He comparado muchas veces el montar una empresa con tener un hijo, pues bien, los primeros pasos de una empresa, como los de un niño que empieza a caminar, suelen ser vacilantes. Hay muchas dudas, muchas salidas en falso y es complicado encarrilar el proyecto.
Para agilizar esta fase, muchos emprendedores noveles deciden contar con una incubadora de empresas que les ayude a dar firmeza a sus comienzos.
Recurrir a una incubadora no es, objetivamente, malo ni bueno. Todo depende de las circunstancias del emprendedor y de sus inquietudes. Ojo, no hay que confundir incubadoras con aceleradoras de empresas. Estas últimas -como su nombre indica- aceleran el desarrollo de un proyecto cuando éste se encuentra en su fase inicial. Las incubadoras se caracterizan, en cambio, por lo siguiente:
Ventajas
1. Ayuda
La primera ventaja es obvia: Se ponen a disposición del emprendedor recursos con los que rara vez cuenta si es principiante. Esos recursos van desde un espacio físico en el que trabajar hasta formación para los miembros de la empresa en proceso de creación. Esta ayuda es un apoyo inmenso, si no se sabe por dónde empezar.
2. Lugar
Como hemos comentado, una de las contribuciones de la incubadora es aportar un espacio en el que los miembros de la pyme puedan trabajar. Atención, no confundir las incubadoras con espacios de coworking. El sitio es sólo uno de los servicios que se ofrecen.
3. Adaptabilidad
La incubadora suele adaptarse a las necesidades del emprendedor y su proyecto, ofreciendo recursos diferentes en función del perfil de la empresa. Este trato, más a pequeña escala, contribuye al rápido desarrollo del proyecto.
4. Minimización de riesgos
Iniciar un proyecto conlleva siempre ciertos riesgos, y las incubadoras suponen un airbag que limita las posibilidades de fracaso.
Inconvenientes
1. Dependencia
No hay que olvidar que las verdaderas incubadoras son cajas de cristal en las que se mantiene a los bebés prematuros para su óptimo crecimiento. De la misma forma, las incubadoras de empresas son un poco “jaulas de cristal”. No tienes total independencia de movimiento, ya que has decidido pedir ayuda para tu proyecto, y parte de esa ayuda es la supervisión y el estar atado al lugar que se te cede (en la mayoría de los casos). Además en algunas ocasiones es la propia incubadora la que propone el proyecto y busca emprendedores que lo ejecuten.
2. Dilución accionarial
Las incubadoras suelen quedarse con una parte accionarial del proyecto, lo cual no solo afecta al reparto de beneficios, sino también al control de la empresa y la toma de decisiones. A los emprendedores nos gusta tener mucha autonomía y en algunos casos esto puede ser un inconveniente.
3. No suele haber inversión económica
Cuando se comienza un proyecto, el dinero rara vez abunda. Por eso es de agradecer la financiación, de donde quiera que venga. No obstante, rara vez las incubadoras proveen de ayuda monetaria a los proyectos que albergan. Su apoyo suele ser en especie: espacio, asesoría, servicios generales…
4. Salir al mundo
El servicio de las incubadoras es limitado: una vez que el proyecto crece mínimamente, la estructura se queda pequeña y debe salir al mercado. Por supuesto, si tras el tiempo de incubación aún necesita apoyo externo, puede recurrir a otras estructuras como las aceleradoras (Wayra, por ejemplo), para terminar de lanzar la idea.
¿Ha tenido tu empresa experiencia con incubadoras? ¿Qué tal ha ido?
Foto: pixbay