El reto de la innovación en las pymes

Está muy extendida la creencia de que la innovación debe tratarse como una actividad en sí misma al margen de las operaciones del negocio. También hay multitud de gestores y propietarios de pequeñas empresas que consideran que su negocio no es apto para la innovación. “En un negocio de verdad no caben los experimentos”, me comentaba recientemente el dueño de una pyme al hablar del reto que supone la gestión de la innovación. “Además, yo no tengo recursos para innovar”, añadía. Sin embargo, si lo pensamos bien, nos daremos cuenta de que la escasez es una gran promotora en sí misma de la innovación.

Es importante desmontar el prejuicio de que para innovar es imprescindible hacer un gran desembolso económico en tecnología y empezar a pensar en la innovación en términos de eficiencia y negocio.  A fin de cuentas, se trata de vender más y mejor, de obtener sinergias, de mejorar los procesos de negocio, de disponer de mejores productos y servicios, etc.

Como indica Gary Hamel en su libro “Lo que ahora importa”, la innovación “requiere un replanteamiento completo de los procesos de gestión de una empresa; es decir, la manera en que planifica, presupuesta, organiza, asigna recursos, mide los resultados, contrata y remunera”.

Las pymes tienen una ventaja diferencial fundamental en esta materia: su cercanía al cliente y su profundo conocimiento del mercado les facilita un excelente punto de partida para la innovación. Para las pequeñas empresas un problema con un cliente es una excelente oportunidad para encontrar una nueva solución que puede servir para muchos otros clientes. La ausencia de la burocracia típica de las grandes organizaciones, la flexibilidad y la sensibilidad a las necesidades del cliente son el caldo de cultivo imprescindible para la innovación.

Ramón Adell, vicepresidente de Confederación Española de Directivos y Ejecutivos CEDE, decía hace poco en el I Foro Con Tu Negocio, que “las pymes que están resistiendo mejor e incluso creciendo son aquéllas que consiguen que su gente se comprometa a hacer las cosas distintas y mejor”. En ese mismo foro, Juan Luis Polo, CEO de Territorio creativo, nos recordaba que “España es el país europeo que más habla de innovación, pero uno de los que menos la implanta. Algo no funciona cuando hablamos tanto y hacemos tan poco”. Pues de eso se trata: de pasar del dicho al hecho; de hacer cosas distintas y mejores.

Pero, ¿qué puede hacer una pyme para ser más innovadora?

En el libro de Rowan Gibson “Innovation to the Core se sugiere la idea de que la innovación surge siempre a partir de una mirada diferente y fresca al contexto y al negocio. Identifica cuatro posibles actitudes:

  1. Desafiar a la ortodoxia. Cuestionar todos los dogmas internos de la empresa y del sector respecto a lo que impulsa al éxito.
  2. Aprovechar los cambios de tendencias y patrones de comportamiento en los consumidores que suelen marcar el inicio de un cambio de reglas en el mercado.
  3. Reforzar y aprovechar las competencias y los activos estratégicos. Es decir, pensar en la empresa como un porfolio de habilidades y activos en lugar de como un proveedor de productos y servicios para un mercado específico.
  4. Entender las necesidades no resueltas. Se trata de aprender a vivir en la piel del cliente, empatizando con él e identificando necesidades no resueltas.

Todo ello precisa del desarrollo de una cultura innovadora en la empresa. En “Innovar para ganar”, el libro que Fernando Trías de Bes escribió junto a Philip Kotler, se identifican algunos ingredientes fundamentales. De todos ellos, me gustaría señalar la importancia del compromiso de la dirección (el impulso de la innovación debe venir desde arriba), mucha comunicación (para eliminar inhibidores como el miedo al fracaso, al error personal, al ridículo o a las represalias) y la adopción de un sistema de realimentación de éxitos y fracasos.

En nuestro país y a nuestro alrededor existen cientos de ejemplos de pymes innovadoras. He seleccionado cinco que pueden ayudarnos a entender que la innovación es sobre todo una cuestión de actitud y que está al alcance de todos. Sólo se trata de cambiar de perspectiva:

Nuestra especie existe gracias a miles de años de innovación genética y social, y eso ha permitido al ser humano crecer y superar grandes crisis. En palabras de Hamel, “debemos nuestra prosperidad a la innovación”. Parece claro, por tanto, que “la innovación no es una moda pasajera, es el negocio real, el único negocio”.

 

Foto @Kay Kim(???), distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0 

Exit mobile version