Nuestro temor más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro temor más profundo es que somos excesivamente poderosos. Es nuestra luz, y no nuestra oscuridad, la que nos atemoriza. Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, magnífico, talentoso y fabuloso? En realidad, ¿quién eres para no serlo? Infravalorándote no ayudas al mundo. No hay nada de instructivo en encogerse para que otras personas no se sientan inseguras cerca de ti. Esta grandeza de espíritu no se encuentra solo en algunos de nosotros; está en todos. Y al permitir que brille nuestra propia luz, de forma tácita estamos dando a los demás permiso para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, automáticamente nuestra presencia libera a otros.
Marianne Williamson.
Lo reconozco, siempre he sentido un poco de síndrome de Solomon. Se trata de un trastorno que tiene como particularidad que la persona que lo padece evita destacar o sobresalir por encima de las otras personas, por encima de un grupo, debido a la presión que dicho grupo ejerce sobre él por distintos motivos.
Ya en el colegio intentamos que el sistema (los amigos, nuestro grupo de referencia…) no nos expulse y por eso nos adaptamos a lo que hace la mayoría, conformándonos e intentando no destacar demasiado, no sea que nos tilden de empollones o de cosas peores.
El poder del grupo es potente y aunque durante la madurez lo vamos superando. El complejo de Solomon nos acompaña el resto de nuestra vida adulta en momentos en los que nos empezamos a relacionar con nuevos grupos. Por ejemplo, cuando nos incorporamos a un trabajo nuevo, a una nueva empresa, tenemos que saber manejar la adaptación al sistema, al grupo, pero a la vez conseguir los mejores resultados. Para ello se necesita mucha cintura y mano izquierda: cae bien e intégrate (no vaya a ser que te tilden de trepa), pero a la vez destaca.
Vivimos en una sociedad que penaliza el éxito, que señala como arrogante y prepotente a aquel que reconoce y muestra sin tapujos sus talentos y conocimientos
De forma inconsciente, muchos tememos llamar la atención en exceso –e incluso triunfar– por miedo a que nuestras virtudes y nuestros logros ofendan a los demás. Esta es la razón por la que en general sentimos un pánico atroz a hablar en público. No en vano, por unos instantes nos convertimos en el centro de atención. Y al exponernos abiertamente, quedamos a merced de lo que la gente pueda pensar de nosotros, dejándonos en una posición de vulnerabilidad.
Creencias y mensajes contradictorios que chocan cuando nos planteamos trabajar en nuestra marca personal y nos bloquean impidiendo destacar y marcar esa diferencia que nos aconsejan los expertos.
Creencias que inconscientemente ralentizan nuestro desarrollo profesional, y al hacerlo privamos a las empresas, a la sociedad, a la evolución humana….de nuestro talento.
Apagar nuestro destello porque creemos que de este modo encajaremos mejor en la sociedad es el peor error que podemos cometer. No podemos sentirnos mal por ser nosotros mismos y mucho menos por desarrollar todo nuestro potencial, es nuestro deber crecer personal y profesionalmente hasta el máximo y ayudar a los demás a hacerlo.
El mundo necesita cada vez más los talentos de todos y cada uno de nosotros, y que no nos conformemos con lo que opina la mayoría porque no avanzaremos, ni individual ni colectivamente, y solo conseguiremos instalarnos en la mediocridad.
Es nuestra responsabilidad con la humanidad mostrar y desarrollar nuestro talento de una forma asertiva y respetuosa. Y trabajar nuestra marca personal sin miedo a brillar, el mundo se merece que saquemos lo mejor de nosotros mismos.
Todas estas reflexiones y más surgieron en el último programa de desarrollo directivo en el que tuve la gran suerte de contar con el testimonio de grandes expertos en marca personal y amigos como Jordi Collell, Celia Hil y Guillem Recolons. Gracias.
Aquí os dejo sus vídeos reflexionando sobre:
¿Cuáles son las claves de éxito de una buena marca personal on-off line?
¿Cómo conseguimos impactar en nuestro entorno?
¿Por qué no brillamos más? ¿Qué consejos darías a una persona que sufre el «síndrome de Solomon»?
Fuentes citas: El País y Blog de Sonia Rodríguez
Foto: Pixabay