Según los expertos, hay seis puntos clave a los que deben atender todas las empresas para sobrevivir y perdurar en el tiempo: producto, mercado, tecnología, competencia, capital y personal. Los manuales del “buen empresario” aseguran que sólo cultivando todos y cada uno de estos aspectos llegarán la rentabilidad, el crecimiento y, por ende, la perduración en el tiempo.
Dicha la teoría, todos sabemos que lo difícil radica en poner toda esta estadística y verborrea empresarial en práctica porque, lamentablemente, esta crisis ha hecho que muchas compañías, muchas de ellas grandes multinacionales, se queden por el camino.
De ahí que en épocas de alta incertidumbre como la que atravesamos siempre sea una grata sorpresa escuchar y leer que hay empresas, franquicias en este caso, que no sólo han sobrevivido a las fluctuaciones del mercado, a las desmotivantes cifras de paro y a la drástica caída en el consumo; sino que se han consolidado y, muchas de ellas, crecido nacional e internacionalmente.
Entre estas franquicias con más de 15 años de historia se encuentran Mango, con más de trescientas tiendas operando en España, Merkamueble, que desde el año 1973 vende mobiliario y electrodomésticos, o Mail Boxes Etc (MBE) con dos décadas de servicios en España.
Estas firmas fueron encuestadas sobre las razones de su buena marcha, y entre las respuestas que dieron se encuentran la incorporación de nuevas tendencias a su catálogo (producto), la rápida adaptación a las demandas de sus consumidores finales (mercado), la ampliación del punto de venta con la compra online (tecnología), la especialización de la estructura humana (capital) y la logística (personal). Todas concluyen que se trata de optimizar y renovarse, pero he aquí el quid, sin renunciar a la esencia de la marca.
En el mercado de la franquicia, habría que sumar, como razón de la prosperidad de la central de franquicias, el apoyo constante a los franquiciados, pues, a ojos vista, el éxito de la central estriba en el éxito de todos y cada uno de sus franquiciados.
A través de estos casos prácticos se ve que sí se puede sobrevivir a dos crisis (la de los noventa y la actual), sin perder por el camino ni la rentabilidad ni la esencia.
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