formación con aquello de lo que careces.
¿Qué duración es recomendable?
Aquí tengo una mala noticia. Da igual que curses un máster o un grado de cuatro años. Tendrás que reciclarte una y otra vez durante tu trayectoria profesional.
Por eso, si ya estás en el mercado laboral o tienes tu propio proyecto emprendedor, apuesta por seminarios intensivos de forma periódica. Tres días sobre inteligencia artificial cada seis meses pueden ser revolucionarios en tu empresa.
En nuestra experiencia, la matrícula en cursos extensivos en el tiempo genera peores resultados de aprendizaje… ¡Ya quisiéramos controlar nuestra propia agenda!
¿Cómo comprobar la reputación del programa o el centro formativo?
Esta cuestión es una de las piedras angulares de la formación de calidad. Hay que revisar el claustro de profesores, bucear en sus perfiles profesionales (redes sociales y participación en actos o eventos ajenos a la escuela) y conseguir una entrevista con alguno de ellos.
En la medida en que no es posible contar con un recorrido histórico -nadie tiene 20 años de experiencia en Big Data o IoT)-, el encuentro personal puede aclarar dudas sobre cómo se forma y qué tipo de alumnos hay en el aula.
¿Público o privado? La naturaleza del centro no es garantía de nada en una u otra dirección. Antes que juzgar la titularidad, evalúa qué posibilidades ofrece.
Algunos indicadores de utilidad son la red de antiguos alumnos, la participación en jornadas de continuidad, el perfil de los alumnos pasados y presentes, la relación con otros programas o acciones formativas, la transversalidad de los conocimientos o la trayectoria de los profesores que aparecen en el folleto informativo.
¿Quién paga la formación de mi equipo?
La apuesta por la formación es una decisión estratégica en el crecimiento de las pymes. Sin profesionales de primer nivel, la competitividad se desvanece en pocos meses.
Por eso, hay que encontrar fórmulas para que el abono de la formación sea sostenible. Hay todo tipo de vías: los acuerdos sectoriales, los programas de cámaras de comercio y similares, los fondos bonificados de la Fundación Estatal para la formación en el empleo, la formación in-company o los descuentos por paquetes.
No conozco centros en los que la formación sea regalada: desconfía de ellos o tú serás el producto.
En resumen, la competitividad de la compañía pivota sobre el capital humano. No es fácil adivinar qué tendencia o tecnología será la que domine el mercado, pero sí podemos apostar por que nuestros empleados estén preparados para el cambio.
Si ya es complicado competir, imagina cómo sería hacerlo sin un equipo formado. ¡Buena suerte en tu elección!