Si quieres ser un poco más feliz, tómate tu vida profesional como algo personal.
Nos enamoramos más de los efectos que de las causas.
Nos dejamos impresionar por los logros ajenos y envidiamos el estatus y la vida de otras personas, en gran parte porque desconocemos los esfuerzos y renuncias que hicieron para alcanzarlos. Y también los problemas que sufren en su anhelado «estado de felicidad».
Una persona desempleada declaraba que sería feliz cuando encontrara empleo. Hasta que empezó a trabajar.
Una persona que vivía en pareja desde hace muchos años fantaseaba con ser soltera. Hasta que se divorció.
Un profesional desmotivado soñaba con convertirse en directivo. Cuando lo consiguió el salario y el estatus no compensaron su nivel de responsabilidad y de estrés.
En una encuesta que una aseguradora realizó hace muchos años, los participantes declararon una gran motivación para jubilarse y así «poder viajar, tener una afición especial y cuidar de sus hijos y nietos». Otra encuesta reveló que la mayoría de las personas jubiladas se dedican a dar largos paseos y a no hacer nada.
Supongo que eso será lo que nos hace más felices. O no. Os daré mi opinión dentro de unos años.
Este artículo es una pequeña GUÍA EXPRÉS con 8 ideas para ayudarte a alcanzar la felicidad posible o para evitar que la persecución de la felicidad te impida ser feliz, en tu vida y en tu trabajo.
Pero por si acaso no estás motivado, por lo que sea, para leer esta imprescindible guía, te dejo con mi definición de felicidad en una frase:
La felicidad es un equilibrio entre vivir el ahora y seguir buscando.
1. La felicidad no es causa, es consecuencia
El pájaro no canta porque es feliz, sino que es feliz porque canta.
Afirmaciones como «los empleados felices rinden más» presuponen que la felicidad es la causa de su rendimiento y no al contrario, que su rendimiento es el motivo de que estén felices.
Esta hipótesis tan extendida (la felicidad es un estado interior) implicaría aceptar que las condiciones de trabajo no influyen de manera importante en el bienestar.
Para contrarrestar esta percepción, los investigadores destacan las múltiples debilidades de que adolecen los intentos por establecer la felicidad como causa, por ejemplo, en esta crítica de la «nueva ciencia de la felicidad» (Miller, A. 2008)
«La psicología positiva se basa en toda una serie de argumentos falaces que implican razonamiento circular, tautología, falta de definición clara o aplicación adecuada de términos, identificación de relaciones causales donde no existen y generalización injustificada. En lugar de demostrar que las emociones y actitudes positivas explican los logros, el éxito, el bienestar y la felicidad, la psicología positiva simplemente asocia la salud mental con un tipo de personalidad particular: un extrovertido alegre, extrovertido, orientado a objetivos y que busca estatus».
Esta impostura de confundir las emociones con las motivaciones, la resumo con una idea que traslado en mis conferencias para empresas:
En la empresa motivar no es dar ánimo, motivar es dar motivos.
2. Son los contextos los que nos ponen (o no) contentos
El bienestar, el rendimiento o la motivación de las personas dependen del contexto en que viven y trabajan en interacción con sus experiencias previas y sus competencias, sin ser necesaria la presencia de un estado de ánimo o un tipo de personalidad en concreto.
Ejemplo de ello sería el impacto positivo que la «justicia organizativa» tiene sobre el desempeño de los empleados, que es mayor cuando se fomenta que los miembros se dediquen tanto al equipo como al proyecto y cuando los supervisores del proyecto son justos de manera interpersonal. (Qiu, Qualls, Bohlmann & Rupp, 2009).
En todo caso, la idealización de la felicidad está influida por cómo la perciben las personas a nuestro alrededor como parte de su cultura y su generación.
Fuera de esos contextos, el concepto de felicidad no sólo no funcionaría, sino que tampoco se entendería, como muestran algunos trabajos transculturales. (Christopher y Hickinbottom, 2008, citado en Cabanas y Sánchez, 2012).
3. La felicidad es un placebo: tómalo en pequeñas dosis
La felicidad se considera el bálsamo de Fierabrás del siglo XXI, el antídoto genérico del malestar, el aburrimiento, la soledad, la incertidumbre e incluso de la enfermedad.
La felicidad se ofrece como un producto de todo o nada: o eres feliz o no eres feliz. De este modo su presencia se asocia a beneficios de gran alcance y su ausencia, a todo lo contrario.
Esto relativiza la habilidad e influencia de las personas para manejar dificultades, por ejemplo sobre cómo sobrevivir con un jefe difícil, y su capacidad para vivir bien, independientemente de su estado de ánimo.
En el caso de los «mensajes positivos», solo parecen tener cierta influencia en el caso de las personas que menos los necesitan, las personas con alta autoestima, y su efecto beneficioso se restringe a la persecución de metas percibidas como posibles.
Tampoco las intervenciones habitualmente empleadas en la llamada Psicología Positiva(«tres cosas buenas de la vida», «uso de las fortalezas de un modo distinto» y «el uso de la gratitud») no parecen provocar cambios positivos en el comportamiento a lo largo del tiempo (Woodworth, O´Brien-Malone, Diamond & Shüz, 2016).
No te compliques: ser feliz es vivir bien, no creer que vives bien.
4. Ser optimista te hace más simpático pero no más efectivo
En una serie de experimentos que buscaban conocer por qué la gente da tanta importancia al optimismo y si este realmente lo tiene, los participantes en esos estudios opinaron que el optimismo mejora los resultados de una ejecución.
Aunque el optimismo declarado correlacionó con una mayor persistencia, no se relacionó con una mejora de la ejecución como los participantes anticiparon que lo haría (Tenney, Logg, & Moore, 2015).
En fin, que la «gestión mental» de la felicidad mediante el intento de eliminación de los pensamientos negativos y de la reinterpretación optimista de una vida que no es «positiva» da mucha conversación, pero poca satisfacción.
A mí no me importaría ser feliz si no temiera acabar pareciéndome a los que aseguran que ya son felices. @GregorioLuri
5. Tener más opciones no garantiza más satisfacciones
La infelicidad es no saber lo que queremos, pero matarnos para conseguirlo.
Una de las técnicas para tomar buenas decisiones es aumentar el número de opciones siguiendo esta regla:
Cada vez tengas la tentación de pensar “¿hago esto O aquello?”, pregúntate en cambio “¿hay alguna forma de hacer esto Y aquello?.
Pero la idea popular de que «cuantas más opciones, mejor», se cuestionó en diferentes estudios en que los participantes declararon mayor satisfacción y eficacia cuando se redujeron sus alternativas.
El efecto negativo más conocido que generan las elecciones entre «demasiadas» opciones, es el de «parálisis por análisis».
Se puede intentar contrarrestar este bloqueo de la decisión reduciendo el número de alternativas, por ejemplo, de platos que elegir de una carta muy extensa, de viajes que realizar, de universidades en las que cursar estudios…
El segundo efecto negativo que puede producir un número elevado de disyuntivas es el de motivar una elección poco sopesada para así evitar el esfuerzo y el tiempo que requeriría la valoración necesaria. Este efecto puede forzarnos a escoger de forma arbitraria o azarosa.
Un tercer efecto negativo que altera nuestra «felicidad decisional» con frecuencia se produce con carácter retroactivo y lo describo con humor:
Elijas lo que elijas, siempre tenderás a pensar que la mejor opción no fue la que elegiste.
Este efecto está condicionado por nuestras expectativas, condicionadas a su vez por el nivel de vida y las opciones de las personas que nos rodean.
El exceso de opciones es una problemática moderna. @joantubau
6. Infelicidad por expectativas
«Hay un viejo chiste sobre dos ancianas que están en un hotel. Una dice: ¡Qué mala es la comida! Y la otra contesta: Sí, ¡y las raciones son tan pequeñas!». Annie Hall, Woody Allen (1977)
Otra de las consecuencias de una felicidad mal entendida es la que nos lleva a no conformarnos nunca: si quieres, puedes. Nada sería suficiente, ni suficientemente bueno para nosotros, que todo lo merecemos.
Pensar que privilegios y bienestar deben estar a nuestra disposición independientemente de lo que hacemos y decimos, las habilidades que entrenamos o los resultados que ofrecemos en el contexto laboral, producirá una continua insatisfacción, que puede dar lugar a quejas y mal ambiente.
Para dirigir adecuadamente las expectativas, la organización debe especificar qué resultados y comportamientos espera de sus profesionales y qué pueden esperar estos de la empresa.
7. Replica la felicidad conseguida
Lo que te hace feliz en un momento dado, es probable que no te haga feliz en otro.
Cuando piensas en «ser feliz», ¿te lo imaginas como una situación duradera, sin ningún tipo de coste?
Generalmente cuando nos sentimos bien no entramos a analizar cuánto durará, qué ha provocado ese bienestar o el esfuerzo que ha conllevado llegar hasta él: «Estoy bien, para qué pensar tanto».
No obstante, esa situación no deja de ser un estado temporal ligado a unos objetivos y valores, a un contexto y a una trayectoria en la que hemos rechazado otras opciones, sin ser conscientes del coste de oportunidad, de lo que nos hemos perdido real o potencialmente.
Si quieres hacer más probable mantener esa felicidad en el futuro, detalla y recuerda los factores y decisiones específicas que te han proporcionado ese bienestar para intentar replicarlos.
La felicidad consiste en poder unir el principio con el fin. Pitágoras
8. No hay felicidad con ansiedad
No sabemos qué es la felicidad, pero sí sabemos que gran parte de nuestra infelicidad proviene de vivir con ansiedad.
Y La ansiedad no se «cura» pensando en positivo, no sale de dentro y no es una causa sino una consecuencia y una respuesta ante la vida.
Si no queremos sentir tanta ansiedad tenemos que aprender a trabajar y a vivir mejor.
Queremos ser más felices que los demás. pero esto siempre es difícil porque creemos que los demás son más felices de lo que son. Montesquieu