Yo no podría, a ninguna edad, ser feliz estando sentada junto a la chimenea y simplemente mirar. La vida fue propuesta para ser vivida. La curiosidad debe mantenerse viva. Uno no debe nunca, por ninguna razón, volverle la espalda a la vida. Eleanor Roosevelt.
Puede que la curiosidad matara al gato, no lo sabremos nunca, pero lo que sí es cierto es que la falta de curiosidad puede matar a muchas organizaciones en este nuevo entorno cambiante en el que nos movemos.
Curiosidad e insatisfacción son conceptos que, a veces, tienen algunas connotaciones negativas y, sin embargo, ambos son muy necesarios en nuestros días. No son nuevas competencias ni tendencias para el nuevo año, sino términos básicos que olvidamos en medio de tantas cosas nuevas, son fuerzas que nos mueven y nos ayudan a innovar, a crear, a mejorar continuamente, a sentir que estamos vivos.
Alimenta tu curiosidad
Se necesita mucha curiosidad para sobrevivir en este mundo de cambios constantes, apasionantes pero vertiginosos, en el que los conocimientos se van quedando obsoletos a la misma velocidad de vértigo.
No importa todo lo que llegamos a saber sobre una tecnología cuando aparece una nueva en poco tiempo, lo que importa es que nos mantengamos despiertos y con muchas ganas de seguir experimentando y adquirir nuevos conocimientos.
Somos curiosos por naturaleza, de niños la curiosidad nos ayuda a aprender constantemente y a cometer errores de los que también aprendemos. En la medida en que vamos adquiriendo conocimientos, vamos dejando de curiosear y perdemos esa fuerza innata por el camino, al creer que lo sabemos todo.
Pero lo cierto es que en este entorno cambiante ya no sabemos nada, necesitamos de la “bendita curiosidad” para seguir avanzando, ese impulso humano que nos lleva a meter los dedos en un enchufe o a descubrir la penicilina.
El mismo Einstein confesó estar sometido al poder de la curiosidad cuando afirmó: “No tengo talentos especiales, pero sí soy profundamente curioso”.
En muchas empresas nos encontramos a esos “profesionales molestos” que lo preguntan todo, lo tocan todo, sugieren nuevas formas de trabajar, porque se preguntan qué pasaría si lo hiciéramos de otra manera. Son seres curiosos, intelectualmente inquietos, que se asoman al nuevo contexto con interés, intentando entenderlo todo por puro afán de comprender y participar.
Insatisfacción constructiva, una fuente de superación personal
Por otro lado, deberíamos mantener la necesidad de una dosis adecuada de insatisfacción constructiva, que nos hace seguir hambrientos de mejora permanente.
Hablaba hace tiempo del síndrome de insatisfacción permanente, tras recordar una conversación con un amigo que se autodefine como “insatisfecho permanente” y que me explicaba lo siguiente: “Pocas veces me siento completamente lleno, siempre tengo la necesidad de buscar algo más, sin saber exactamente qué. La insatisfacción permanente me lleva a ser incapaz de vivir el presente, porque estoy, de forma continua, haciendo planes de futuro y no me conformo con lo que ya he conseguido”.
Mi amigo es incapaz de tirarse en una tumbona sin hacer nada, debido a su sensación de estar perdiendo el tiempo, de que la vida pasa y se la está perdiendo. Es incapaz de disfrutar del éxito de un proyecto, porque continuamente está pensando en el siguiente. No le envidio, quizás su dosis es demasiado alta y no le permite disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, pero -como comentaba- creo que una dosis adecuada es positiva.
En las organizaciones es donde mayor relevancia cobra esa insatisfacción vital convirtiéndose en insatisfacción profesional. Sin embargo, un insatisfecho permanente con talento y bien gestionado puede ser una pieza clave en una empresa.
Como casi todo, la insatisfacción permanente también tiene un lado positivo, y es que te empuja a la acción, a asumir nuevos retos, se convierte en un estímulo para conseguir objetivos ambiciosos. Es el motor de la superación constante.
En las empresas he conocido profesionales insatisfechos en todos los niveles jerárquicos. Algunos que ya han tirado la toalla y no encuentran nada que les satisfaga, esperan que la jornada laboral acabe y miran cómo el tiempo pasa (deprimidos y críticos con todo y todos). Al ser su insatisfacción permanente, tampoco esperan nada del futuro, están firmemente convencidos de que todo seguirá igual y provocan rechazo por estar siempre criticando toda iniciativa. Sin embargo, ese rechazo se puede superar si asumen proyectos o nuevas responsabilidades que realmente les lleguen a ilusionar.
También he conocido personas positivas a las que les motivan los nuevos proyectos en la búsqueda insaciable de la realización personal. Necesitan retos continuamente y proyectos nuevos que poner en marcha en los que utilizar toda su energía y talento. Esa insatisfacción bien canalizada puede ser una fuente de ideas y proyectos nuevos, y sobre todo un motor para ponerlos en marcha. Asimismo, existen numerosos directivos con insatisfacción permanente que llenan a sus equipos de nuevos proyectos buscando mejorar continuamente.
En la base de muchas mejoras e ideas innovadoras que han cambiado el mundo posiblemente se encuentra una persona curiosa con insatisfacción constructiva. Identificar a estas personas y potenciar su talento debería ser una de las asignaturas obligatorias de todo empresario y directivo que pretenda liderar una empresa de futuro y con futuro. Quizás la clave no está en conseguir colaboradores satisfechos profesionalmente, sino insatisfechos constructivos. Ahí lo dejo.
Como dijo Steve Jobs, «aquellos que están tan locos para creer que pueden cambiar el mundo son los únicos que lo pueden hacer».
En el siguiente vídeo comparto una versión diferente del discurso de Steve Jobs en Stanford:
Foto: Pixabay