Cuando hablamos de liderar un proyecto, una empresa o a un grupo de personas, debemos tener claro que no se trata únicamente de ponerse al mando, ordenar tareas que otros deben ejecutar o dar la cara ante los problemas.
Lo primero que debe hacer un buen líder es predicar con el ejemplo y marcar las pautas que se han de seguir, consiguiendo que todo el equipo estén alineado con el mismo propósito.
Hace unos meses, hablaba sobre las claves para detectar el talento entre los candidatos, y hoy quiero profundizar en cómo un buen liderazgo puede atraer el talento a un equipo o una mala gestión puede provocar la fuga del mismo.
El talento interno
No siempre hay que iniciar un proceso de selección para incorporar nuevos miembros al equipo. Un buen líder debe tener la habilidad de detectar el talento dentro de su propia empresa.
Esa detección es fundamental y quien lidera un proyecto puede utilizar diferentes herramientas que motiven a su equipo a demostrar todo aquello de lo que son capaces.
Aprendizaje del equipo
Los líderes han de conocer la capacidad de aprendizaje de los miembros de su equipo. Es habitual que, al comenzar en un nuevo puesto, el trabajador quiera demostrar toda su capacidad de aprendizaje. Por ello, es frecuente que se ponga en «modo esponja» para adquirir todos los conocimientos necesarios para desempeñar su función.
En algunas personas, esa capacidad se estanca por diversos motivos, entre los que destacan:
- Falta de motivación.
- Acomodamiento.
- Restricción en su crecimiento.
Un buen líder debe ser capaz de identificar la capacidad de aprendizaje de sus trabajadores, y seguir estimulándolos para que puedan ofrecer lo mejor de sí mismos. Cada persona tiene una capacidad de aprendizaje diferente, ya sea por sus condiciones, su situación, la antigüedad en la empresa, etc.
Acompañamiento versus competitividad
Es más común de lo que pensamos encontrarnos con jefes que ven en el talento de su equipo una amenaza a su posición. Eso es reflejo de su inseguridad.
Un buen líder tiene que ver el talento de su equipo como una fuerza más que se une para alcanzar el mismo objetivo. Si alguien demuestra capacidad para innovar y mejorar, hay que motivarle e incentivarle a que siga aportando y no frenarle por miedo a que ocupe tu lugar.
La competitividad es un acicate para ofrecer tu mejor versión, pero no para vencer a nadie, sino a tus propias limitaciones y trabajar en conjunto por un bien común.
Si un trabajador no se siente recompensado y valorado, buscará otra forma de hacerlo, ya sea por cuenta propia u ofreciendo su talento a otra compañía.
Por todo lo anterior, el intraemprendimiento es una pieza clave en el crecimiento de una empresa, que todo buen líder debe considerar.
No castigar el fracaso
No debemos castigar el fracaso ni fustigarnos por fracasar. Debemos incentivar el tener iniciativa, probar la secuencia ensayo-error. Obviamente, si no aprendemos algo del fracaso, este no habrá servido para nada.
No se trata de emprender acciones a lo loco, sin pensar en las consecuencias, sin tener un plan, sin un estudio previo o sin consciencia de lo que se está realizando.
Pero el miedo a las consecuencias negativas, a las represalias si algo no sale bien, puede ser un importante obstáculo que impedirá el crecimiento y el progreso.