Cuando te planteas recorrer un camino, la persona que ya lo ha recorrido antes que tú puede darte consejos y orientaciones que te faciliten el viaje. Y aquí es donde aparece la figura del mentor.
No solo va a facilitarte el recorrido, sino que su experiencia y conocimientos serán la clave para evitar errores que ralentizan tu paso, lo que te ayudará a destinar la energía hacia aquello que realmente puedes aprovechar.
Lo que no debes olvidar es que el mentor es tu acompañante, no tu lacayo o quien hará las cosas por ti.
Tú eres el protagonista de la historia, quien tendrá que escalar la montaña, quien tomará las decisiones y cargará con la mochila. Para esas cosas, contrata a un sherpa.
¿Por qué tener un mentor?
Porque es una persona que te puede ayudar a obtener los resultados que buscas en menos tiempo.
El tiempo es uno de los bienes más valiosos en la actualidad y los tropiezos, los miedos, las inseguridades, la falta de conocimiento, etc., son piedras en nuestro camino que nos hacen ir más despacio, alejarnos de nuestra meta o recorrer trayectos muy largos, complicados y, a veces, demasiado oscuros.
Pagas por tus mentores o pagas por tus errores
¿Crees que tener un mentor es un coste demasiado elevado?
Si alguien te va a permitir alcanzar tus objetivos en menor tiempo y te va a evitar tropiezos, con los perjuicios (también económicos) que ello conlleve, ¿qué crees que tendrá un coste mayor?
Si valoras tu tiempo, también sabrás valorar la función de un mentor.
¿Es lo mismo un mentor que un coach?
La diferencia principal entre un coach y un mentor es el acompañamiento.
Mientras que el coach puede ayudarte a reforzar tus habilidades, a entrenar tus fortalezas y darte claves para enfocar tu energía adecuadamente, el mentor, además, te acompaña en un camino que él ya ha recorrido y conoce ciertos trucos que agilizarán tu viaje.
El mentor no es solo el entrenador que te dice cuántas flexiones diarias tienes que hacer para conseguir unos brazos de acero. También las hace a tu lado, para que veas cómo tienes que apoyar las manos, corregir alguna posición, o explicarte que, cuando crees que flaquean tus fuerzas, todavía puedes hacer una más, porque él ha pasado por esa misma situación y ha comprobado que la mente nos incita a abandonar, pero el cuerpo todavía está preparado para un esfuerzo más.
¿Cómo elegir a un buen mentor?
La figura del mentor es cada vez más común en la actualidad, por lo que puedes encontrar un gran abanico de posibilidades.
Según mi experiencia, que siempre he contado con mentores que me han ayudado en mi trayectoria profesional y también personal, creo fundamentales estos aspectos:
- Propósito: es fundamental que el mentor que elijas esté alineado con tu propósito en la vida. Si todavía no tienes claro cuál es el tuyo, entonces empieza por descubrirlo.
- Metodología: si está desarrollada por el propio mentor, le será más fácil darte las pautas que debes seguir y que tú las incorpores a tu rutina.
- Sinceridad: desconfía de aquellas personas que te prometan una fórmula magistral, la panacea universal. Tienes que estar preparado para escuchar cosas que no quieres oír, para que te desmonte creencias limitantes, para que te corrija. Si todo lo estás haciendo bien y eres el mejor, una de dos: o no es un buen mentor o tú no lo necesitas.
- Experiencia: la figura del mentor te va a acompañar por un camino que ya ha recorrido. Conocer bien su trayectoria, que comparta contigo tanto sus logros como sus fracasos es una garantía de que sabe lo que hace y no es un «vendehumos».
- Conexión: vas a trabajar muchas horas a su lado, por lo que la conexión también es importante. Tiene que haber empatía entre ambos, no solo se trata de compartir el propósito. Debe generarse una fuerte alianza con tu mentor y, para ello, la confianza es fundamental. Es posible que no siempre te guste lo que te dice, sobre todo si corrige tus errores o no alaba todo lo que haces, pero si no te gusta cómo lo dice, la comunicación se entorpece y la eficacia de su trabajo se pierde.
La elección de un mentor tiene que ser un proceso consciente, donde la transparencia también es un requisito indispensable. Transparencia tanto por su lado como por el tuyo.
La comunicación es esencial, pero una comunicación sincera, desde la realidad. Hay que poner sobre la mesa los objetivos y, en función de ellos, establecer la ruta.
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