Como si se tratase de una fatalidad, involuntariamente nuestras organizaciones desaprovechan las capacidades y el talento de las personas: sus ideas, su capacidad de mejorar o de obtener mejores resultados…
No hay nada comparable. Nada es más valioso ni más caro, nada es más estratégico para nuestras empresas, pero nada se despilfarra más.
Todos sabemos que sólo las empresas más inteligentes y adaptativas sobrevivirán y que la clave es el talento y las capacidades de las personas. ¿Tendremos que resignarnos viendo cómo se pierde este talento?
Cuando se busca el antídoto ante tan terrible y generalizado derroche económico aparece la palabra “liderazgo”. Un concepto para la mayoría lejano, poco útil y práctico. Pero, no parece que haya muchas más soluciones… ¿Profundizamos en el tema?
El pequeño “sucio” secreto de la gestión
El que probablemente de forma más rotunda ha señalado este problema de gestión empresarial es Gary Hammel. En su famoso artículo del WSJ Management’s Dirty Little Secret -el pequeño y “sucio” secreto de la gestión– señalaba que la ausencia de capacidad de los directivos para implicar a los empleados provocaba una falta de competitividad empresarial, especialmente en la economía de la creatividad.
La tesis es simple. El éxito en empresas donde el conocimiento es la clave depende de la iniciativa que debe provenir de personas entusiásticas, creativas y comprometidas, donde la pasión y la diversión serían el mejor predictor de la productividad.
Todo esto puede sonar a “palabras bienintencionadas”, pero lo cierto es que desde hace mucho tiempo hay muchos estudios que correlacionan un excelente resultado con el liderazgo y el clima laboral, el más conocido es el publicado en la HBR por Daniel Goleman: «The leadership that gets results».
Muchos piensan que esto es obvio, que no son necesarios estudios para demostrar lo que todos sabemos. Es de sentido común decir que un mal directivo es un indicador de personas que no tendrán sus mejores resultados, el consenso sería muy elevado. Muchos afirman que esto no es un secreto organizativo, es algo que se grita a voces. Ya, pero ¿qué estamos haciendo?
El drama de la decadencia empresarial
El liderazgo cada vez se define más en los términos que lo hacía Steve Jobs:
El liderazgo se produce cuando los profesionales consiguen involucrar a las personas de su empresa en la innovación, convertir nuevas ideas en resultados y transformar las empresas.
La ausencia de liderazgo ya la conocemos. Consiste en defender el status quo, conseguir los resultados del pasado, la ausencia de implicación de las personas en la difícil tarea de establecer nuevas ideas que generen competitividad desaprovechando el valor que pueden aportar éstas. La ausencia de liderazgo es la falta de innovación, la señal más clara de la decadencia y la muerte empresarial.
Sin embargo, estudios como el Workforce Effectiveness Practice, de Towers Perrin, por citar alguno de los más conocidos, nos demuestran que la práctica empresarial está muy alejada de estos aspectos. La mayoría de los empleados no están comprometidos, no se sienten escuchados, no innovan…. ¿Hay solución?
La miopía de lo tangible
A modo de chiste dicen que un profesor de economía en una clase gritó que de lo que no se podía medir el valor no existía… Y desapareció.
A muchas empresas les sucede algo similar. Para muchos, el liderazgo y otros intangibles empresariales y su aportación al negocio son difíciles de medir y, por lo tanto, no están en la agenda real, la que de verdad importa, está en el discurso de las buenas intenciones. Y cuando observan su decadencia antes de desaparecer miran la cuenta de resultados para encontrar la solución, pero allí no está.
El liderazgo es uno de estos intangibles. Y para obtenerlo sólo hay dos vías: contratar a personas que lo tengan o desarrollarlas (si hay cierto potencial).
Se ha intentado realizar este ejercicio de contabilización del desarrollo del liderazgo, uno de los más conocidos es del Manchester Consulting Group, que intentó demostrar que acciones como por ejemplo el coaching tenían un retorno del 570% de inversión. Pero son cifras que difícilmente serán aceptadas, porque la naturaleza de muchos de sus elementos es difícil de cuantificar.
No hay pensamiento más peligroso para la gestión empresarial que despreciar lo que no podemos contabilizar.
El liderazgo debe estar en la agenda de todas las empresas, aunque no se pueda contabilizar el derroche que produce su ausencia, aunque no sepamos calcular las probabilidades de muerte organizativa o de éxito organizativo que están relacionadas con esta capacidad de liderazgo.
Necesitamos líderes que creen culturas innovadoras, necesitamos líderes que aseguren que las capacidades, inteligencia y emociones de nuestros colaboradores están alineadas con los resultados, aunque no podamos contabilizar el derroche.
El reto es que la mayoría de los colaboradores de las empresas sientan que el cerebro es un órgano maravilloso, que comienza a trabajar nada más levantarnos y que sorprendentemente puede seguir funcionando una vez se entra en la oficina.
Foto @lqpin, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0