Uno de los mayores retos a los que se enfrentan las empresas hoy en día está en decidir dónde ubicar la innovación. Las grandes empresas, por un lado, han tenido, hasta ahora, departamentos especializados internamente que realizaban su investigación y desarrollo en productos y servicios.
Desde hace unos años, es recurrente comprobar cómo muchas de las grandes corporaciones crean incubadoras y aceleradoras de startups con el objetivo de atraer a emprendedores que, de una forma más ágil, creen tecnologías o innovaciones, según el sector, adecuadas para sus mercados actuales y futuros.
El motivo es claro: Muchas compañías ya no son capaces de marcar el ritmo en el mercado, no disponen de una estructura organizativa ágil para adecuarse a los cambios y los clientes poseen otro tipo de necesidades.
¿Qué pueden aprender las empresas medianas de esta trayectoria ?
Aunque el cambio en el que estamos inmersos afecta a todos los ámbitos y sectores, la rapidez de respuesta a las nuevas exigencias de los consumidores se ha convertido en uno de los factores de éxito en muchos mercados, sobre todo en aquellos que no han adoptado un diseño dominante claro.
Las pymes cuentan con una ventaja transcendental en este campo ya que sus estructuras organizativas, su cultura y la toma de decisiones permiten responder con mayor celeridad a estos cambios.
La redefinición de las cadenas de valor en muchos sectores debe suponer también un punto de inflexión para este tipo de empresas, ya que al igual que sucede en el caso de las grandes corporaciones, deben decidir dónde ubicar la innovación.
En el libro Lead and Disrupt, Charles O’Really y Michael Tushman crearon un marco de referencia al respecto tomando dos variables de análisis: la importancia estratégica de la innovación para el futuro del mercado y del negocio, y el grado de apalancamiento de los activos clave para obtener, y mantener, una ventaja competitiva en el mercado. Entre estos activos, los autores destacaron: competencias, clientes, canales, plataformas o posicionamiento de marca, entre otros.
De esta forma, es posible identificar el nivel de innovación de una empresa y decidir gestionarla dentro o fuera de ésta misma.
El modelo más adecuado al entorno en el que estamos actualmente, nos llevaría a pensar en una empresa que mira continuamente al mercado y que tenga una cultura empresarial que favorezca su estrategia de adaptación.
Si las empresas quieren trabajar sobre este punto deben considerar en su modelo de negocio que la importancia estratégica de la innovación sea alta y que los activos apalancados también.
Por este motivo, el enfoque planteado es el de una empresa con capacidad de exploración del entorno y de explotación de la información obtenida en conocimiento, se suele denominar “organización ambidiestra”.
El diseño organizativo debe estar basado en el proceso clave del negocio: un departamento o puestos concretos de los departamentos debe localizar, analizar y curar la información clave para la empresa, y distribuirla entre los diferentes puestos clave de la empresa para iniciar la toma de decisiones.
Como resultado encontramos una organización conectada al mercado de forma permanente e interdependiente a la hora de hacer fluir los recursos internamente y que emplea la tecnología como facilitadora del proceso.
En un artículo anterior, apuntábamos a la holacracia como una de las estructuras del futuro, y precisamente este tipo de iniciativas tiene como filosofía de ser una organización ambidiestra, que toma decisiones en base a la combinación de capacidades externas e internas.
Obviamente, si la empresa no considera que ambas variables son de alta importancia, las situaciones que podremos encontrar a la hora de abordar la transformación interna nos llevarían, por ejemplo, a modelos en los que estas capacidades (internas y externas) trabajen de forma autónoma (aunque concentrando la toma de decisiones en muy pocos puestos) o a externalizar, total o parcialmente, alguna de las capacidades mencionadas dentro del proceso.
En definitiva, las empresas medianas deben asumir la innovación como un proceso estratégico que afecta de forma directa a su proceso de negocio, y a partir de este rediseño, abordar los cambios fundamentales en la organización; cambios centrados en enfocar en el cliente y en el mercado toda su estructura, para convertirse en una empresa ambidiestra.
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